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Guillermo Mata: “Cuando esté a punto de acabar boicotearé 'La Estrella Azul', porque no quiero que se termine”

Guillermo Mata en su estudio

Miguel Ángel Conejos Montalar

7 de abril de 2024 01:15 h

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La Estrella Azul es una película que embruja. Un recorrido trasatlántico de búsqueda personal que termina por encontrar el sentido de la vida. En el proceso de creación no han sido pocos los momentos de embrujo: Un muchacho con tupé tocando chacareras en el Metro de Madrid, una joven que toca “Apuesta por el rock and roll” a las puertas de la antigua Escuela de Artes de Zaragoza el último de día de rodaje o unas chacareras fugitivas en Tenerife que les recibieron en vacaciones. Guillermo Mata asegura no creer en lo paranormal pero esta película tiene algo. Y si no es paranormal al menos es bonito. Y es eminentemente musical. El director musical explica, de primera mano, algunos de los detalles que están haciendo que la película triunfe en festivales, ensanche el puente cultural tendido por Mauricio Aznar entre Santiago del Estero y Aragón y se convierta en un artefacto cultural que cambia vidas.   

Lo primero es darte la enhorabuena porque La Estrella Azul es una película que no deja indiferente

La verdad es que sí, y de verdad que estamos sorprendidos, incluso la gente del equipo ¡creo que nos hemos visto sorprendidos por muchos aspectos de la película! Mucha gente de dentro se vio sorprendida con el resultado final. Pensábamos: qué difícil era explicar esto para desarrollar la mecánica de trabajo durante el rodaje. Esta película es la vida de un montón de músicos, los golpes, el dinero, la pasión… En este sentido la película ha vivido de esa manera, todo el equipo ha vivido eso, afrontando problemas y derribando muros solo por la pasión de seguir adelante.

Va a ser una entrevista difícil si no queremos hacer spoiler

Sí bueno, hay que hacer spoiler en el sentido de que sí, al final Mauricio muere. Yo se lo digo muchas veces a la gente, creo que incluso es necesario para que te emocione el final saber desde el principio que va a morir. De hecho, te lo dice él, te lo dice él en la película… esto sí que es spoiler. 

Es una peli que si ves desde una perspectiva zaragozana o aragonesa ya sabes el final, aun así, te traslada a un Mauricio Aznar desconocido ¿Sabes cómo llegó Mauricio a esta fase de su vida en la que parece huir del rocanrol para buscar otras músicas?

Son muchos factores los que influyen. En la vida personal y artística. Todo confluye en una serie de vicisitudes que le hicieron escapar de todo. No solo del rock and roll. Le empujaron a largarse y escapar de todo, de su vida, del entorno, de las presiones económicas, familiares… Y al final, ¿qué es lo que encontró? Lo que siempre había sido él, que era la música. Se encontró una música muy pura y a partir de ahí empezó a volar otra vez. Situaciones escabrosas hubo, no se cuentan, pero hubo. Mauricio salió de casa muy pequeño a buscarse la vida. A buscarse la vida con tupé. Eso lo trasladas a la Zaragoza de los primeros años 80 y Mauricio era un marginado. Directamente era un marginado. Aunque tenía un humor increíble y unas ganas de vivir enormes.

Javier Macipe es treintañero y llega a los Más Birras como muchos de los zaragozanos de menos de cincuenta años hemos llegado, por nuestros hermanos mayores. En tu caso de forma evidente y directa. ¿Cómo eran Mauricio y aquellos Más Birras?

Yo me llevo 14 años con mi hermano, Miguel Mata. Cuando él empezó con, pongamos 20 años, yo tenía seis. Al poco tiempo se fue de casa. Sin embargo, cuando era crío yo me acuerdo de ver a ese tipo con el tupé y con esas botas, que salía conmigo a la terraza a jugar con el monopatín y pensar “me lo rompe”. Claro, del colegio a ver ese personaje, porque mi hermano no era tan pintas, lo de Mauricio era un escándalo. Ese era mi primer impacto visual. Y la primera relación con la música fue porque una vez Mauricio subió a casa, porque no tenía televisión, a ver la primera actuación en televisión de los Golden Zippers, que creo que fue en el programa Musicaire que presentaba Joaquín Carbonell. Ahí creo que me enteré de que tocaban. Después pues te regalaban alguna casete, un walkman, a grabarte cintas…

Volviendo a la película, ¿cómo ha sido el proceso de dirección musical que tú has liderado en la película?

