Muere Pepe Moya, un referente para el empresariado en Andalucía
José Moya Sanabria (Sevilla, 1953), más conocido como Pepe Moya, llevaba un año luchando contra el cáncer que se lo ha llevado en Pamplona, y con él se ha ido uno de los referentes del empresariado de esta tierra, en la que su nombre quedará siempre vinculado a Persán, empresa familiar de de productos se limpieza del hogar, que refundó y a la que ha dado números de multinacional. Quizá no muchos lo recuerden, pero esta firma creó el primer detergente en pastillas comercializado en Europa donde hoy, con más de 800 trabajadores, es la empresa más grande del sector y segunda en el mundo.
Desde la misma impulsó la Fundación Persán, que fundó con su mujer y presidenta, Concha Yoldi, sellando su compromiso con el emprendimiento y el apoyo a los jóvenes con dificultades para insertarse en el mercado laboral. Hasta hace no mucho se le veía dando conferencias, sobre todo entre universitarios que, como él en su día, se formaban en el mundo de la empresa. De hecho, se había licenciado con la primera promoción de Ciencias Empresariales y Económicas de la Universidad de Sevilla, a la que siempre permaneció vinculado, como también a la Hermandad de los Estudiantes, de la que era uno de sus principales benefactores, porque Pepe Moya, según los que le conocían, representaba el ejemplo de empresario comprometido con lo que le rodeaba.
Su trayectoria incluyó una primera etapa en la dirección financiera de la señera, y luego sucumbida, fábrica de cerámica Pickman de Sevilla. Porque trabajó muchos años como gestor, en lo público, donde en los 80 fue gerente del área de Gobierno Interior del Ayuntamiento de Sevilla, y en lo privado, como consejero delegado de empresas de varios sectores: inmobiliario, transporte y informático... Pasó igualmente por la organización promotora del reciclaje Ecoembes. En realidad, nunca paraba, y hasta impulsó el foro de opinión Centro de Debate y Desarrollo, empeñado en afrontar los retos para el despegue económico de Andalucía.
Gran aficionado a los toros, pudo cumplir su sueño de fundar su propia ganadería e innovar con la ingeniería genética en la selección desde la finca el Parralejo, en El Castillo de las Guardas en 2007, pero no el de lidiar en la Feria de Abril, truncada por una pandemia que llegó cuando él sabía desde hacía poco que tendría que afrontar un cáncer.
Llora su pérdida también el beticismo, dado que llegó a ser consejero del Real Betis Balompié, que le dio más disgustos que alegrías, pero quizá por eso nunca perdió su capacidad de saber reponerse.
Taurino, cofrade, bético... En él se daban muchos de los apellidos que se pudieran presumir a un sevillano clásico, pero sobre todo los que tantas veces se obvian: emprendedor, empresario y gestor.
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