De la bomba en el aeropuerto a cruzar el desierto: así consiguió salir una familia entera de Afganistán hasta Sevilla

El militar afgano Shirzad Mohammadzai saludo a un mando español a su llegada a la base de Torrejón.

Fermín Cabanillas

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Son poco menos de las nueve de la noche del lunes 11 de octubre, y se acaban de detener completamente los motores de un avión Hércules que acaba de aterrizar en el aeropuerto de la base madrileña de Torrejón de Ardoz. Es un impresionante Lockheed C-130, fabricado en Estados Unidos y el principal avión de transporte de fuerzas armadas del mundo. Pero, a pesar de ser concebido como un avión de guerra, en las últimas semanas se ha convertido en parte de una fuerza de paz. De eso sabe mucho una de las personas que baja por la rampa trasera de la aeronave.

Se llama Shirzad Mohammadzai. Tiene 62 años y la mascarilla que lleva no tapa unos innegables ojos de cansancio tras un viaje de más de 14 horas, que ha llegado después de casi dos meses eludiendo la amenaza talibán. El fotógrafo de Moncloa que captó la imagen puede que no lo sepa, pero en ella se ve a dos militares saludándose y despidiéndose después de una misión cumplida. Pero, tras esa foto, hay mucho más.

El tuit de Reyes

Todo comenzó la tarde del pasado 21 de agosto. La periodista de Canal Sur Reyes Calvillo publicó un tuit en el que pedía ayuda para el camarero del bar al que acude de vez en cuando, que es parte, además, de la liturgia social de su abuelo. “Buenas, periodistas. Por desgracia están siendo días con historias muy duras que llegan desde Afganistán y hoy se me ha roto el alma al saber la de Karwan. Pide que le demos voz, vive en Sevilla y, aunque es traductor, cada día nos hace felices tirando una excelente Cruzcampo”.

Karwan es Sliman Shan Mohammadzai, un joven de 30 años vecino de Sevilla que trabajó en su país, Afganistán, como intérprete para el Ejército español, y lleva en España desde 2013. En el bar, le contó a Reyes, sabiendo que es periodista, la historia de su familia, que acababa de ser “visitada” por los talibanes para firmar en sus cuerpos una sentencia de muerte.

Los islamistas radicales acababan de tomar Kabul, y pusieron sus miras rápidamente en el padre de Karwan, ese militar de 62 años que anoche bajaba del Hércules en la base de Torrejón.

Karwan le dijo a Reyes que su familia se comunicó con él esa semana para decirle que habían sido todos amenazados de muerte, e incluso a sus hermanos “les han marcado los dedos con rotulador para avisarles de que, como mínimo, antes de un mes se los cortarán”, por lo que reclamaba al Gobierno español “ayuda urgente para sacarlos de allí cuanto antes”. Pero, sin contactos, no sabía qué hacer, hasta que la periodista entró en el bar y se le encendió la bombilla.

No habían pasado ni 24 horas y su cara y su historia ya se podía ver en todos los medios de comunicación en España. Shirzad Mohammadzai no estaba amenazado de muerte aleatoriamente. Los talibanes lo tenían marcado por haber sido general del Ejército afgano y colaborador de las fuerzas aliadas durante 20 años, de modo que no había tiempo que perder.

Primeras gestiones

A media tarde del domingo 22 de agosto, desde la Delegación del Gobierno en Sevilla se llamaba a uno de los medios que había cubierto la noticia para recabar todos los datos posibles. Una hora después, se transmitía el siguiente mensaje: “El Gobierno ya está en ello”.

Se trataba de que la familia del militar cumpliese con todas las instrucciones que se le daban a rajatabla. Tenían que ir a primera hora de la mañana al aeropuerto de Kabul con una bandera española y dejarse ver por los militares españoles. Todo fue bien hasta que, con el avión ya a la vista para embarcar, un talibán reconoció al militar, y les echaron del aeropuerto.

Desde ese momento, llegaron nuevos intentos, nuevos fracasos, hasta que el 26 de agosto los talibanes mataban a una veintena de personas en una de las puertas del aeropuerto y las fuerzas aliadas se retiraban. Desde ese momento, la familia ha estado escondida esperando un milagro, mientras el Gobierno seguía haciendo gestiones, con Karwan en Sevilla sin poder comunicarse con ellos, porque no sabía si les llamaba se iba a encontrar con un talibán al otro lado del teléfono o si les enviaba un mensaje, que lo leyese. Porque sus padres siempre han sostenido ante los radicales que su hijo murió, y no se podía desmontar esa versión.

Ocho horas sin parar

Muchas de las gestiones que se han hecho estas semanas nunca se sabrán, pero el caso es que la familia de Karwan recibió la pasada semana unas instrucciones muy claras: tenían que llegar a Islamabad, la capital de Pakistán. Y la opción era solo una: carretera infame y ocho horas sin parar los coches, en los que viajaban 15 personas, entre los padres, hijos, esposas y los niños, algunos de ellos bebés de pocos meses. Y cruzar la frontera como pudieran.

El sábado a media mañana, Karwan recibió un mensaje en su teléfono: “Estamos a salvo en un hotel de Islamabad”. El milagro y las mil gestiones de Defensa habían dado su fruto. El siguiente mensaje lo recibió a las dos de la madrugada, hora española, de este lunes: “Vamos ya para el aeropuerto”. A partir de ahí, solo quedaba esperar.

A las seis de la tarde del lunes, Karwan recibió la llamada de un periodista que le confirmaba que su familia iba en el Hércules y que llegarían sobre las nueve de la noche a Torrejón. Y así fue.

En Afganistán solo se han quedado sus abuelos, pero están seguros. Por su edad, los talibanes no les molestan.

Ahora, queda el trabajo de reagruparse. Posiblemente, este miércoles los 15 familiares del joven intérprete lleguen a Sevilla. En la capital andaluza ya trabajan varias ONGs para que no les falte de nada. Intentarán adaptarse cuanto antes y comenzar a trabajar para salir adelante. Los hermanos de Karwan son médicos, y toda la familia está dispuesta a devolver a la sociedad española que les hayan salvado la vida y que sus bebés puedan crecer sin amenaza alguna junto al Guadalquivir.

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