El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Vivimos en una nube de altibajos. Unas veces nos elevamos sobre algodones de azúcar y en otras ocasiones caminamos a ciegas sobre una neblina de dudas. La vida nos golpea con nubarrones de oscuridad, mientras que en momentos de plena insolación un nimbo nos acoge entre sus sombrados brazos. Estamos en las nubes, despistados pero felices. Desconectar nos permite comunicarnos con los sueños. Pensamos despiertos para dormir sin pesadillas. Hay personas que viven bajo una nube de ceniza y actúan como rescoldos eternos de negatividad. Sufrimos nubes tóxicas en las familias y en las empresas, que hacen pensar a sus miembros que son ellos los contaminantes y no los contaminados. Descansamos flotando sobre la gravedad de las preocupaciones. En cambio, nos agobiamos al engancharnos con adicción a la atmósfera virtual de las nubes de datos. Las palabras no son neutrales. Hemos pasado de vivir en la red a depender de la nube. Antes publicábamos en redes, ahora subimos o bajamos información de un ser superior. No porque sea divino sino porque controla como Dios. Por si no nos había quedado claro, la democracia está en la red pero el poder reside en la Nube que ya nos obligan a escribir con mayúscula. Las relaciones humanas se tejen en redes de apoyo o de rechazo. La humanidad funciona en horizontal mientras que la crueldad siempre es vertical, como las bombas del genocidio contra el pueblo palestino. La solidaridad nos hace flotar, aunque nos pese. Pero el egoísmo que nos sube el ego termina por hundirnos.
En psicología las nubes son importantes. Jugamos a mirar el cielo y enseguida reconocemos imágenes familiares, que reconocemos, sobrevolando nuestras cabezas. La pareidolia es el fenómeno por el que tendemos a buscar significado a los estímulos neutros. Es lógico que si buscamos el sentido de la vida acabemos encontrando algo más sencillo, como el sapo que se petrificó en las tierras turolenses de Alcalá de la Selva. Lo que es menos conocido es la utilidad de este fenómeno de condensación en la naturaleza, como terapia profesional. Me refiero a la Terapia de Aceptación y Compromiso. Con esta herramienta psicológica, que llamamos de tercera generación, ayudamos a las personas a aceptar pensamientos y emociones negativas. De este modo, el malestar no es el enemigo sino un compañero que, por muy desagradable que sea, siempre es mejor tener a mano que descontrolado. Los pacientes visualizan los pensamientos como nubes que pasan por el horizonte de la mente, observándolos, sin aferrarse a ellos. Con esa perspectiva de simples mirones, los pensamientos fluyen y pasan, sin que la persona sienta la necesidad de luchar contra sus fantasmas.
La sociedad está llena de espectros irreales que controlan cada instante de nuestra existencia. Unas veces son los miedos que nos inyectan. Da igual que hablemos de inmigrantes, de okupas o de futuro laboral. Otras veces son temores aprendidos. Puede ser una nueva pandemia o un apagón. El diálogo en forma de amenaza es la opción más utilizada para convencer. Pero el apocalipsis de la desconexión es terrorífico. Se nos fue la luz, pero los móviles mantuvieron su linterna y su batería para mantener nuestro aislamiento virtual. Pero se nos ha ido la Nube y todo termina. Nos desconectaron en vida de los demás. Porque el problema no es que no pudiéramos hablar, sino que no podíamos pagar. En la prehistoria que todavía sigue viva, se rezaba a los santos y santas con plegarias para pedir que lloviera. Ahora nos postramos ante la Virgen de la Nube, para que restablezca el datafono.
En Aragón se anuncian inversiones escandalosas para impulsar centros de datos. Bienvenidas sean si pasan de la publicidad a la realidad. No sabemos ni el empleo que crearán, ni el gasto que ocasionarán, ni su sostenibilidad. Pero somos ricos sin saberlo. Aunque luego el Simpson de turno se equivoque de botón en la Costa Este de Norteamérica y aquí sólo veamos tomar un carajillo a los guardias de seguridad. Prometen ficciones y piden deseos inalcanzables para cumplir sueños de ilusiones. La queja como arma política sirve para echar a otros la culpa de lo que no quiero, no sé o no puedo hacer, de forma que oculte la propia incapacidad. Vertebrar Aragón es trabajar por un territorio equilibrado y sostenible. El sector agrario y ganadero, la industrialización, el turismo y el cuidado del medio ambiente, forman parte del proyecto común de esta Comunidad. Por ejemplo, sería razonable que estas inversiones en centros de datos implicaran una fiscalidad autonómica para compensar a otros sectores y zonas del territorio que no puedan beneficiarse directamente por la construcción de dichas instalaciones en sus términos municipales.
Seguro que la inteligencia artificial es capaz de idear alternativas en positivo para que estos nuevos Míster Marshall de la economía tengan algo más de respeto por el tejido productivo y social de los lugares en los que se quieren asentar. Claro que si tanto botón tecnológico no supo advertirnos del riesgo de sobrexplotación de nuestros recursos, no le vamos a pedir que sea capaz de misiones de computación cuántica, como la que sería necesaria para salvar a nuestro Real Zaragoza. Desde que los dueños rojiblancos se han hecho cargo del club del León, de la mano de Juan Forcén con sus reconocidas amistades peligrosas, la Nube no va. Ha sido firmar el patrocinio del club maño con la rama nubosa de Amazon y la bruma se volatilizó. Así que el tropezón futbolístico está a tono con el digital. El tiempo está cambiante, de “nubesidad” variable, y no sólo en lo atmosférico. Hay fallos de cálculo que cuestan cabezas y elecciones.