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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Machistas del proletariado

Itxaso Cabrera / Itxaso Cabrera

Diputada por Podemos en las Cortes de Aragón —

“Pero bueno, ¿qué somos, proletarios o peperos?”, continuó, insistiendo de nuevo en mi vestimenta, repasando por segunda vez mi apariencia, y pretendiendo arrancar algunas palabras de mi boca. Tal vez por suerte, ese día preferí no seguirle el juego y, con indiferencia y algo perdida, respondí: “proletarios… proletarios…”

Así comencé a darme cuenta de que no es oro todo lo que reluce, y que el feminismo no era tan sencillo como yo creía... Al menos, no lo fue aquel día con mi compañero de andaduras, que me acompañó, esta vez a uno de mis primeros mítines. En ese mismo momento, también comprendí que, realmente, los machirulos no están tan lejos como parece. Hemos hablado de ellos en multitud de ocasiones y, particularmente, considero que son todos igual de peligrosos: unos los tenemos al otro lado de la trinchera, otros puedes encontrarlos en talleres y movilizaciones; o incluso “pintando” de igualdad sus propias redes sociales cual acérrimos seguidores de Angela Davis -por poner algún ejemplo, y sin querer nombrar a alguien como ella en vano-.

El instinto paternal, las miradas que “te desnudan” o el pensamiento irracional de “anda, deja esto que es cosa de hombres” puede provocar muchas veces que la militancia activa sea más complicada de lo que debería. No olvidemos que el hecho de contemplar las políticas de izquierdas como el camino más favorable, el sentirse activistas sociales, o el gritar hasta desgarrarse que la sociedad debe ser plural e igualitaria no es sinónimo ni mucho menos de un activismo feminista real. En ocasiones, la lacra de los pensamientos machunos que lleva dentro este feminista superficial hace que se encuentre tan cómodo que las posibilidades de que se produzca en él un cambio interno, personal y propio acabe por difuminarse. Difuminarse hasta el punto de que las esperanzas de que sus pensamientos evolucionen se vuelvan casi imposibles.

Hablo de una experiencia que quizá es temprana para mí, pero activó una bombilla en lo más interno de mi ser y una bomba en lo más profundo de mis ideales, que me anunció que posiblemente fuera tarde para la especie. Al fin y al cabo, el hábito no hace al monje y en este caso ni lo distingue.

Tras fracasados intentos por su parte de reducir a añicos mi espacio personal, de actuación y actividad, y fracasados intentos por la mía de lograr que su feminismo fuera tan real como consciente, decidí torear sus embestidas y alejarme sigilosamente a paso de moonwalk, aprendiendo lamentablemente que, cuando el joven militante de apariencia inofensiva y pensamiento arcaico golpea su pecho, no hay nada que hacer. Sólo ignorarle y dejar que siga comportándose como el hombre de Atapuerca solitario que siempre fue.

Con el paso de los años, él se ha convertido en algo que realmente no era, y sigue con sus luchas encubiertas fomentando el heteropatriarcado desde dentro, al ritmo de Kortatu, Eskorbuto o la Polla Records. Y yo sigo pintándome los labios pero… bueno, yo ya soy otra historia.

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