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Sobre este blog

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.

De lo mítico a lo real: desvelando los secretos del torillo andaluz

csic

Carlos Gutiérrez-Expósito

Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) —

Hay que retrotraerse al final de los años 90 para reconstruir la historia moderna del estudio del torillo andaluz. Iniciamos una larga andadura para desvelar el misterio de la existencia de esta enigmática ave sin una sola cita documentada en España desde un 3 de diciembre de 1981 en que, en el entorno del Parque Nacional de Doñana, se cazó el último torillo ibérico del que se tiene constancia. Este ejemplar y otros obtenidos en la zona ese mismo año, se conservan hoy en la colección científica de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) en Sevilla.

Sirva como introducción decir que los torillos son aves tremendamente discretas y difíciles de localizar. Viven entre la vegetación sin apenas dejarse ver y volando sólo en caso de extrema necesidad. El canto, emitido por las hembras, es un leve sonido de baja frecuencia, similar al obtenido al soplar sobre la abertura de una botella de cristal vacía, que apenas es audible a muy corta distancia. Así pues, podríamos decir que su vida es más parecida a la de un ratón que a la de un ave.

Tras casi 20 años de iniciativas infructuosas por parte del Gobierno de España, la Junta de Andalucía y la Diputación de Cádiz, así como entidades conservacionistas como el Colectivo Ornitológico Cigüeña Negra que pudieran documentar la persistencia del torillo en España, el Equipo de Seguimiento de Procesos Naturales de la Estación Biológica de Doñana comienza a indagar en la posibilidad de que aún exista alguna población en Marruecos.

Siguiendo la pista de las grabaciones que, en los años 60, Jean C. Roché hizo del canto de las hembras de esta especie en Marruecos, en el año 2000 este equipo, a la par que otros ornitólogos de origen francés y catalán, dan con el desaparecido torillo en una zona de monte bajo cercano a la localidad de Oualidia. Desde entonces apenas un par de citas más atestiguan la permanencia de aves en ese lugar, mientras somos testigos de cómo el abandono de la zona está conllevando a un deterioro constante de las formaciones de palmito (Chamaerops humilis) y erguén (Chamaecytisus mollis) que albergan al misterioso pájaro. La última cita de un ave cantando en esta zona, ya dividida en dos por la autopista que va desde El Jadida hasta Safi, se remonta a 2006.

Aun así, algunos ornitólogos europeos, con más empeño que esperanza, se van dejando caer por la región en pos del escurridizo torillo. Sorprendentemente, en 2004, un par observadores fineses relatan la observación de un torillo cruzando la carretera que por la costa va desde El Jadida hasta la mencionada Oualidia. Una breve observación de un ave veloz que acaba perdiéndose en un campo de zanahorias. Hasta el momento, y según todos los testimonios y la bibliografía consultada, se consideraba al torillo como un habitante exclusivo de formaciones de matorral mediterráneo, y no de unas huertas junto al mar.

Evidencias confirmadas

Poca credibilidad ofrecía una observación tan extraña, sin embargo, tres años más tarde las evidencias confirmaban el hallazgo de los finlandeses. En 2007 un ave es encontrada atropellada en esa misma carretera, lo cual confirma, no sólo que en la zona hay torillos, sino que, además, a veces, cruzan la carretera corriendo. Pero es que además ese mismo año, por primera vez en la historia, un torillo andaluz es fotografiado vivo. Valga como anécdota que esta fotografía fue realizada con una cámara digital, en un campo de maíz ya cosechado, así que podríamos decir que el torillo andaluz nunca conoció la era analógica de la fotografía. En los años siguientes, un par de grupos de ornitólogos europeos volvieron a escuchar y ver torillos en esa zona.

Más con el convencimiento de que se trataba de algún caso excepcional que de la presencia en esas huertas de una verdadera población, en 2009 nos acercamos a la zona con la vaga esperanza de encontrar algo. En esta ocasión fue una parcela de calabazas que nos habían indicado como escenario del sorprendente hallazgo. Para nuestra sorpresa, el cultivo de apenas media hectárea, estaba repleto de torillos. Al poco de llegar vimos adultos y pollos volanderos, oímos el canto de las hembras y encontramos nidos. Y, sobre todo, aprendimos cómo detectar de una forma rápida y eficaz a estas escurridizas aves. Con su estilo de vida discreto y terrestre, aunque no se dejen ver, los sitios habitados por torillos se encuentran llenos de rastros de su actividad, especialmente sus excrementos, que resultaron ser sorprendentemente fáciles de identificar. Así las cosas, pusimos en conocimiento de las autoridades científicas marroquíes el hallazgo y la posibilidad de emprender iniciativas de estudio y conservación.

