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Sobre este blog

En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Su futuro, nuestro futuro

Tres investigadores comparten el Nobel de Química por sus estudios sobre el ADN

Juan Antonio Gil de los Santos (@juangilpodemos), portavoz de Salud del Grupo Parlamentario Podemos Andalucía

Hace unos días se podía leer en prensa una noticia de la que sentirse especialmente orgulloso: 'Investigadores de la Universidad de Granada anuncian que han patentado un fármaco eficaz contra varios tipos de cáncer'. O esta otra: 'Cardiólogos del Hospital de Úbeda reciben el premio al mejor trabajo científico en el Congreso Nacional de Cardiología celebrado recientemente'. No son los únicos casos. También en 2012 un joven investigador ganadino recibió la distinción del Howard Hughes Medical Institute en Estados Unidos.

La investigación en Andalucía, de momento, no es un páramo desértico, y eso muy a pesar de las instituciones públicas que apenas apuestan por este sector y que lo han relegado a una posición muy secundaria. Tenemos los mimbres para crear un sector potente, partiendo de la base de una buena nómina de investigadores. Un sector al que tan solo le hace falta empezar a ofrecer un apoyo real y, evidentemente, plantear una reestructuración que lo haga eficiente para servir como una pieza básica para impulsar la economía andaluza y española.

Andalucía ocupa una discreta posición en la mitad de la tabla en relación con el resto de Comunidades Autónomas,  en lo que a inversión en investigación se refiere. Las primeras posiciones las ocupan País Vasco, Navarra y Madrid con cifras de entre 579 y 637 euros por habitante y año. Lejos está la comunidad andaluza con 195 euros por habitante, en datos del año 2014. Y eso a pesar de la puesta en marcha de proyectos tan emblemáticos como el Banco Andaluz de Células Madre de Granada que, a pesar de ser uno de los referentes en su materia, está muy lejos de las expectativas que se generaron con su creación.

Con un apoyo público muy residual, los resultados darían un aprobado alto. Andalucía fue en el año 2014 la segunda comunidad autónoma con más patentes registradas, con un total de 527 se ha situado tan solo por detrás de Madrid, una cifra que suponía el 18% del total nacional. A este dato se suma que las universidades de Málaga, Sevilla, Cádiz y Granada están entre las 10 instituciones españolas que más patentes internacionales registraron entre 2005 y 2013.

Lejos de Europa

Sin embargo, tenemos que ser conscientes de que estamos muy lejos de alcanzar niveles medios europeos y, desgraciadamente, estamos muy lejos de que la investigación se convierta en la base para el nuevo modelo productivo que necesita Andalucía. De hecho, en el mes de septiembre continuaban las protestas de los científicos españoles alertando de su precariedad laboral y sobre las pésimas condiciones para la investigación.

La investigación se apoya en instrumentos como el Plan Andaluz de Innovación para el periodo 2014-2020, pero también en instituciones como la Sociedad Andaluza del Conocimiento, y en fondos estructurales como el Horizonte 2020 o el RIS3. Un lío de nombres y de fondos, que se encuentran dispersos incluso en organismos europeos. Para empezar a apostar de forma contundente por la investigación, necesitamos un modelo organizativo claro y eficiente. La Agencia Andaluza del Conocimiento debe ser la que gestione y coordine todos esos programas y todos los fondos, con la dotación de un presupuesto suficiente para impulsar los equipos de investigación existentes y la creación de equipos de nuevo cuño que se consideren necesarios.

Pero si el objetivo final es que la investigación debe ser la base para el nuevo modelo productivo, debe favorecerse de forma paralela la traslación de esa investigación a las empresas. Por lo tanto, deben establecerse mecanismos que no solo faciliten sino que incentiven la vinculación entre ambos sectores. De esta forma, la mejora de la investigación y desarrollo (I+D) tendría una relación directa con la aparición de nuevas empresas y de nuevos empleos. Sería el inicio de un viaje para dirigirnos hacia un modelo realmente moderno y más estable, menos susceptible a los vaivenes del sempiterno sector del ladrillo que tantos sobresaltos nos ha dado desde los años 70 del siglo XX.

La inversión en investigación médica y clínica

El primer pilar de este nuevo modelo organizativo debe ser la Educación. Y me refiero aquí a todos los ámbitos desde la Primaria hasta la Universidad. La investigación debe fomentarse desde los primeros cursos, en los que debe capilarizarse entre los más jóvenes la inquietud por saber más. Y ya en la Universidad, es necesario mejorar y ampliar los programas de investigación con más dotación económica y con más medios técnicos. Por lo tanto, la coordinación a la que me refería para el cambio de modelo productivo debe incluir tres ejes: educación, equipos y entidades investigadoras y empresas.

De igual modo, debido al gran volumen que supone la partida de gasto farmacéutico respecto al total del presupuesto sanitario en nuestra Comunidad, se han puesto en marcha varias herramientas cuyo objetivo pasa por asegurar la sostenibilidad de nuestro sistema público de salud. De entre estas iniciativas se encuentran la prescripción por principio activo o la subasta de medicamentos. Pero parece haberse dejado de lado una de las herramientas que supondrían a medio y largo plazo el aseguramiento más efectivo de todas: la inversión en investigación médica y clínica, en la búsqueda de nuevos medicamentos que no solo estarían del lado de los pacientes en cuanto a curación de sus enfermedades, sino que supondría un ahorro enorme en la compra de medicamentos de última generación.

Mientras el precio por un medicamento se dispara en los primeros veinte años de la patente, el precio de aquellos promovidos por investigadores públicos se mantendrían desde el primer momento a un precio de coste, pues la rentabilidad del mismo no se amortizaría por los ingresos de un precio de venta desorbitante sino por el propio sistema en sí.

Tenemos en nuestras manos la posibilidad de construir un nuevo futuro, una nueva Andalucía. Esto es, el conocimiento debe de convertirse en el nuevo eje vertebrador del modelo productivo andaluz. Y lejos de tratarse de una utopía, lo único que se requiere para llevarlo a término es voluntad política. Hay que saber dónde focalizar nuestros esfuerzos económicos, saber en cuáles inversiones recogeremos los mejores frutos para la sociedad andaluza. El futuro de Andalucía, será, por lo tanto, nuestro futuro.

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