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Tetas de destrucción masiva
Ahora resulta que 5 mujeres con el torso desnudo son peligrosísimas y ponen en riesgo a toda una manifestación formada por miles de personas. Las mismas mujeres que históricamente han sido cuestionadas por su incapacidad física para poder acceder a determinados trabajos que exigían un teórico nivel de fuerza, las integrantes del llamado “sexo débil”, las que no podían hacer el servicio militar ni ir a las guerras de los hombres porque no sabían combatir contra los enemigos de la batalla y la patria… ahora resulta que sin más armas que su cuerpo desnudo y su voz, son un grave peligro para la seguridad pública y para las miles de personas de una manifestación.
Ocurrió en noviembre de 2013 y en el juicio que se ha celebrado estos días, el Ministerio Fiscal solicita penas por “desórdenes públicos”, “resistencia a la autoridad” y por ir “contra los derechos y deberes fundamentales”, hechos a los que la acusación particular añade el “delito de exhibicionismo”.
Como se puede ver, hay quien intenta mantener eso de “la letra con sangre entra” aplicando el Derecho con literalidad, y así castigar a quien no lee la realidad como lo hacen desde esas posiciones. Pero quien lo hace se equivoca como antes se equivocaron quienes justificaban la violencia, y es lo que se aprecia en estos hechos.
No hay duda de que las activistas de Femen irrumpieron en la manifestación y lanzaron sus proclamas críticas en defensa de la actual Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, que el Gobierno, con su Ministro Gallardón a la cabeza, quería reformar sin que la realidad lo reclamase, tan sólo como una concesión a una parte mínima de la sociedad que lo exigía desde su posición ideológica, por supuesto respetable, pero también criticable. De hecho, no estaban tan descaminadas las Femen cuando al final el propio Gobierno decidió hacer lo que ellas pedían, y desconsideró lo que se reclamaba en la manifestación interrumpida.
Activismo social
La acción de las Femen debe encuadrarse dentro del activismo social y de la reivindicación, no como un acto de violencia que los mismos acontecimientos niegan. Más bien ocurrió lo contrario, pues según cuentan las crónicas de aquel noviembre de 2013, fueron ellas las rociadas con un “spray rojo” que traían desde sus casas los “pacíficos manifestantes”, y las golpeadas con los paraguas que llevaban para hacer frente a la amenaza, imagino que de lluvia.
Se podrá cuestionar el hecho de irrumpir en una manifestación y de no respetar las acciones de otras posiciones, pero presentar lo ocurrido como un acto de violencia revela una intencionalidad que sorprende en las circunstancias en que trascurrieron los hechos.
¿Dónde está la violencia? La violencia se caracteriza por actos capaces de producir un daño, y sinceramente, irrumpir a pecho descubierto ante miles de personas con paraguas y algunos sprays difícilmente puede ocasionar daño alguno. Del mismo modo que prolongar su reivindicación ante la presencia de la policía tampoco debe entenderse como una conducta explícita de “resistencia a la autoridad”, tal y como se interpreta ante situaciones similares en otras manifestaciones de todo tipo, en las que la carga emocional del momento dificulta la adopción de una decisión inmediata y fría que lleve a dejar su reivindicación y seguir las indicaciones de la policía.
Lo único que queda para entender que ha habido violencia es la desnudez de sus cuerpos, lo cual dentro de un acto reivindicativo centrado en la capacidad de decidir sobre el “propio cuerpo” podrá gustar más o menos, parecer mejor o peor, pero presentarlo como si fuera un “arma de destrucción masiva” capaz de herir a mayores y niños es sin duda un exceso. E intentar presentarlo como “exhibicionismo”, un delito que exige actuar contra la indemnidad sexual de los menores, es una interpretación cargada de intencionalidad para aumentar la pena, además de estar repleta de los mismos valores e ideas que aún hoy consideran que el exhibicionismo viene marcado por la desnudez en sí misma, no por las circunstancias y el sentido que adquiere el cuerpo desnudo dentro de ellas.
Ideologías diferentes
Es evidente que lo que se produjo aquel día fue un choque en los actos organizados desde ideologías diferentes, y que uno, el protagonizado por las Femen, utilizó la oportunidad para, además de manifestarse, reivindicar sus objetivos a través de la estrategia que define al grupo. El enfrentamiento se produjo por el propio contexto y por las ideas que definen a cada una de las partes, como ha sucedido en otras ocasiones. Pero mientas que las ideas del feminismo reivindican la libertad y los instrumentos para ejercerla, y así disminuir el número de abortos, como ha conseguido la ley actual año tras año, los manifestantes contra la interrupción voluntaria del embarazo buscan imponer sus ideas y creencias al resto de la sociedad con leyes que niegan la libertad en general y la sexual en particular, que culpabilizan a las mujeres, y que llevan a un aumento de los abortos clandestinos con el riesgo añadido para la salud y a la vida de las mujeres.
Y mientras que se habla de violencia en ese contexto, sorprende, en cambio, que no se haya hecho nada contra los hombres que estos días portaban dos señales con “Stop Feminazismo” a las puertas del Juzgado donde se celebraba el juicio. Por lo visto, resucitar el nazismo y toda su violencia no es problema alguno; y asociarlo al feminismo que trabaja y lucha cada día, sencillamente, para que haya igualdad en nuestra sociedad y se erradique la violencia que maltrata a 700.000 mujeres cada año y asesina a más de 60, tampoco se entiende como parte necesaria de esa violencia. Son esos hombres los que cada día llaman feminazis a las personas (mujeres y hombres), que intentan cambiar la sociedad que les permite actuar con esa violencia, y son esos hombres quienes incitan al odio contra las mujeres acusándolas de denunciar falsamente para “quitarle a los hombres la casa, los niños y la paga”, y de llevarlos después al “suicidio por divorcios abusivos”. Son esos mensajes los que facilitan que muchos maltratadores se ratifiquen en su violencia y lleguen a matar a sus parejas, mientras la sociedad se pregunta qué está pasando para que continúen los homicidios por violencia de género. Si no hubiera tanta permisividad con quienes promueven el odio y la violencia de género, habría menos mujeres maltratadas y asesinadas.
¿Es eso lo que importa?
La estrategia posmachista del machismo está muy medida y busca perpetuar sus privilegios y beneficios. No por casualidad la impunidad en violencia de género se sitúa alrededor del 95% respecto al total de casos, y tampoco es por azar que, aunque en el 45% de los casos de violencia en la pareja se producen agresiones sexuales, tal y como recoge la OMS, las condenas en los casos de violencia sexual en general no llegan al 1%. Ellos necesitan mantener ese orden para continuar con su impunidad y culpar de todo a las mujeres y a la Igualdad.
¿Por qué no actúa la policía frente a esa violencia simbólica y directa del posmachismo que lleva a tantas agresiones y homicidios?
Ahora, eso sí, ninguno de estos hombres enseñan su cuerpo desnudo por la calle durante sus reivindicaciones… ¿Es eso lo que importa?