En 2010, planeamos la realización de una búsqueda más amplia, con el apoyo del Espacio Natural Doñana, SEO/BirdLife y la Universidad de El Jadida. Con los escasos recursos conseguidos, la lección bien aprendida y acompañados por tres estudiantes marroquíes, comenzamos la búsqueda por toda la zona de huertas que discurre desde la localidad de Sidi Abed al noreste hasta el cabo Bedouzza al suroeste. Para nuestra sorpresa, los torillos resultaron ser bastante abundantes en distintos tipos de cultivos y estar bien distribuidos por la zona, así el área de distribución conocida del torillo pasó de la media hectárea de 2009 a casi 5000 al año siguiente.

Con la idea de ir un pasito más hacia adelante y tratar de ver cómo esta población podía vivir en una zona cultivada con tanta intensidad y tratar de calcular cual era el tamaño de esta última población, diseñamos una serie de muestreos sistemáticos. Previamente seleccionamos al azar una serie de parcelas que serían nuestra área de muestreo fija y permanente a lo largo de los años. Los muestreos los realizamos en junio de 2011, 2014 y 2017 y adicionalmente en otras estaciones en este último año. Así pues, ocho años después de empezar con el estudio de los torillos en Marruecos, teníamos ya una base de datos suficientemente amplia para afrontar su análisis y publicación.

Los resultados han visto finalmente la luz en un artículo que dimos en llamar “Tierras de cultivo, el último refugio del torillo andaluz” que se ha publicado recientemente en la revista Global Ecology and Conservation. Aquí describimos como los torillos, independientemente de la planta cultivada, seleccionan las parcelas en estado avanzado en el proceso de cultivo, cuando las plantas se encuentran ya en flor o produciendo cosecha. Veíamos también como mayoritariamente durante el invierno ocupaban campos de zanahorias, para, a medida que se cosechaban pasarse a los campos de cereal en pleno crecimiento al principio de la primavera y como después ocupaban multitud de cultivos de verano como maíz, calabazas, tomates o pimientos. Además, resaltamos la importancia de las parcelas de alfalfa, que estando disponibles todo el año, eran seleccionadas por los torillos independientemente de la estación del año, actuando como refugios permanentes.

El macho incuba los huevos

Asimismo, comprobamos como el periodo de reproducción es muy largo, y como comenzando con los pocos individuos supervivientes al último invierno, la población crece rápidamente a lo largo de la primavera y el verano, gracias al formidable potencial reproductor que, en condiciones favorables, tiene esta especie. Las hembras llevan la iniciativa en todo el proceso reproductor, cantando para atraer al macho con el que emparejarse. Conquistada ya la pareja, la hembra elige un lugar donde hacer el nido, y una vez preparado por ambos y tras las correspondientes cópulas, realiza una puesta de hasta cuatro huevos que dejará al cuidado exclusivo del macho. Éste tendrá que incubar y sacar adelante a los pollitos en solitario, mientras la moza, libre ya de obligaciones familiares, busca un nuevo candidato. Más aún, los jóvenes nacidos al comienzo de la primavera maduran con rapidez, y para el verano son capaces ya de reproducirse también.

Así, vimos como desde unos pocos cientos de individuos a primeros de marzo, la población, llegado el verano, ¡se multiplica por cinco! A medida que la temporada de cría va terminando, sin aportes de nuevas generaciones que suplan las bajas, la población va disminuyendo debido a procesos de predación, dispersión, muerte natural, …. Por desgracia, las condiciones en la zona parecen estar cambiando, y así vemos como nuestras estimas para el verano, momento en que la población alcanzaría su máximo, van disminuyendo a lo largo de los años. Así, en 2011 desde los casi 2000 torillos estimados, vemos como la población cae aproximadamente a 500 ejemplares en 2014. Nuestra última estimación para 2017 arroja una cifra que oscila entre 600 y 700 ejemplares, siendo por tanto este todo el contingente conocido para este taxón endémico del Paleártico occidental. Repartido en el pasado por zonas de ambiente mediterráneo de Portugal, Andalucía, Sicilia, Libia, Túnez, Argelia y Marruecos, hoy día encuentra su último refugio conocido en unos huertos, aún amables con la biodiversidad, en un reino junto al mar.

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