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Solo son 40 años

Carteles electorales de la campaña autonómica de 1982.
2 de junio de 2022 22:45 h

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Empieza la campaña entre la nostalgia y las encuestas. Han pasado 40 años de las primeras elecciones andaluzas de nuestra historia, ninguno de los candidatos era más que una niña por aquellos tiempos. La suerte ha querido que me cogiera en Triana, en el Bar Casa Cuesta, hoy más refinado. Allí nos dábamos cita en el inicio de campaña y en el atardecer de cada día armados de cubos, cola y alguna escalera, la alegre grey de casi toda la izquierda. Ponían una tapa de huevo duro con bechamel que, como diría mi compañero de aquellas lides, José Luis Ortiz Nuevo, empapaba; algo imprescindible en aquellos años tiesos.

Éramos del PSA, PCE, MCA, PTA; los PSOES ya eran solo uno pero de otro rollo. Pegábamos cada uno para los nuestros pero había una gran solidaridad y complicidad. Como decía Antonio Morente en estas páginas, en aquellos tiempos “todos parecíamos de izquierdas”. No era fácil: el fascismo estaba en la calle, pegaba, no con cola, con cadenas y palos. Nos dábamos el agua y nos ayudábamos. La extrema derecha era un peligro físico y se vivía en la calle.

El lunes pasado se cumplieron 50 años de Hora 25 de la SER. Luis Rodríguez Olivares, que lo dirigió, dijo en el teatro donde se celebró la conmemoración que la Transición fue violenta, acertó y muchos nos emocionamos por el recuerdo aunque a algunos hoy, ensoñados, se les indigeste oírlo.

Esta campaña ya es moderna, lo de pegar carteles y pegarle a la gente ha pasado a otro plano. Es una campaña más virtual que otra cosa; se dice pegada simbólica. Entre candidatos llevados en andas por las encuestas, especulaciones y temores

Esta campaña ya es moderna, lo de pegar carteles y pegarle a la gente ha pasado a otro plano. Es una campaña más virtual que otra cosa; se dice pegada simbólica. Entre candidatos llevados en andas por las encuestas, especulaciones y temores. A Juanma Moreno Bonilla lo llevan entre ciriales entre el CIS de Bendodo y el CIS de Tezanos (poca discrepancia).

Juan Espadas resiste entre las dudas estratégicas de los suyos. Entre ellos, los obispos del Sur, que se llaman a sí mismos así, como las latas de caballa y melva, del Sur. No será tan moderado Espadas cuando los obispos piden el voto para quien pueda entender (y, si lo entienden los feligreses, ya saben, a la izquierda, ni siquiera moderada, ni agua). Qué decepción, ¿no?

La antecampaña se hacía y se ha hecho mirando al reloj, no sea que se pida el voto antes de las doce y esté cerca la Junta Electoral, que para esas cosas pita sin importarle el VAR, estés empadronado donde estés.

Los muros, paredes y solares de hoy son la Red pero tampoco la Red vota. Ni siquiera han votado nunca las llamadas a la conciencia de las letras emocionantes de los Carnavales de Cadi

Se pegan carteles, como siempre, con respeto territorial. Una imagen que, por mucho que se pretenda, no tapa la ausencia del tiempo que pasa entre pegada y pegada. Después, si te he visto no me acuerdo. Un clásico. Por ahí andaba también Juan Marín con otro tipo de nostalgia. “Soleá” en rama del sanluqueño, soledad sin los suyos, sin su vicepresidencia, su casa y, tal vez, sin su sillón curul en el que asentar sus posaderas políticas.

La izquierda de la izquierda quiere ser la del pasado, pero eso ya pasó. Más genuinos sí, pero las campañas ya no son cosa de carteles. Los muros, paredes y solares de hoy son la Red pero tampoco la Red vota. Ni siquiera han votado nunca las llamadas a la conciencia de las letras emocionantes de los Carnavales de Cadi. El enemigo de siempre es la abstención que, en el fondo, es la inhibición y la falta de compromiso. Ilusiona y anima, pero todo queda en eso.

Ha sido un día de nostalgia para los veteranos cuarenta años después, sí, pero una metáfora cruel. En aquellas noches electorales de brocha y cola, la amenaza era la extrema derecha pegona. Hoy, la extrema derecha es más seria, ha estado cuatro años apoyando al Gobierno de Moreno Bonilla. Y desde esta noche queda abierta la posibilidad de que nos pegue desde los mismitos despachos de San Telmo.

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