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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

El valor de los indultos

Los presos del procés que han sido indultados.

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Cuando, hace unos meses, se comenzó a hablar de los posibles indultos a los condenados por el “procés”, tuve sentimientos contradictorios. Por una parte, me parecía que, a pesar de que se saltaron las leyes -tanto estatales como autonómicas- que les pareció oportuno y despreciaron a la mitad de la ciudadanía catalana, las condenas a los dirigentes independentistas eran desproporcionadas; por otra, no creía que los indultos fueran a cambiar sustancialmente las cosas. En estos momentos sigo teniendo dudas sobre las repercusiones que puedan tener los indultos, pero estoy claramente a favor de ellos.

Los indultos vienen a corregir la excesiva dureza de nuestra legislación en materia de sedición -al menos en comparación con la vigente en la mayoría de países europeos- lo que no es poco, pero, además, es una apuesta por la convivencia dentro de esta España tan tensionada por quienes, en lugar de hacer política, enarbolan sacrosantos principios con los que demonizar al adversario.

El escenario no es nuevo, se parece bastante -salvando las distancias, entre ellas el tiro en la nuca- a lo que vivimos con el diálogo con ETA impulsado por el presidente Rodríguez Zapatero. Entonces, como ahora, el Partido Popular acusaba al presidente de traición, de pactar con asesinos -ahora con golpistas-, de romper la unidad de España… Como hemos visto, nada de esto sucedió, ETA hace años que dejó de matar -el mejor homenaje que se puede hacer a las víctimas, que no haya más- y sus herederos políticos forman parte de EH Bildu, organización que se han integrado aceptablemente en el sistema político institucional.

Para las derechas españolas el mundo es uniforme y estático, no entienden ni la diversidad ni el cambio, prefieren la injusticia al desorden y son incapaces de buscar soluciones a los nuevos problemas fuera de su estrecho marco mental. No es cierto que el Gobierno se salte las leyes, el indulto es legal y su concesión es una cuestión política, no jurídica; tampoco es cierto que los condenados tengan que arrepentirse para poder ser indultados.

En cualquier caso, ¿cuál es su propuesta para Cataluña? ¿Más policía? ¿Otra anulación de competencias, en este caso indefinida? Son incapaces de ofrecer una alternativa política para Cataluña como fueron incapaces en Euskadi, por eso se dedican a descalificar a quienes no piensan como ellos, por eso nos anunciaban las siete plagas bíblicas si se conceden los indultos. Por eso, tanto en Euskadi como en Cataluña son irrelevantes.

El fracaso de las campañas contra los indultos -ni la concentración en Colón ni la recogida de firmas han tenido éxito- ha puesto tan nervioso a Pablo Casado que está siendo incapaz de articular un discurso coherente. ¿Es importante la opinión de la ciudadanía sobre los indultos? Depende, si se manifiestan y firman en contra, son españoles de bien y su opinión es importante; si apoyan la decisión del Gobierno o simplemente dudan, son unos vendidos -es igual que estos sean estos sindicalistas, empresarios u obispos- que deberían callarse porque su opinión no representa a nadie y este debate se debe dar solo entre los políticos. Queda claro el concepto de democracia que tiene Casado y el poco respeto que le merece la opinión de la ciudadanía, pero cambiar el ámbito del debate tampoco le beneficia: ya se ha producido el debate entre los políticos y la mayoría del Congreso de los diputados se ha manifestado a favor de los indultos.

El Gobierno ha movido ficha, pero la medida de gracia no es el final de nada, es el principio de un camino largo, difícil y lleno de contradicciones como ya estamos viendo. Los dirigentes independentistas no van a renunciar a sus ideas y, además, una parte intentará utilizar los indultos de forma partidista, restando mérito al Gobierno de Sánchez y atribuyéndoselo ellos, como hace la portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras, diciendo que ha sido la lucha de Carles Puigdemont en el “exilio” la que ha puesto “en jaque” al Gobierno. Otro ejemplo es el dirigente de ERC, Oriol Junqueras, que ve un día los indultos como un paso positivo, y una semana después considera que son una muestra de debilidad del Estado. Por otro lado, el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, dice que: “Este paso ayuda a generar credibilidad en este camino”.

Pero nos equivocaríamos si solo viéramos el efecto de los indultos en los dirigentes independentistas. El que la decisión del Gobierno ayude a tender puentes político-institucionales es muy positivo, pero es más importante ver cómo lo recibe la ciudadanía y, hasta ahora, en todos los sectores sociales está creciendo el apoyo a esta apuesta por el diálogo, por olvidarnos de planteamientos maximalistas, imposibles de conseguir, y centrarnos en la solución de los problemas cotidianos.

Este es el principal valor del envite del Gobierno, los indultos ayudan a aproximar posiciones entre distintos sectores políticos y sociales, desterrar prejuicios y modificar prioridades, y en la medida en que estas dinámicas se asienten, ira disminuyendo el margen de actuación de los intransigentes, de los que hacen de la confrontación su modo de vida, sean estos catalanes, madrileños o aragoneses.

Que nadie espere que, a corto plazo, vayan a cambiar los discursos independentistas -hay que dar tiempo para que se maduren los cambios- pero sí están cambiando las formas de algunos de sus dirigentes. Esperemos que el diálogo entre el Gobierno y la Generalitat llegue a buen puerto, pero en el peor de los casos, suponiendo que esto no fuese así y se produjesen hechos similares a los del otoño de 2017, el Estado sigue manteniendo toda su capacidad para hacer cumplir las leyes vigentes.

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