El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Que vivimos tiempos de polarización y banderías, de conmigo o contra mí, es algo ya sabido. No voy a escribir ese artículo que ya han escrito otros antes mucho mejor que yo. La razón democrática –esa especie en peligro de extinción– suele estar en los matices, en los grises. Y no en los blancos y negros. Las instituciones demandan un respeto a sí mismas que no es sino un respeto a la ciudadanía que hay tras ellas. Por encima de quienes quieren hacer de lo público un eructo perpetuo vía redes sociales o una excusa para inventar debates remake de los ochenta, esa década inimaginable a la que mis hijos se refieren como si hablasen de la más oscura Edad Media.
Todo está contaminado, pero, en un giro de guion que va más allá de un manido Barça-Madrid, esta semana hemos asistido estupefactos a una bronca entre el Instituto Cervantes y la Real Academia Española.
El director del Cervantes, el poeta Luis García Montero, ha dicho una cosa fea y fuera de lugar acerca de Santiago Muñoz Machado, el director de la RAE. La Academia ha contestado con un comunicado. Uno de sus miembros, el escritor Álvaro Pombo, ha ido más allá y ha escrito en 'ABC' un artículo contra García Montero que parece que guardaba hace tiempo en un cajón esperando el momento propicio para lanzárselo a la cara. El título es: 'El imaginario cutre de un poeta de la experiencia blanda'. Y, aparte de otras descalificaciones personales, las que me han causado más ternura han sido las que se refieren al director del Cervantes como “poeta menor” o “blando”. También cuando le llama “chiquito pero faltón”. Esto es maravilloso.
Mientras nos vamos perfeccionando como democracia avanzada, aprovechemos el margen que tengamos para restituir los duelos literarios. Desde Valle-Inclán no tenemos un escritor que haya perdido un brazo por una pelea. Y eso es una pena.
Que lo personal era político ya hemos tenido mucho tiempo de aprenderlo y algunos hasta se han arrepentido de la frase. Demos un paso más y afirmemos que lo personal es poético. Ya lo veo en todas las pancartas. Si estamos polarizados, matémonos al menos por una metáfora. Os echasteis ofendidos las manos a la cabeza hace unos días. Pero ahora debéis admitirlo: María Pombo tenía razón.
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