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Personas sin hogar: abandono, solidaridad o negocio

Foto: Juan Miguel Baquero

Nale Ontiveros

Si paseamos cualquier tarde por los alrededores del Centro nocturno de Baja Exigencia, en la calle Dr. Fedriani de Sevilla, podemos contemplar el espectáculo desolador de decenas de personas sin hogar que deambulan esperando que se abra la reja de entrada. Cuando ésta se abre, un trabajador de la empresa que gestiona dicho centro, Grupo 5, leerá los nombres apuntados en una lista, nombrando a los elegidos que, al menos esa noche, podrán dormir en una cama, al abrigo de las inclemencias del tiempo. Nombres en una lista que salvará por un día aproximadamente a cuarenta personas afortunadas. Los que entran lo hacen rápido, sin apenas mirar atrás, donde dejan amigos, colegas o compañeros de fatigas. Caminan, sin creerse aún la suerte que les permitirá ducharse, cenar caliente y dormir tranquilos varias horas seguidas.

Muchos otros, los no elegidos, cogerán sus escasas pertenencias y caminarán de nuevo en busca de un lugar seguro, de un abrigo o refugio donde pasar la noche. Si observas sus rostros puedes leer la angustia y la ansiedad que esa forma de vivir les provoca. Rostros ajados, secos, enjutos en su mayoría. Ojos hundidos, con la mirada perdida y de pisadas lentas.

Antonio, Carlos o Fidel son algunos de ellos. Vidas diferentes e igual resultado: la calle como hogar. Ellos me cuentan cómo son sus días. Y lo que me dicen es estremecedor: días llenos de pasos que no llevan a ninguna parte, llenos de miradas y gestos de desprecio. Bien por su aspecto o bien por su olor, son expulsados sistemáticamente de todos los lugares públicos, condenados a la soledad y el abandono. Se marchan sabiendo que mañana les tocará volver a la misma reja y probar suerte de nuevo, sin que nadie pueda saber los criterios de selección que manejan para dejarles, o no fuera. He intentado, sin éxito, que me confirmen desde Grupo 5 y el Ayuntamiento dichos requisitos ante la reclamación de las personas afectadas, que esgrimen posible arbitrariedad y ocultación de los mismos.

Entonces me pregunto cómo es posible que un ayuntamiento como Sevilla, con un presupuesto de setecientos cincuenta y cinco millones de euros, destine a paliar la problemática de las personas sin hogar casi cuatro millones de euros, y aún así sigan viviendo tantas personas en la calle. ¿Son suficientes dichos recursos?

Los recursos para las Personas sin Hogar

La financiación de los servicios para personas sin hogar es en un 90% financiación a través de partidas públicas, autonómicas, municipales y europeas. El otro 10% lo aportarían algunas entidades privadas y particulares. Veamos cómo se distribuye parte de la partida presupuestaria de los Recursos Municipales, todos ellos de titularidad pública, gestión privada y financiación pública.

-Tres millones cuatrocientas euros son destinados a las UMIES (Servicio de Intervención Social en Emergencias Sociales y Exclusión Social), que los divide en aportaciones a la SES (Servicio de Emergencias Sociales), que cuenta con un servicio de atención 24 horas al día, 365 días al año, para lo cual está dotada de una furgoneta para la atención en la calle y el traslado de usuarios en situación de emergencia. Y el Centro de Acogida Municipal, situado en la calle Perafán de Ribera, donde se acoge a unas 165 personas sin hogar, distribuidos en programas de corta, media o larga estancia, donde tienen habilitados, también, varios módulos familiares. Allí los internos pueden permanecer las 24 horas al día, donde reciben atención a sus necesidades más básicas, así como orientación e información sobre otros servicios y procedimientos administrativos.

-Por otra parte, con una dotación de trescientos setenta mil euros anuales, el Centro de Acogida nocturna de Baja Exigencia Hogar Virgen de los Reyes, donde pernoctan alrededor de 40 hombres y mujeres sin hogar. Allí se les ofrece duchas, cena y desayuno, una cama en literas en habitaciones compartidas y una taquilla para sus pertenencias durante su breve estancia, debiendo abandonar el albergue a las 8 de la mañana, después del desayuno. Se da la circunstancia de que en el próximo mes de Noviembre se llevará a cabo una nueva adjudicación de la gestión privada de este Centro, que se encuentra actualmente en fase de valoración de las ofertas presentadas. En el concurso, varias empresas se disputan dicha gestión, entre ellas la que lo gestiona actualmente, Grupo 5, y la que lo gestionó anteriormente, la Fundación RAIS.

Además de estas entidades, existen otros centros, de titularidad privada, gestionadas por entidades religiosas en su mayoría, pero con dotación económica pública y privada, aunque las grandes partidas correspondan a la financiación pública. Entre otros cabría destacar el Centro Amigo, de Cáritas (con unas 20 plazas de estancia media o larga), Miguel de Mañara, de San Vicente de Paul (con otras 20 plazas de estancia media) o Cristo Vive (con otras 10 plazas). Como podemos comprobar, aún sumando todos los recursos, públicos o privados, no llegarían a cubrir ni el 50% de las necesidades estimadas.

