El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
La desaparición de los desconocidos
El planeta tierra es un cuerpo celeste fascinante. Durante miles de millones de años se ha ido generando el caldo de cultivo perfecto para albergar algo muy especial: la vida. Quizás no sepamos qué hay más allá de la vía láctea, pero sí que sabemos que es lo que hay en nuestro mundo. Aunque, ¿verdaderamente lo conocemos? Hace algo más de dos años, buscando ignotas e inexploradas zonas en Asturias, un amigo me recomendó visitar un pedrero de Villaviciosa que todos lo maliayos conocen muy bien. Es una zona a la que acuden pescadores, cangrejeros y surfistas. Una zona ‘famosilla’ en esa área. Descendimos el acantilado mediante la ayuda de un tutor, nos ceñimos el sombrero y activamos el modo ‘explorador’. ¿Qué organismos viven en este pedrero? En una zona llena de fina arena, y escondida bajo una piedra fuertemente anclada al suelo, la encontramos. Una pequeña cochinilla o bicho bola (Artrópodo: Crustáceo: Oniscídeo). Poco a poco comenzamos a ver muchas más. Y cuantas más veía, más dudas tenía. ¿Qué era aquél pequeño ser? Desde luego, no era nada de lo que se tuviese constancia en las costas cantábricas. Fueron necesarios más de dos años de estudio para que mi compañero Lluc Garcia y yo llegásemos a la conclusión de lo que teníamos entre manos. Una nueva especie de pequeño oniscídeo que hemos bautizado como Buchnerillo atlanticus Garcia & Robla, 2022. Un nuevo organismo que puebla nuestro planeta tierra, pero, ¿cómo encaja esta pieza en el inconmensurable puzle de la vida?
Se ha estimado que más del 80% de las especies que viven en la tierra están aún por describir. Y, entre todas ellas, los artrópodos son los triunfadores. Día tras día, en un sinfín de revistas especializadas y no especializadas se publica la descripción de multitud de nuevas especies de ‘bichos’. Que si un nuevo cangrejo de las costas brasileñas, cuatro nuevas arañas de China, veintitantas avispillas de alguna que otra región europea y un ciempiés anfibio de Tailandia. Sólo debes dejar volar tu imaginación. Es imposible hacer un seguimiento exhaustivo de todo lo que se descubre en tiempo real. De todos los animales actualmente descritos, se calcula que más del 90% son artrópodos. Hablemos de números, que suelen ser más fáciles de entender. Existen unas 6,400 especies de mamíferos, más de 10,000 de aves y unas 320,000 de plantas. ¿Sabías que los coleópteros o escarabajos cuentan hoy con un total de más de 400,000 especies descritas? Un número que supera con creces la suma de los tres anteriores. Pues imagina si considerásemos todos los grupos de estos invertebrados tan peculiares. Es innegable pensar que el mundo, tal cual lo conocemos, está dominado por los artrópodos. Sólo conociéndose algo más de un millón, aún nos queda un largo camino a recorrer hasta los diez millones que se estima que pueblan el planeta azul. Para que te acabes de convencer, imagínate una balanza gigante. Si colocásemos en uno de los lados a todas las personas del mundo, e incluso a todos los mamíferos, y en la otra a todos los artrópodos que pueblan la tierra actualmente, ¿qué crees que pasaría? Pues si le diste la victoria al segundo grupo, has acertado. Los artrópodos llegan a suponer cerca del 42% del total de la biomasa de animales de nuestro globo, algo nada desdeñable. Pues piensa que estos números crecen día a día, con el trabajo de una inimaginable cantidad de biólogos, naturalistas y aficionados. Pero, ¿y si te dijese que también decrecen?
