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La Torre de los Perdigones: legado industrial y reflejo de Sevilla

Torre de los Perdigones.

Ana Ordaz

Probablemente, si se piensa en ‘torres’ de Sevilla, las primeras imágenes que vendrán a la mente de visitantes y locales serán las de las majestuosas Torre del Oro y Giralda y, desde los últimos años, también las de Torre Sevilla, el primer rascacielos de la ciudad. Sin embargo, la capital hispalense está salpicada de numerosas atalayas cuyas historias han pasado desapercibidas. Es el caso de la Torre de los Perdigones.

Sus memorias se remontan a finales del siglo XIX. Entre 1885 y 1890 fue levantada como parte del conjunto industrial San Francisco de Paula, una fundición que cerró sus puertas en los años 50 y de la que lo único que ha prevalecido ha sido la Torre de los Perdigones.

De hecho, es una de las pocas reminiscencias de la arquitectura industrial que quedan en la ciudad. Su nombre deja poco a la imaginación: en ella se fabricaban perdigones, unas pequeñas balas de plomo cuyo uso es frecuente en actividades como la caza.

La fuerza de la gravedad

La elaboración de los balines se llevaba a cabo íntegramente en el interior de la torre. ¿Cómo? En primer lugar, las placas de plomo eran subidas mediante un sistema de poleas hasta la parte alta del edificio, donde se encontraba la caldera en la que eran fundidas. Una vez derretido, el material se vertía sobre cribas con agujeros de diferentes tamaños y se dejaba caer. Es entonces cuando entraba en juego el elemento fundamental del proceso: la gravedad. Mediante su efecto, el plomo iba tomando la forma redondeada hasta finalmente caer en una piscina llena de agua, donde se enfriaba y solidificaba. Desde ahí, los perdigones rodaban por una rampa hasta el exterior, listos para su venta.

Sin embargo, no es la curiosa historia de este proceso lo que más atrae la atención de los visitantes, sino la cámara oscura –una de las pocas del mundo– que alberga el interior de la torre. Inaugurada en marzo del 2007, es sin duda su principal atractivo turístico. Un cuarto cerrado, una pequeña entrada de luz, un espejo y un juego de lentes de aumento es todo lo que se necesita para que, como por arte de magia, aparezcan proyectadas sobre una pantalla blanca las imágenes en movimiento del exterior.

Con 45 metros de altura –la mitad de la Giralda– y situada en pleno casco histórico de Sevilla, esta torre industrial de planta cuadrada y ladrillo visto es un excelente mirador desde el que deleitarse con las vistas de toda la ciudad, incluso de su área metropolitana.

Desde su parte más alta, quienes la visiten podrán contemplar el icónico barrio de la Macarena y sus Murallas, la Alameda de Hércules o la Isla de la Cartuja.

Precisamente, la Torre de los Perdigones se alza justo frente al Puente de la Barqueta, que cruza el río Guadalquivir y que constituyó el acceso principal a la Expo ‘92. Dada su localización estratégica, fue rehabilitada con vistas a la celebración de la Exposición Universal de Sevilla. Posteriormente, en el año 2005, el Ayuntamiento emprendió una nueva restauración.

Hoy, los alrededores de la torre son una concurrida zona donde se desenvuelve el trasiego de la ciudad. Edificios de viviendas y oficinas, paradas de autobuses, zonas de ocio y la Facultad de Odontología ocupan el espacio del desaparecido conjunto industrial de San Francisco de Paula, conocido como Fábrica de los Perdigones.

A sus pies se extienden unos amplios jardines –popularmente denominados ‘el parque de los perdigones’– que son frecuentados por familias y jóvenes y donde a lo largo del año tienen lugar todo tipo de actividades: desde conciertos de jazz al aire libre en verano hasta atracciones para los más pequeños en las fiestas navideñas, pasando por mítines políticos en periodos de campaña.

 

 

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