La primera duda que me asalta es el por qué el Ayuntamiento de Sevilla gestiona los servicios sociales a personas sin hogar a través de empresas privadas. Para conocer más sobre la gestión de los Centros, contacto con Felipe García Leiva, antropólogo e investigador, experto en sinhogarismo. Me explica la transición hacia este modelo actual, desde un modelo impregnado de un concepto caritativo anterior, en el que eran las entidades de tipo religioso las que se encargaban de paliarlo. Fue allá por el año 2009 cuando la entonces delegada municipal de servicios sociales, Ana Gómez, junto con otras personas y organizaciones que venían reclamando una mejora en el sistema de atención de las personas sin hogar, lo modifican, ampliando y mejorando los recursos y las plazas. Dándose la circunstancia de que con su marcha esta inercia de mejora quedó paralizada, e incluso mermada, hasta la fecha.

La segunda duda es el número real de personas sin hogar que habitan en las calles sevillanas. Lamentablemente, me dice, no se conoce el número exacto. Nadie nunca los ha registrado. En esa línea, se realizó en 2010 un mínimo estudio de recuento en un ejercicio conjunto en todas las capitales andaluzas, a petición de la Mesa de Expertos en Sinhogarismos de Andalucía, que arrojó una cifra estimativa de 500 personas (actualmente, se cree que rondaría las 700). Pero, hay muchos que permanecen ocultos o invisibles. Los servicios sociales sólo contabilizan individualmente el número de usuarios de cada unidad, por lo que si las personas sin hogar no utilizaran ninguno de los recursos, o por el contrario usaran varios, el número oscilaría. En Málaga, por ejemplo, sí existe un registro centralizado de los usuarios, lo cual evita las duplicidades.

La tercera duda es sobre el perfil de las personas sin hogar. Se tiene la idea preconcebida, basada en el estigma, de que estas personas se encuentran en esta situación por problemas derivados del uso abusivo de drogas o alcohol, dedicadas a la mendicidad o con problemas mentales. Él comenta que ni hay estudios realmente fidedignos ni se han diagnosticado a ese respecto. Que la cifra de personas con algún trastorno mental grave no alcanzaría ni el 10% de la población sin hogar. Y que las personas que padecen problemas de alcoholismo o drogodependencia oscilaría en un abanico de entre el 20%-30%. Lo cual nos arroja la cifra de un 70% de población que vive en la calle y que no consumiría ni drogas ni alcohol, por lo que se estaría tomando la parte por el todo a la hora de elaborar un perfil. Cabe reconocer que la mayoría sí sufre situaciones de acumulación de situaciones estresantes, que perjudicarían seriamente su salud.

Actualmente, el perfil ha ido evolucionando conforme los efectos de la crisis son más notorios, con un gran salto cualitativo y cuantitativo. Si hace unos años el perfil era mayormente masculino, se detecta una feminización progresiva, hasta el 20% del total de personas sin hogar. Así mismo, se percibe una extranjerización, juvenización y mayor diversidad cultural entre los usuarios de los recursos. Se observa una democratización de la exclusión social, por la que cualquier persona puede estar considerada en riesgo. Felipe García concluye con un novísimo perfil de la exclusión: familias completas, antes ajenas a la pobreza y la exclusión social, la llamada pobreza “vergonzante” y sobrevenida que les impide pedir ayuda a los servicios sociales ni ir a comedores sociales. Se trataría de personas cuyo nivel de vida se ha visto bruscamente modificado y cuyo entorno social les condicionaría a seguir aparentando un estatus anterior.

¿Se están utilizando correctamente los recursos?

Felipe García nos adelanta datos de su investigación. Para comprobar que no se están utilizando correctamente los recursos le basta con hacer la cuenta de lo que cuesta un recurso y dividirlo entre el número de beneficiarios. Si dividimos los tres millones cuatrocientos mil euros del coste anual del Centro de Acogida Municipal entre los 165 posibles usuarios, nos sale la cantidad de veinte mil seiscientas seis euros al año, por usuario. Si esa cantidad la dividimos, a su vez, entre los 12 meses del año, salen unos mil setecientos diecisiete euros por cada usuario y mes. Teniendo en cuenta que un piso medio en Sevilla puede costar alrededor de 500 euros… ¿No sería más interesante invertir ese dinero en la aplicación de una renta básica universal de misma cantidad de s.m.i., una vivienda social, y el sueldo de un equipo de profesionales que tutelen de forma directa a estas personas, acercándoles a un tipo de vida más organizado? Si hacemos la cuenta sumando el gasto de varios usuarios que pudieran compartir la vivienda en pisos tutelados, el ahorro que se podría conseguir sería aún mayor, así como la mejora de su atención y posibilidades de reincorporación social, que debería ser el objetivo, que rara vez se consigue con el modelo actual.

