La espera

Suena de fondo el sorteo de la lotería, se llenan las tiendas en busca de regalos. Vuelven los elfos a sus casas, hasta el año que viene. Vuelve también a sus casas –hasta el año que viene– cantar Cadillac solitario en un karaoke junto al director de ventas. Los calendarios de adviento también desparecerán hasta el año que viene. Incluso el de aquellos presidentes que se mueven entre el de adviento y el electoral. El primer calendario siempre suele ser dulce. El segundo tiene más de galleta china de la suerte. Hasta el año que viene esperarán otros amigos invisibles. Otras cartas enviadas a lo desconocido. Hasta el día de Nochebuena se estirarán los aperitivos entre amigos, que para algunos se alargarán en la línea (curva) que conduce de la barra a la mesa familiar.

Aún no han comenzado las fiestas de Navidad y llegamos ya exhaustos a ellas. Tienen los preparativos en ocasiones más interés que el destino –ya lo contó Cavafis– y uno se lo puede pasar igual de bien pensando en algo marcado en su agenda para dentro de unos días que cuando ese día llega. Paladeando el porvenir. Vivir también consiste en imaginar cómo será nuestra vida.

El refranero español –esa cosa odiosa y pusilánime– dice que “el que espera, desespera”. El que espera, sin embargo, puede vivir dos veces. O más. El viaje es el destino. Pero también es el destino un plato de langostinos. Por Navidad. Pásenlo ustedes bien esperando. Y llegando.