Lo que pasa es que Macipe lo tenía tan claro que cada vez que había que hacer algo el te decía: “espera, que esto lo vamos a hacer de otra manera”. Como ejemplo, te cuento cómo entré yo en la película. A mi me llaman como hermano de Miguel y me cuenta que para hacer el casting del actor necesita el playback de “Apuesta por el rock and roll”. Intenté quitar la voz de la original pero no pude, hicimos una cosa que salió un poco regular y entonces Javi me dijo “ven a conocer a Pepe Lorente, que va a hacer de Mauricio y me dices cómo lo ves. Tráete el bajo y tráete un batería que vamos a tocar”. Fui con Carlos Paramo y Pepe Lorente ya vino vestido de Mauricio completamente metido en el papel. Fue muy divertido. Había también una chica con una cámara y yo dije “¡ah! Que estáis haciendo también pruebas de cámara”. Empezamos a tocar y Pepe empezó a decir pues es que esta no me la sé, y estuvimos hablando un cuarto de hora, media hora, y no quería tocar ninguna, y se empezaba a portar como un tipo así un poco jasco. Hablé con Javier pidiéndole que le dijera algo, que con esa actitud no iba a ir a ningún lado, y me empecé a enfadar porque ya había pasado una hora. La cosa se empezó a tensionar mucho, Pepe se quitó la guitarra y se fue, en plan actor tonto, y volvió como mucho más relajado… Ahí es cuando ya me enfadé de verdad y fui a hablar don Javi que me dijo “vale, entráis los dos en la película, vais a hacer el papel”. Todo aquel paripé era un casting para mí. Pepe pidiéndome perdón. Y yo, que estaba para hacer dos cosas y de repente tenía un papel. Además, me pilla Javi y me dice: vas a enseñar a Pepe cómo se comporta un rockero en el escenario, vas a elegir los grupos, porque en un principio también iban a estar los Golden Zippers, vas a hacer de coach musical, vas a mezclar la música…

La música, que es toda en directo, es fundamental y la mezcla de sonido es realista, como sonaría en la vida real ¿Cómo se ha hecho?

Toda la música en La Estrella Azul tiene un punto que no hemos visto en ninguna película. Para que te hagas una idea, en un estudio de cine, en un plano hay una música y si la cámara gira la música sigue sonando igual, quizá con menos volumen. Aquí dijimos, la cámara gira, el sonido se va, o se mueve. Es algo que hasta que no empezamos a verlo hecho no vimos su verdadero valor. Una vez que se hizo en este mismo local la primera mezcla llevamos esto al laboratorio y montamos un estudio 5.1 grande, donde con Carlos, que fue técnico de sonido de los Más Birras, simulábamos todos los amplificadores, monitores y rebotes de las salas, todo para que quedara como yo y todos los músicos llevamos toda la vida acostumbrados a escuchar la música en directo. Otra cosa importante de la música es que no hay banda sonora. Toda la banda sonora se está tocando en la película. Así que no hay banda sonora al uso. La única canción que se usa de forma extradiegética es “Para un alma que se eleva” de Peteco Carabajal y son unos segundos. 

Pepe Lorente ha contado como esta película le ha convertido en músico, ¿cómo has visto ese proceso tu?

Es complicado porque el siempre lo ha visto desde un método. Un método de actor. Pero Javi le dijo, no, no, vas a tener que ser músico. Hay un trabajo de picapedrero de aprender acordes y esforzarte, echarle tiempo y ese tiempo tiene que estar pegado a la pasión. Esto no lo tenía Pepe y empezó a tocar mecánicamente. Llegó de una manera mecánica, muy mecánica. Pero llegó la pandemia y Javi le puso como deberes y Pepe se puso manos a la obra, también había viajado a Argentina con los Carabajal a aprender las chacareras… todo esto hizo que desde que se suspendió el rodaje hasta que se retomó que pasaron casi dos años, Pepe se había convertido en un músico. Es increíble. Tiene una disciplina de actor tremenda. 

