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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

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Esther Rodríguez González

Instituto de Arqueología de Mérida (IAM) —

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La Península Ibérica ha sido objeto de las idas y venidas de pueblos y culturas desde la Antigüedad hasta la actualidad, donde las puertas, afortunadamente, permanecen abiertas. Y es que resulta evidente que la posición geográfica que ocupa la península, a caballo entre dos grandes continentes y bañada por el mar mediterráneo, lo que supone una conexión fácil y directa con oriente, cuna de culturas, ha posibilitado el tránsito de sociedades e ideas durante miles de años. Este aperturismo nos ha convertido en un territorio plural donde conviven neanthertales, fenicios, griegos, romanos, visigodos, almohades o castellanos y aragoneses, cuyas huellas arqueológicas conforman hoy nuestra riqueza patrimonial.

La Arqueología es la ciencia que se encarga del estudio de estos pueblos y de las repercusiones que su paso ha tenido en la configuración de la sociedad actual, porque por mucho que lo neguemos, señoras y señores, no hemos inventado nada, únicamente nos hemos esmerado en mejorar nuestra herencia; sin embargo, necesitamos comprender el pasado, no solo para evitar caer en los mismos errores en el futuro, que sin duda tropezaremos, sino para comprender la estructura de nuestro presente.

Del mismo modo que la ropa, los cortes de pelo o la música, la cultura también entiende de modas. Desde el año pasado asistimos al auge de dos líneas de investigación: los Neanthertales y Tarteso.

¿Qué sabemos de Tarteso?

De entre todos los pueblos que habitaron la Península Ibérica durante la antigüedad, Tarteso es quizás uno de los que mayor interés ha suscitado en los últimos tiempos por dos razones fundamentalmente: el mito que gira en torno a su existencia y el reciente hallazgo de nuevas evidencias arqueológicas que nos permiten acercarnos a esta cultura desde ámbitos de estudio antes poco explorados por la falta de datos.

Así mismo, Tarteso es quizás uno de los mejores ejemplos para comprender la pluralidad cultural a la que hacíamos alusión más arriba. Debemos tener en cuenta que la cultura tartésica es el resultado de la unión entre el sustrato local, de origen peninsular, y los elementos y avances llegados de oriente junto a la colonización fenicia de la que fue objeto la Península Ibérica desde finales del s. IX a.C. El componente local que impera en la formación de Tarteso es el que le hace merecedor de su pluralidad, pues, aunque el territorio de Tarteso se extendió entre las actuales provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz, su formación y, por lo tanto, su huella arqueológica, nunca será idéntica en todo el territorio, en tanto en cuanto, el sustrato indígena que lo conforma no lo es.

Recientemente, al núcleo andaluz de Tarteso se le han sumado con fuerza los territorios que comprenden el valle medio del Guadiana, antes apartados de esta cultura al localizarse muy al interior y al permanecer ausentes de las fuentes clásicas que narran su existencia y localización. Pero la arqueología es tozuda y ahora resulta que los restos arqueológicos mejor conservados para el estudio de Tarteso se localizan dentro de la actual comunidad extremeña.

Así, recientes trabajos arqueológicos en un túmulo localizado dentro del término municipal de la pequeña localidad pacense de Guareña, han permitido sacar a la luz la existencia de un monumental edificio construido con tierra único hasta la fecha por conservar en pie sus dos plantas constructivas, así como por albergar, entre otros objetos, el fragmento de lana más antiguo conservado en la Península Ibérica o la única escultura de mármol de origen griego que todavía conserva su policromía.

Sacrificio de animales

Pero quizás, hayan oído hablar de este impresionante enclave arqueológico por el hallazgo de un gran sacrificio de animales documentado en el patio. Sobre el suelo de este gran espacio se han dispuesto los cuerpos de más de medio centenar de animales, entre los que destaca la figura del caballo, un animal siempre vinculado a las actividades de culto y símbolo de riqueza durante la antigüedad. Lo acompañan varias vacas, otros tantos cerdos y un perro; la primera hecatombe documentada en el occidente del Mediterráneo sobre la que todavía tenemos muchas preguntas que, con suerte, pronto alcanzaremos a resolver.

El yacimiento de Casas del Turuñuelo, junto a enclaves ya conocidos como El Carambolo o Cancho Roano, así como las necrópolis de Cruz del Negro (Carmona), la Angorrilla (Alcalá del Río) o Medellín (Badajoz), son una pequeña puerta al conocimiento de Tarteso del que todavía nos resta mucho por conocer; pues si se fijan, la opulencia que desprenden todos los hallazgos realizados hasta la fecha nos permiten conocer a su clase alta, pero ¿dónde están sus campesinos?

A pesar de todo el camino que nos queda por andar, creo desde mi experiencia que ya hemos sobrepasado uno de los primeros obstáculos, la leyenda, porque, aunque el mito siempre lo perseguirá, creo que hemos conseguido transmitir a la sociedad que Tarteso forma parte de su pasado cultural.

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