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En busca de la tradición alfarera de Triana

Cerámica Triana.

Javier Domínguez Reguero

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En la convergencia de las calles San Jorge y Callao, en el barrio de Triana (Sevilla), dos naranjos custodian el epicentro de la alfarería en Sevilla. Apostadas a los lados, las tiendas Cerámica Triana y Cerámica Ruiz dan la bienvenida al visitante que, según enfila la calle Antillano Campos, se encuentra con la entrada al Centro Cerámica Triana (Calle Callao, 16), escondida a mano derecha.

En los terrenos de la extinta fábrica de Santa Ana - Rodríguez Díaz se sitúa un complejo que desde 2014 reivindica la defensa de la que fuera una de las actividades artesanales más importantes de Andalucía.

Por poco más de dos euros se puede acceder a las instalaciones del antiguo alfar y conocer las técnicas de conformación entre algunos de los hornos originales de finales del siglo XIX y principios del XX.

En la visita se aprende vocabulario nuevo (zabaleta, alcatifa, mufla, almágenas) y las diferencias entre los métodos de decoración de la cerámica (vidriados metalizados, cuerda seca y dibujo estarcido). Además, la exposición permanente inicia al visitante en el impacto económico y sociocultural que tuvo en Triana y Sevilla el “oficio noble y bizarro, entre todo el primero” de la industria del barro.

Del imperio almohade hasta el Marqués de Pickman, pasando por la figura de Niculoso Pisano, la colección es una ventana a la tradición alfarera sevillana cuyo legado sigue vigente. Rótulos, alicatados y zócalos salpican la ciudad que cuenta con el Parque de María Luisa, los Reales Alcázares, la Catedral o diversas casas palacio como lugares cerámicos destacados.

En Triana también se realizaron las “placas de Olavide”, azulejos cuyo textos cuentan con un borde azul y están rematados por una pequeña cruz que sirvieron para dar nombre a las calles y favorecer la ordenación urbana a finales del siglo XVIII.

Tras diversos vaivenes, la industria se disparó en los prolegómenos de la Exposición Universal de 1929 y Triana albergó casi 40 fábricas: Santa Ana, Montalván, Laffitte, Mensaque, Santa Isabel… “Hoy no hay ninguna en la provincia de Sevilla”, dice María Gavilán, una de las guías del Centro Cerámica Triana. En la década de 1970, la prohibición del uso de los hornos de leña debido a la emisión de humos trajo la decadencia al sector.

“La cerámica es historia viva de Triana y se está muriendo”

“La cerámica es historia viva de Triana y se está muriendo”La sustitución de los hornos de leña por unos eléctricos provocó el cierre de la fábrica de Santa Ana. Otro centro alfarero importante de la zona, Cerámicas Montalván, corrió la misma suerte y ahora es un hotel de tres estrellas. El taller de Antonio Campos se ha mudado a un polígono industrial del extrarradio. Los ejemplos son numerosos.

La calle Alfarería es, a través de sus numerosos azulejos, un museo vivo que reivindica un oficio marchito. En el número 8 se recuerda al capataz Manolo Bejarano, que “hizo historia en el arte de mandar los pasos”, mientras que en el 32 los vecinos agradecen a Gracia Villegas Gómez la incansable labor, entrega y dedicación que tuvo con su patio.

En el 38 tenía el estudio el imaginero Dubé de Luque y en el 47 acc. pasaba consulta el doctor José Quito. Ahora un grafiti de GARBO emborrona la labor otorrinolaringóloga del médico. En el 94 vivió Marifé de Triana y allí se homenajea a la “artista genial y mítica de la canción andaluza y de la copla”. En esta calle, vigilada desde hace unos años por la Torre Sevilla y entregada a los apartamentos turísticos, hasta la clínica dental y la carnicería se anuncian con azulejos.

“La cerámica era lo que hoy es nuestro plástico”, dice Gavilán. Y en ese trasvase, la industrialización ha goleado. “El que vende imanes para frigoríficos gana más dinero”, apunta Joaquín Ruíz, tataranieto del fundador del último gran complejo alfarero del barrio, Cerámicas Santa Isabel. Desde el número 12 de la calle Alfarería, Ruiz, con tan sólo 29 años, regenta un negocio familiar que se fundó en 1789 y que es el baluarte de una artesanía desfallecida.

Este joven mecánico de carreras – ha trabajado con el equipo español Stop and Go en el Campeonato del Mundo de MotoGP –lleva en la tienda desde los 14 años y carga contra la dejadez de la administración local que les fuerza a “vender al turismo barato”–. A pesar de “estar aguantando” la situación, reconoce que las ventas para obras de cocina o baño han declinado con los años porque “la gente no tiene dinero y se va a Leroy Merlin o a IKEA”. Pero añade: “el que te hacemos nosotros no te lo hace nadie”.

Coincide Manuel Jesús Chaves, encargado de la tienda que la antigua fábrica tiene en la calle Antillano Campos. “Antes se le daba más valor y ahora hay mucha competencia mala y barata. Todo va para las tiendas de souvenirs, los chinos e IKEA”.

La depreciación del trabajo de los alfareros es algo con lo que llevan 30 años cargando Dolores Gómez y Rafael Muñiz, propietarios del taller Rocío-Triana en el 8 de Antillano Campos. El negocio “va a ratos” porque, como apunta Muñiz, “la artesanía hecha a manos está más flojita que los souvenirs”. Gómez escapa del pesimismo entre encargos de platos de bodas, jarrones y bandejas que junto a las imágenes devocionales sustentan su trabajo. Sin embargo, el cierre de muchos comercios de la zona les hace titubear. “No hay interés por revalorizar esta artesanía”, dice Muñiz.

“Es un mal momento para la cerámica”, remata Gavilán en su despedida. El Centro Cerámica Triana se esfuerza por poner en valor la riqueza de este patrimonio que fue esencial para el tejido social del barrio. Pero muchos ciudadanos y colectivos como la Asociacion Niculoso Pisano no quieren resignarse al recuerdo de una prosperidad pasada y llevan años luchando para que la Cerámica de Triana sea declarada Bien de Interés Cultural.

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