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La ironía lúdica e imaginativa del escritor argentino César Aira conquista el Premio Formentor 2021

César Aira

Alejandro Luque

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La edición de este año del Premio Formentor no será una más en la historia del galardón. Su sede tradicional, el hotel Formentor, en la hermosa bahía mallorquina de Pollença, se encuentra de obras y no acogerá el acto de entrega, que tendrá lugar en Túnez en el próximo mes de septiembre. En consonancia con este carácter itinerante forzado por las circunstancias, el fallo del jurado se anunciaba esta mañana, por primera vez, en Sevilla. Y desde luego el ganador no es un nombre de los que pasan desapercibidos: César Aira, figura de culto de las letras hispanas y autor prolífico, con un centenar largo de obras en su haber entre ficciones, textos teatrales y ensayos.

Es la cuarta vez que este premio, dotado con 50.000 euros e instituido para reconocer la gran literatura más allá de los cauces comerciales, viaja a Argentina: Jorge Luis Borges en 1961 –compartido con Samuel Beckett–, Ricardo Piglia en 2015 y Alberto Manguel en 2017 lo tuvieron antes que Aira. Y serían cinco si sumáramos a Witold Gombrowicz, galardonado de 1967, escritor polaco que tuvo como al país del Plata como patria de adopción.

El Hotel Barceló Sevilla Renacimiento, en la isla de la Cartuja, acogió este mediodía con las debidas medidas de seguridad e higiene a numerosos periodistas e invitados institucionales para anunciar el fallo. El jurado, compuesto por Anna Caballé, Francisco Ferrer Lerín, Juan Antonio Masoliver Ródenas, Gerald Martin, y el presidente del jurado Basilio Baltasar, concedieron así el Premio Formentor a César Aira “por la infatigable recreación del ímpetu narrativo, por la versatilidad de su inacabable relato y por la ironía lúdica de su impaciente imaginación”, según dijeron.

Asimismo, destacó que “la constelación laberíntica de su obra es un inmenso crisol literario para las figuras de la cultura popular, los personajes de la gran ficción narrativa y los motivos visuales de las bellas artes”. Para el jurado, además, “la escritura de Aira adopta técnicas cuyo rigor, frescura y soltura recuerdan las claves jazzísticas de la improvisación artística. Sobre las estructuras invisibles de la inspiración, el autor levanta escenarios y voces que desconciertan y alimentan la perplejidad del lector”.

Bulliciosa inventiva

“Las convenciones de tiempo y espacio”, prosigue el fallo, “paradigma que regula el oficio narrativo, aparecen en la obra de Aira como formalidades secundarias que son sustituidas a menudo por destellos y fulgores, recursos y licencias puestas al servicio de una bulliciosa inventiva”. Todo ello hace que esta producción confirme “la certeza de la tradición novelesca, a través de la literatura se pueden vislumbrar las verdaderas posibilidades de la existencia”.

En su opinión, “el simulacro estilístico de su conciencia literaria hace del humor un séptimo sentido, de la parodia la más reverente de las adoraciones y de la ficción novelesca un monumental elogio del ingenio humano. El relato emprendido por Aira desde sus primeras publicaciones, el centenar de novelas escritas por el autor argentino, su fecunda y perseverante creatividad, conforman una audaz fábula del mundo postmoderno y confirman el arte poético de un excepcional malabarismo estético: sus incesantes variaciones literarias han hecho de su escritura una fuente inagotable de gozo, deleite y asombro”.

Nacido en Coronel Pringles en 1949, Aira vive afincado en Buenos Aires desde 1967. Después de ejercer la traducción y otras tareas editoriales, se dio a conocer en 1981 con la novela Ema, la cautiva. Entre sus muchos reconocimientos, ha sido distinguido por el gobierno francés como Chevalier dans l'Ordre des Arts et Lettres. Asimismo, ha obtenido el Premio Roger Caillois 2014 y el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas 2016. Entre su abultada obra destacan títulos como Un sueño realizado, Cómo me hice monja, Varamo, El mago, La noche de Flores, El santo, El sueño, Eterna juventud o El gran misterio, entre otras.  

Un premio viajero

No es la primera vez que el Premio Formentor es itinerante: en la primera etapa del galardón, entre 1959 y 1967, tras la condena de Franco a los premios como “disidencia intelectual”, se trasladó a Corfú (1963), Salzburgo (Austria, 1964), Valescure (sur de Francia, 1965) y Gammarth (Túnez, 1966). A lo largo de aquellos primeros años, el Formentor reconoció a figuras como los citados Borges, Beckett y Gombrowicz, así como a Saul Bellow, Dacia Maraini o Jorge Semprún.

Desde que fuera recuperado en 2011, lo han recibido escritores de la talla de Carlos Fuentes, Juan Goytisolo, Javier Marías, Enrique Vila-Matas, Ricardo Piglia, Roberto Calasso, Alberto Manguel, Mircea Cartarescu, Annie Ernaux y Cees Nooteboom. Éste último no pudo asistir a la entrega del premio el año pasado, debido a las restricciones de la pandemia.    

Desde este año, además, la Fundación Formentor cuenta con tres pesos pesados de la edición europea como son Roberto Calasso (Italia), Antoine Gallimard (Francia) y Jorge Herralde (España), de Adelphi, Gallimard y Anagrama respectivamente.

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