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Salir de las cavernas
Salir de la caverna, la oscuridad y las sombras, ese es el deseo ambicioso de uno de nuestros sabios, Emilio Lledó, desde las páginas de El País.
De momento, salimos a los balcones, que no es exactamente lo mismo. Es más, se observan atavismos rupestres en los asomaderos patrióticos. Habrá que esperar mejores momentos para comprobar que salir a los balcones sea, en efecto, el preludio civilizatorio de abandonar la caverna. No soy muy optimista. A este país le gusta exhibirse, los compromisos cívicos son otra cosa y votar en consecuencia, otra. Don Emilio ha puesto, sin embargo, el dedo en la llaga: de una manera u otra, con virus o sin virus, una de las cosas que demuestra esta pandemia es que España necesita urgentemente salir a los llanos y abandonar los riscos rupestres.
Don Emilio ha dejado caer una expresión demoledora: “palabras refritas”. Eso, palabras refritas, preguntas refritas, ideas refritas en los principales asomaderos mediáticos. Ideas congeladas, críticas recalentadas miles de veces en el microondas, preparadas para que parezcan libertad de expresión e información. Tunantes patriotas asomados a sus poltronas para no aportar nada y pedirlo todo, incluso formas de gobierno que satisfagan sus intereses, no sanitarios, sino de toda la vida, como si la ciudadanía no hubiera votado hace poco y su voto no valiera nada hasta que gobierne quien mejor perpetúe sus privilegios e intereses.
Afortunadamente, hay jóvenes de más de noventa años, como este sevillano de miles de barrios, que sobrevuelan como el cóndor por encima de sus mediocridades y mezquindad. Otro joven, de más de noventa años, no se ha quedado callado. Es Jacques Delors, como don Emilio, de origen humilde pero esforzados en la lucha por los más menesterosos, la igualdad, la justicia social y el universalismo.
Cañones o mantequilla
Delors, el gran europeista, también da la cara. Y acusa. Esta Europa egoísta y su falta de solidaridad pone en peligro mortal el sueño de una Europa para todos. El microbio, -de los nacionalismos de Estado-, amenaza de nuevo a Europa. Y desde el norte rico. Wopke Hoekstra, el ministro de Finanzas neerlandés, no solo ha insultado gravemente a españoles e italianos, ha enseñado el camino para el fin de la UE.
Un demócrata cristiano, la derecha europea, aliada de las derechas españolas. Lo de cristiano ya empieza a ser chocante. El primer ministro portugués, Antonio Costa, se ha despachado en nombre de toda la gente decente de Europa: repugnante. Quizá haya llegado el momento de mirar cara a cara a los hermanos portugueses, no darnos más la espalda. Mutualizarnos, una palabra que no está en las cabezas del poder, ni en el Diccionario, como inexperimentado, como se declara Lledó.
En estas, nadie sabe dónde está Felipe González, -sí, José María Aznar- el sacerdote de la Transición y europeista docente. No se le echa de menos, se abona a que, con sus conmilitones, se les eche de más.
Cañones o mantequilla. La eterna decisión. No era fácil prever esta pandemia y crisis de suministros pero si lo era que, con recortes en la sanidad pública, nos estábamos apuntando a la debilidad colectiva. En el debate intelectual y político, es un decir insultante, Casado y sus portavoces autorizados nos recetan banderas, himnos ensordecedores, palos y astas de banderas, a todo trapo o a media asta. Y monolitos en las ciudades como testigos trágicos de la incompetencia propia y la hipocresía de su mediocridad. No falta papel higiénico, ni las banderas ni sus palos, ni granito, falta protección para la gente, sentido de Estado, prudencia y salir de la caverna, bajar al valle de la solidaridad y el sentido común.
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