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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

La vigencia del mensaje de Blas Infante en el siglo XXI

Ofrenda floral en el monumento a Blas Infante en una imagen de archivo.

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Quizás nunca un hombre decide la historia. Pero sí hay muchas ocasiones en las que ciertas personalidades desempeñan un papel determinante en el proceso histórico. Éste es el caso de Blas Infante y su compromiso con Andalucía y el andalucismo. Andalucía es principio y fin en la vida y obra de Blas Infante, dedicó su vida a la lucha contra los grandes males que azotan nuestra tierra y la terminó perdiendo por lo mismo, por creer en una Andalucía libre de políticos corruptos, de caciques y señoritos, donde los andaluces fuesen libres del hambre y la incultura para así regirse a sí mismos, ser dueños de su propio destino.

Estos males contra los que luchaba Infante siguen asolando nuestra tierra, aunque lo hagan con distinto rostro. La pobreza sigue devastando nuestros barrios, pueblos y ciudades; la tierra sigue en manos de los que no la trabajan, y los andaluces compran con su sudor y esfuerzo polvo y hambre. Como novedad, surge una nueva forma de jornalero en nuestra Andalucía: el camarero, el trabajador de hostelería, las kellys. Trabajadores explotados cuyos sueldos no dan ni para lo más básico y esencial para la vida, y ven cómo progresivamente son expulsados de sus barrios y ciudades. Pero sea en el campo o en la hostelería, el trabajo en Andalucía es esencialmente igual de contrario a la propia vida humana. Son trabajos que desnaturalizan a la persona, que le impiden tener una vida digna, conciliar y realizarse, les impiden trabajar para vivir, y les hacen vivir para trabajar.

Ese es el trabajo que hay hoy en día en Andalucía. Y necesitamos trabajo, sí, pero trabajo que dignifique, que permita vivir dignamente y tener una vida más allá del trabajo mismo. Y para ello necesitamos algo que ya planteaba Infante: transformar nuestra economía. Él entonces apostaba por la Reforma Agraria, y ésta sigue siendo pertinente, pero necesitamos de una economía diversificada, una economía fuerte, una economía autocentrada, desarrollo industrial y tecnológico ecosostenible. Necesitamos escapar de la dependencia económica que barre los cimientos de nuestro modelo en cada crisis económica. Nuestras vidas no pueden depender del consumo e intereses de otros, nuestra economía debe poner en el centro la vida humana, y debe hacerlo en consecuencia y respeto con nuestro entorno.

No se puede entender que una de las tierras más ricas de Europa, ya conocida así en tiempos de fenicios, griegos y tartésicos, que lo siguió siendo en época romana, visigótica y andalusí, tenga sólo para repartir entre sus hijos, como dijera Antonio Gala: “ceniza y amargura como alimento”, y a preguntarse “¿quién puede darme explicación de esta verdad atroz que, cuando la medito, me ensangrienta la paz y los papeles?”.

Sabemos qué necesitamos. Blas Infante sabía qué necesita Andalucía para escapar de su dependencia económica, subalternidad política y alienación ideológica y cultural, y no es otra que, como ya reclamasen Carlos Cano y el Partido Socialista Andaluz: PODER ANDALUZ. Necesitamos crear un poder político autónomo, un espacio económico específico y reconocer nuestra propia cultura. Que podamos decidir sobre nuestros propios recursos naturales, sobre nuestras fuerzas de trabajo, sobre nuestro ahorro, incluso sobre nuestro propio folklore y cultura, de todo lo cual hemos sido desposeídos. Necesitamos autogobernarnos.

José Aumente definió el andalucismo como aquella ideología y, por supuesto, aquella praxis, que promueve por encima de todo, los intereses de Andalucía en cada coyuntura histórica. Es hora de tener claro que los intereses de Andalucía no están representados por partidos obedientes a Madrid, que sólo podrán estarlo por partidos de estricta obediencia andaluza, y de entre ellos, sólo por quienes entiendan que la causa nacional de Andalucía siempre será la de sus clases populares y trabajadoras. Porque somos un pueblo de jornaleros, de camareros, de pescadores, de trabajadores, y nuestra burguesía ha sido siempre la principal enemiga del desarrollo andaluz.

El pueblo andaluz necesita reconocerse como pueblo dominado, explotado y alienado. Frente a esto la única alternativa democrática que de cara al futuro existe no es otra que la soberanía, el poder andaluz, una pieza clave sin la cual es imposible seguir avanzando, no sólo hacia la verdadera democracia, sino hacia un nuevo modelo económico que ponga la vida y nuestro entorno en el centro, hacia un horizonte ecosocialista.

Pero ese poder andaluz no podrá nunca conseguirse si no es a través de una nueva mayoría que suponga unidas a todas las fuerzas, organizaciones y colectivos democráticos y populares andaluces, que se organicen bajo esas cuestiones básicas y fundamentales que atisbaba Blas Infante, y que permitan construir una mayoría social andaluza consciente de que los problemas y dramas que asolan Andalucía tienen soluciones concretas, y pasan por la transformación radical económica y social de nuestro país. Construyamos ese bloque histórico entre todas y todos, y avancemos juntos hacia esa nueva Andalucía.

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