¿Y en el plano estrictamente de dirección musical?

Pues todo ese proceso musical y además elegir de una lista de canciones, de chacareras, y de cómo iban a ser tocadas. Pero Macipe estaba muy encima porque las letras, las canciones en sí, tienen un arco narrativo muy importante. Todos esos flecos los controlaba Javi. A partir de ahí, me preguntaba: “¿Cómo se pueden hacer estos arreglos? ¿Molaría esta canción solo con guitarra y violín?”. Por problemas de producción no pude viajar a Argentina. Porque le hubiera quitado mucho peso a Javi. Pero no se pudo. Nunca había presupuesto. Todo lo ha sacado por cabezón. Pero sí, yo tenía que haber estado allí para mamar desde la base. Es como el flamenco. Necesitas años para comprenderlo. Necesitas de un proceso de inmersión. Esa esencia de la tierra, de los paisajes, escuchar a los pájaros de allí, mirar a los cielos de allí… además, en este tipo de música que está muy pegada a la tierra. Hay que estar. 

La música de Mauricio también está pegada a la tierra

Absolutamente. Pero esté donde esté. La música de Mauricio es un poco donde echo mi boina está mi casa. La música de raíz a lo que te lleva es a eso, a lo más hondo, que en un principio parece que es la tierra, el sitio donde estás, pero raíces, al final, todos tenemos las mismas y todos somos personas y de eso es de lo que hablan las canciones. Al final, estén hablando de Santiago del Estero o de la Cruz en El Saso, todas hablan de lo más hondo del ser humano. Por eso todo lo que hacía Mauricio en el rocanrol era tan visceral, tan de fondo. Aunque no sea así, para el imaginario colectivo Mauricio era un músico que se murió de yonqui e hizo una canción famosa que cantó Bunbury. Pero lo que te cuenta la película es que este tipo sufrió un proceso vital y creativo que le llevó a establecer un puente con Argentina. En España hay gente aficionada a la chacarera y a la música argentina más allá del tango gracias a este tipo. Esta película todavía abre más este puente y ese lazo cultural. Por eso estaba Mauricio ahí y por eso es una historia tan maravillosa. No es una cuestión de dinero, es un puente cultural, y por eso tiene esa importancia. Esto es lo que trasciende de esta historia. 

La falta de presupuesto, la pandemia, los viajes… ¿Cómo se vivió en el equipo un proceso creativo tan largo? 

Aquí nos pegamos muchos del equipo a Javi. Al final la película era Javi. No era ni la productora, ni su productora, hubo mucha gente del equipo que solo miraba a Javi para ver con qué pasión se afrontaban los retos. Estábamos pegados con él. Algunos se quedaron por el camino, pero muchos seguimos ahí, y teníamos hablado “si esto se va a la porra, ¿tu la acabaras haciendo con el móvil? ¿no?”. Es cierto que el proyecto se hubiera cerrado sin presupuesto, pero hay escenas de la película que se rodaron con presupuesto cero y el equipo permaneció ahí. Todos confiábamos en los pasitos que se iban dando. Todo se construía desde la base. Con el apoyo de todos los implicados. El proceso era muy bonito. Yo le decía muchas veces a Javi, cuando esté a punto de acabar boicotearé La Estrella Azul, porque no quiero que se termine. No quiero se acabe. 

Todas esas relaciones quedan reflejadas en los créditos

Ya te digo, parece una película de Pixar [risas]. Fueron días y días para confeccionar los créditos. Seguro que se ha dejado a alguien, pero a cada persona que echó una mano la ha tenido presente. Igual que quedar bien con la gente real de la historia. Ambas cosas han estado muy presentes.

¿Cómo vive el equipo el éxito que está cosechando la película?

Macipe de lo que habla mucho es de la gente que le ha dicho que le ha cambiado la vida. Gente que ha visto una luz, una respuesta a algún problema de la vida. Lo de conseguir premios y tal, está bien, pero la emoción que descarga todo el mundo cuando ve la película es con lo que nos quedamos. Cada uno tiene su forma de verlo. Yo estoy alucinando, a mi me para la gente por la calle. Esto no me había pasado en la vida. Para mí es muy desconcertante que a la gente le llegue tanto algo en lo que has participado. Es sorprendente. 

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