Por otra parte, la gestión privada de estos recursos de titularidad pública y de financiación pública adquiere un carácter excesivamente mercantilista. Uno de los objetivos fundamentales de las empresas que concurren en los concursos públicos es el beneficio económico, frecuentemente oculto detrás de las buenas palabras y la declaración de buenas intenciones. Hemos podido comprobar, incluso, como una entidad sin fines lucrativos como es RAIS,- a la sazón una de las concursantes en la actual licitación- llegó a hacer una bajada que de alguna manera podría parecernos temeraria, entorno al 26% del presupuesto presentado a concurso de la gestión del Centro nocturno de Baja Exigencia Hogar Virgen de los Reyes en el año 2012, de tal modo que el propio ayuntamiento tuvo que realizar un informe para corroborar que con esa bajada, el servicio iba a poder realizarse. Pero, si es así, ¿a costa de qué y de quién puede seguir realizándose un servicio presupuestado anteriormente un 26,54% más alto? Evidentemente, no se puede. Según los propios internos y antiguo personal de dicho centro, durante ese periodo ni las instalaciones, ni los equipamientos, ni las prestaciones básicas (como el servicio de alimentación, higiene, descanso, lavandería...) funcionaron en unos mínimos niveles estándares de calidad.

¿Por qué, entonces, el Ayuntamiento de Sevilla, titular y con las competencias de los servicios sociales, sigue manteniendo este modelo de atención? ¿Por qué el nuevo Consistorio ha vuelto a sacar a concurso este servicio de la misma manera que sus predecesores? El Ayuntamiento de Sevilla comenta que el nuevo titular, Juan Manuel Flores Cordero, tiene como prioridad abrir nuevas camas para mediados del mes próximo, antes de la temporada fuerte de frío y lluvia. Y que es notoria la falta de plazas en ambos centros y que es su intención ampliar la oferta, aunque sin detalles sobre cómo iba a hacerlo posible.

Felipe García aboga por otro tipo de sistema más de acuerdo con las experiencias del Norte de Europa, en la línea de ejemplos de modelos más sostenibles e integrales, sin grandes centros, como el Centro de Acogida Municipal, con claras deficiencias en cuanto a la atención psico-social, con un carácter demasiado prescriptivo e incluso represivo. Y sustituirlo por un modelo de viviendas individuales o para 2 ó 3 personas, y de pequeños centros de no más de 20 personas, con una racionalización de plazas y recursos, contemplando la reinserción social.

Hay que tener en cuenta que lo que mejoraría las condiciones de vida de las personas en riesgo o situación de exclusión social serían medidas de carácter estructural que incidieran sobre ellas como sujetos de derecho, la disponibilidad de una Renta Básica o de unos ingresos y alojamiento dignos, unidos a una atención personalizada y adaptada a las características y circunstancias personales. El modelo debería pivotar alrededor de cinco coordenadas: detección temprana y prevención, emergencias, estabilización y recuperación, promoción personal y social y autonomía. En lugar de seguir trabajando, escasamente, en las emergencias, como se hace actualmente.

Todos los informes presentados en estudios sobre la pobreza nos muestran una triste realidad: el número de personas que en España está en riesgo de exclusión supera los 13,6 millones de personas. Que 2,17 millones de personas han sido atendidas de alguna manera por Cáritas. Y de ellas, un 53% viven en hogares donde algún miembro de la familia tenía empleo, lo cual significa que el empleo, por sí mismo, ya no garantiza salir de la pobreza sin el apoyo de políticas de protección social. Entonces, si estamos fracasando en las medidas anti pobreza, ¿qué no pasará en el último eslabón de esta cadena, la de las personas con una situación de mayor gravedad y deterioro? No es suficiente con que pongamos nuestra atención en esta problemática un día al año, sino que trabajemos todos juntos, instituciones y entidades, para encontrar las posibles soluciones a este problema tan complejo.

Porque, mientras llegan las soluciones, cuando el centro nocturno cierra su puerta a las 8 de la mañana, las personas sin hogar estarán condenadas a pasar otras doce horas, cuanto menos, en las calles. Deambularán de nuevo sin rumbo fijo, porque no tienen dónde ir. Algunos caminarán a media mañana hacia uno de los comedores sociales, todos de titularidad privada pero financiación pública o mixta, ligados a entidades religiosas (como el de San Juan de Dios, los de San Vicente de Paul o por los bocadillos de Cáritas). Pero todos mirarán al cielo pidiendo sol en invierno y fresco en verano. Buscarán perderse de las miradas ajenas en los parques y jardines, que son su refugio. Dejarán pasar las horas delante de ellos. Horas que se convertirán en días. Días que se convertirán en meses. Meses que se convertirán en toda una vida si no impedimos que se continúe con la mercantilización de la pobreza.

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