La polinización de la mayoría de plantas
Por desgracia, hace tiempo que vivimos un período del Antropoceno que muchos han bautizado con el apelativo de ‘la Sexta Extinción’. Ya lo decía Elizabeth Kolbert en su libro. Sin embargo, no todos reciben la misma atención. Quizás todos sepamos acerca de la grave situación del oso panda o el koala. O cómo desaparece la fauna de la sabana africana o las grandes poblaciones de primates de todo el mundo. Todos denunciamos el furtivismo del marfil, la silenciosa desaparición de la vaquita marina o el horror de la extinción de los anfibios a causa de un despiadado hongo. Pero, ¿y los artrópodos? Tuvieron un pequeño eco en la sociedad cuando un grupo de científicos estimó una reducción del 75% de la biomasa de insectos en algo menos de 30 años. Porque sí, los artrópodos también desaparecen. En presente: están desapareciendo. Vivimos una tremebunda extinción silenciosa. Cada minuto que pasa, se apaga una luz más. De entre todas las especies que aún nos quedan por conocer, algunas nunca les vamos a poder poner nombre. Los artrópodos, esos grandes olvidados, repudiados y estigmatizados, también están en peligro. Lo que pasa, es que a nadie le importa tanto. Y, poco a poco, sus libros llegan al final sin que nadie haya podido leerlos.
Y es que, sin artrópodos, no podríamos vivir. Cargan sobre sus hombros la polinización de la mayoría de plantas de nuestro planeta, incluidas las que nos comemos. Plantéate que el que estés disfrutando de una manzana podría ser gracias a una mosca o a una pequeña abeja solitaria. ¿Querrías un mundo con abejas robóticas como las de ‘Black Mirror’? Los artrópodos son uno de los mayores descomponedores de materia orgánica. Excrementos, cadáveres, hojarasca, troncos o cualquier cosa que se les ponga por delante. Son unos basureros excelentes. Reyes del reciclaje. Hacen que los nutrientes vuelvan a incorporarse al sistema. También fertilizan, airean y remueven el suelo. Son importantes ingenieros ecosistémicos: mueven semillas de aquí para allá, crean superestructuras que cambian el entorno y mucho más. Son depredadores y regulan las poblaciones de muchos otros organismos, tanto más pequeños que ellos como mucho más grandes (¡qué se lo digan a los parásitos!). Y, qué menos, también son presas. Son una parte fundamental de las cadenas tróficas de todos los ecosistemas del mundo. Ese gran carnívoro amado y venerado por todos depende, en pequeña instancia y de forma indirecta, de esa coqueta mariposa que poliniza las flores de la planta de la que se alimenta el herbívoro que es la presa del citado carnívoro. Todo es un ciclo. ¿Cómo no vamos a ver la importancia de estos pequeños duendes en todo lo que nos rodea? El mundo funciona gracias a ellos, y nosotros vivimos porque ellos están aquí. Pues por desgracia, también están desapareciendo. A un ritmo alarmante. Y, aún más triste, nadie te lo cuenta. No hay noticias acerca de lo que les está pasando.
En los escasos minutos que te ha tomado leerte esta columna, han desaparecido varias especies de estos nefelibatas. Completamente desconocidas. De entre todas las especies que se describen, son muchísimas las que desaparecen sin que las conozcamos. Las polillas y luciérnagas ya no vuelan hacia la luna por culpa de la incesante luz artificial. Las siegas y pesticidas están dándoles el Game over a multitud de pequeños polinizadores. Las especies invasoras son una amenazada frente a las que muchas poblaciones de artrópodos no pueden vencer. Cada vez se eliminan más hábitats, se expropian más recursos del medio natural, se desecan más humedales o simplemente se aplican productos para eliminar animales que siempre han causado pavor. Y ya no hablemos ni del estado del gran azul. Y es que, ¿cuántas especies están en peligro de extinción? Curiosamente, aún siendo el grupo más abundante de organismos, es el que menos especies evaluadas tiene en proporción. Quizás sea difícil, no digo que no. Pero tampoco es que nadie se esté implicando para obtener esa respuesta. Quizás debas pensártelo dos veces antes de darle un zapatazo a ese pequeño ‘bicho’ que se ha colocado en tu casa. Podría ser uno de los últimos representantes de su estirpe. Ellos llevan millones de años viviendo en este planeta, cumpliendo funciones indispensables y siendo uno más. ¿Verdaderamente merecen que su historia se acabe aquí? Yo creo que no. Porque recuerda, con ellos, quizás también tengamos que poner punto y final a la nuestra.
Sobre este blog
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
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