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Desigualdad, femenino singular: mujeres, precariedad y pobreza laboral

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Precariedad, discriminación, invisibilización, trabajo doméstico no remunerado, presión social. Son solo algunos obstáculos que deben superar las mujeres. Allá donde miremos, la precariedad laboral tiene rostro de mujer. Raquel, como Shiva, multiplicaba sus extremidades para hacer mil cosas a la vez: mientras con una mano tecleaba con la otra mano daba el biberón. Todo su trabajo, todo su esfuerzo, se ha visto recompensado con el ascenso de su compañero, para que ella tuviera “un poco menos de responsabilidad mientras crías a tu bebé”.

Como hace el jefe de Raquel en 'Como huellas en la orilla', las ideas, valores y creencias hoy dominantes acerca de los roles de género, acerca de quién debe hacer qué en el mundo y en el trabajo remunerado y no remunerado son la base oculta, pero más amplia y profunda, de las experiencias de precariedad y discriminación que miles de mujeres viven cada día y que explican que, pese a tener uno o más trabajos remunerados, no llegan a fin de mes.

Como en un iceberg, estas normas sociales discriminatorias, que no se ven a simple vista, son las que, junto con la ausencia de políticas públicas adecuadas, hacen que las mujeres sean mayoría en todos los indicadores de precariedad señalados (remuneración y tipo de contrato). Al mismo tiempo, continuar asumiendo una mayor carga de trabajos del hogar y de cuidados no remunerados influye decisivamente, interrumpe, y constriñe el desarrollo profesional de las mujeres.

La falta de tiempo derivada de la necesidad de trabajar remuneradamente y del trabajo del hogar y de cuidados no remunerado, que sigue recayendo mayoritariamente en ellas - en España, las mujeres se ocupan de hacer el 67,2% de las actividades no remuneradas de los hogares, frente al 33% de los hombres, lleva al aislamiento y al agotamiento personal y social, afectando a su percepción y satisfacción con la vida. Cuando se pregunta por el nivel de satisfacción general con la vida, en una escala de 0 a 10, las personas situadas en el quintil de ingresos inferior dan una puntuación de 6,2, frente a un 7,5 de las personas en el quintil superior.

Se generan así trayectorias vitales y profesionales intermitentes, inseguras y muchas veces estancadas, que impiden a miles de mujeres disfrutar plenamente de sus derechos. Como la de Raquel, nuestra guionista ficticia cuyos pasos no quiere ver hundidos “como huellas en la orilla”, con la que no contaron para presentar el trabajo. Las mujeres son castigadas aún por normas sociales que las sobrecargan con responsabilidades de cuidados e infravaloran el puesto que ocupan en el mundo y en la sociedad, como se analiza en el informe 'Voces contra la precariedad: mujeres y pobreza laboral en Europa' (Oxfam, septiembre 2018), donde se observa que, pese a los avances en la posición de la mujer en el mundo del trabajo experimentados en los últimos años a nivel global, europeo y en el Estado español, aún queda mucho por hacer.

Trabajo parcial no deseado

Las mujeres son mayoría entre la población trabajadora con bajos salarios. En España en 2014, 1 de cada 5 mujeres (vs. 1 de cada 10 hombres) experimentó baja remuneración, esto es, su salario era de dos tercios o menos del salario mediano nacional por hora: 6,6 € en España. Esto se debe en parte a la segregación sectorial y ocupacional. Por varias razones, las mujeres tienden a concentrarse en sectores y ocupaciones más precarizados y menos valorados tanto social como económicamente, como hostelería, restauración y turismo, o el empleo del hogar

y de cuidados. Sumando a esta segregación la brecha salarial de género -esto es, cobrar menos por trabajo de igual valor-, que se mantiene en un 14,2% en España, se dibuja para muchas mujeres un camino casi directo hacia la pobreza aun teniendo un empleo, un fenómeno en aumento y que afecta ya a más de 1 de cada 10 personas trabajadoras en España (13,1%).

Otro factor clave es la presencia desproporcionada de las mujeres en ciertas formas atípicas de empleo, y en concreto, en el trabajo a tiempo parcial, siendo especialmente preocupante el aumento del trabajo parcial no deseado, esto es, cuando el motivo de tenerlo es no poder acceder a un trabajo a tiempo completo. Más de 1 de cada 2 personas trabajadoras con jornada parcial en España la tiene de forma involuntaria (el 57,9% del total de la población con contrato parcial). El 70,5% de las personas que tienen un trabajo a tiempo parcial y desean tener uno a tiempo completo, pero no lo consiguen, son mujeres; frente al 29,4% de hombres.

Solventar todas estas cuestiones implica regulaciones públicas que estimulen la responsabilidad de las empresas, así como cuestionarnos como sociedad qué actitudes y creencias discriminatorias sustentan el sistema, y avanzar en la corresponsabilidad con los cuidados desde las políticas públicas y los hogares. También impulsar y poner en marcha políticas públicas europeas y estatales que garanticen unos ingresos mínimos dignos para toda la población, lograr la igual remuneración de hombres y mujeres y que esto pueda ir corrigiendo la brecha de género en las pensiones, y garantizar en todos los casos derechos laborales y condiciones de trabajo decentes a los grupos de población trabajadora más vulnerable -mujeres, migrantes, jóvenes, familias monoparentales, que además están trabajando sectores que cuidan la vida, esa que debemos conseguir que sea lo más justa, inclusiva y equitativa posible.

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