“A partir del piano bilingüe que inventó mi bisabuelo, mi álbum trata del idioma como patria”
Zeina Abirachez, libanesa de 35 años, afincada en París desde 2004 es autora del álbum El piano oriental, obra donde dialogan lo visual y musical a partir del juego de blancos y negros y que plantea la hibridación de la cultura oriental y occidental en la población de Líbano. Todo desde una perspectiva lírica, no política.
En su primera obra publicada en España, El juego de las golondrinas (Sins Entido 2008), la guerra de 1975 a 1990 era telón de fondo de un episodio, retratado con gravedad y humor: la convivencia una noche de los vecinos de un bloque de Beirut atrapados por los bombardeos. En este El piano oriental (Salamandra), Premio Phénix 2016 en el Festival Internacional de Cómic de Angulema, la semilla es de nuevo una vivencia familiar, la historia de un invento que no llegó a fabricarse a escala industrial pero apasionó y dio sentido a la vida de un artista, el pianista y afinador de pianos Abdalah Chahine, creador de una tienda de instrumentos y del sello discográfico Voix de L’Orient . Un hombre y su sueño. Una mujer, su bisnieta, heredera del legado creativo. Seducidos, ambos, por la hibridación de lo oriental y occidental. En un mundo donde se alimenta el choque de civilizaciones. La Fundación Tres Culturas trajo a Abirachez a Sevilla, en su apuesta por fomentar la interculturalidad.
(Tema interpretado por Abdalah Chahine en el piano que inventó para tocar el cuarto de tono característico de la música orienta):
¿Por qué quiso narrar la invención por su bisabuelo del piano oriental?
La idea era contar cómo inventó ese piano. Pero enseguida me di cuenta de que lo que me interesaba era el bilingüismo del instrumento. Cómo con un pedal podía interpretar los cuartos de tono orientales y también la gama occidental. Entonces me he dije: “¿Bilingüe? Yo conozco a otra bilingüe” e intercalé las escenas de mi bisabuelo, sobre fondo blanco, y las autobiográficas, en fondo negro.
“Ser un piano oriental es abrir una ventana en París y esperar ver el mar”, ¿qué busca con esa metáfora?
La uso, en la escena central, la única en que mi bisabuelo y yo, que no nos conocimos, nos reunimos, para transmitir que ser fruto de dos o más culturas genera situaciones extraordinarias. Se concilian, como en ese piano, diversos modos de vida.
La cita del álbum, del poeta palestino Mahmud Darwich dice “¿Quién soy?/ Es una pregunta que todo el mundo se hace./En mi caso, yo soy mi idioma”. ¿Por qué el idioma de Zeina Abirachez es mezcla inseparable de árabe y francés?
Para mí son lenguas maternas porque, en Líbano, las aprendí a la vez. Cuando, acabada la guerra civil, con 9 años, visité la zona oriental de Beirut, me sentí en el extranjero y me salió hablar en inglés. Entonces fui consciente de que mi idioma es hibridación de francés y árabe. En el libro lo dibujo como un tejido de punto.
Sin embargo dice que el francés era su “lengua refugio” y el árabe “de la violencia”.
Así fue en mi infancia. El francés era la lengua neutra, de la literatura, los sueños y cuentos frente a la de las malas noticias en TV y radio, de la policía, en la calle, de la violencia y brutalidad cotidiana vehiculadas por el árabe.
¿No considera un daño, una lesión a su identidad, por el colonizador occidental que su mente relacionara el francés con lo pacífico y el árabe con el conflicto?
Existe claro un daño a nuestra identidad. Pero eso es algo que advierte mi yo adulto. Hay una evolución en mi relación con el árabe que refleja el libro, sobre todo desde que vivo en Francia y entra en juego la nostalgia. Y también muestro cómo siempre que conozco a gente me relacionan con Las mil y una noches o con barbudos armados. Pero mi libro no es político y yo no emito un juicio sobre ese abuelo mío, Dragoman, traductor, entre el Gobierno local y el colonizador francés. No me interesa reflejar lo político sino, a partir del piano oriental, que mi idioma es mi hogar, me siento en casa en esta lengua doble. Es hermoso y tranquilizador.
Los sintetizadores digitales dejaron obsoleto su invento antes de fabricarse, ¿le atrae la metáfora de la inutilidad del arte, la justificación de la creación per se? per se
En efecto, el que su invento fuera un fracaso comercial, hace su historia más emocionante. Es lo que me movió a contarla. Porque ser consciente de que el empeño era utópico no le impidió consagrarle su vida. Esa pasión, llevar hasta el final su energía creadora es lo que admiro. A él no le movía un afán comercial. Ni registró la patente. En cambio, en su tarjeta ponía “inventor”. Eso dice mucho de su fe en los sueños. En lo que a mí respecta, no hago una escritura militante, sino que toda mi vida ha tendido hacia escribir y dibujar. No puedo dejar de hacerlo.
Novela gráfica audible
¿Cómo se crea un álbum como éste? ¿Nace del texto OBJE To la imagen?
Trabajo por capas. Escribo y enseguida empiezo a dibujar escenas. De ellas brotan ideas gráficas que enriquecen el texto. Es un pin pon entre dibujo y escritura. Un proceso frágil, lento, en que una trama acaba apareciendo, como un encaje o azulejo.
¿El blanco y negro es su marca de estilo? ¿La conecta a la ilustradora iraní Marjane Satrapi, autora de Persépolis?
Persépolis
Es curioso que en Europa me relacionen con ella porque yo la descubrí al llegar en 2004 en busca de editor. Mis referencias son los franceses David B y Marc Antoine Mathieu o el argentino Muñoz, que trabajan también en blanco y negro. Aunque ilustro para otros en color, en mis historias me interesa el blanco y negro por su potencia emocional: vacío vs lleno, ligero vs pesado. Además deseaba que este álbum fuera tan sonoro como visual, que en cada página el lector sintiera estar ante una partitura, ante un teclado y escuchara la atmósfera del Beirut de los 60, las onomatopeyas. Una amiga pianista me dio la alegría de colocar el libro en el atril de su piano e interpretar el ritmo: blanco y negro, blanco y negro, negro y blanco.
Sonrisa y pesimismo frente la violencia en Oriente Medio
Escribe “Durante aquellos quince años en que los libaneses se mataron entre sí el mundo no se detuvo” ¿Cree que la comunidad internacional parará la guerra en Siria que lleva cinco años?
No tengo la menor esperanza en la comunidad internacional. Sólo se actuará si descubre algún interés estratégico. La primera vez que visité Siria fue al poco de acabar nuestra guerra. Mis padres quisieron llevarnos, pese a que Siria fue país enemigo, por la infiltración de sus servicios secretos, para que viéramos Damasco, Palmira, Alepo. Y recuerdo que al llegar a Alepo exclamé: “¡Qué suerte tienen, lo conservan todo!”. Porque ahí estaban sus zocos, sus barrios antiguos, la identidad de sus ciudades, mientras que Beirut estaba destruido. Es espantoso que siendo testigos de nuestra destrucción, no hayan sido capaces de evitar la suya.
¿Qué le parece que la UE, con 500 millones de habitantes no acoja a 160.000 refugiados y Líbano, con cinco millones, tenga más de un millón de acogidos?
¡Qué me va a parecer! Yo vivo entre Francia y Líbano y en mi país, tras dos años de gobierno inexistente son las ONGs, la sociedad civil la que se ha hecho cargo de la acogida, ropa, alimentos... Los refugiados están muy presentes. Desde obreros porque nuestro país sigue en reconstrucción, a la gran burguesía siria. En Madrid me ha llamado la atención el cartel en Ayuntamiento “Bienvenido refugiados”. Es contradictorio que la voluntad de acogida no se concrete. Nosotros sabemos resistir en un contexto adverso, mantener una vida normal, y hasta una “dulzura de vivir”. Disfrutar el presente, porque nada está garantizado, todo hay que conquistarlo a diario. Es un bello reflejo de supervivencia, una vitalidad que quizá en Europa falta.
¿De ahí el tono alegre del libro, las sonrisas de los personajes, desde la portada?
Yo tengo un modo de encarar la vida marcado por mi experiencia y confieso que residir entre Líbano y Europa, estos 12 años, me ha supuesto experimentar un desfase entre lo que se consideran problemas aquí y allí. Aunque ahora, con la crisis y los atentados del pasado año, la situación en Francia se ha agravado. En todo caso, mis cómics son optimistas porque necesito la alegría incluso cuando, en la vida real, no soy optimista en absoluto respecto a la región. Tenemos necesidad de humor a la hora de contar las cosas para soportarlas.
Recuerda el verso del sevillano Luis Cernuda “El sur es un desierto que llora mientras canta”. En el álbum se resalta, además, una particularidad comunicativa: “Lo que en Oriente pasa por la mirada pasaría por la palabra o el oído en Occidente”. De ahí que en francés al interlocutor se le apele con un “Escucha” mientras en árabe se dice “Leyk”, “Mira”...
¡Como en español! Es cierto, no había caído en que compartimos un vocativo más visual que auditivo. Sin duda ahí está vuestra raíz oriental. Y ese verso de Cernuda, tan hermoso, expresa en efecto nuestra forma mediterránea de ver la vida.