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Ese mar Mediterráneo, con el que muchos soñamos y que todos asociamos al descanso y la libertad, se ha convertido en una inmensa fosa común.
Miles de personas acabaron su vida bajo sus aguas intentando encontrar en Europa la paz que no tenían en sus países de Oriente. Jalid se ha convertido en el primer niño que ha perdido la vida en el mar este año. Dos años de vida y todo un futuro segado ante la impasible mirada de las autoridades europeas que deben abordar de urgencia este problema migratorio, el mayor que hemos vivido en el continente desde la II Guerra Mundial.
La imagen del cuerpecito de Jalid, como antes fue el de Aylan y el de tantos otros no nos deja impasibles a ninguno. Una vez más, la ciudadanía responde solidariamente ante un problema humanitario que exige una respuesta contundente de la Unión Europea.
Según los datos de Unicef y la Organización Mundial de Migraciones, en 2015 hubo 873.000 personas que cruzaron el Mediterráneo en busca de un asilo que no siempre se ha dado. El 30% eran niños. No se sabe con certeza cuántos han muerto en el intento. 500 al mes, quizá mil. Un drama que exige respuestas contundentes y coordinadas. No son fáciles las soluciones, pero tiene que haberlas. Es una obligación indispensable de los Estados y los cientos de empleados de organismos públicos internacionales que desde sus despachos en Bruselas deben hallar fórmulas que otorguen el derecho de asilo a todas estas personas y se integren sin problema en Europa al tiempo que se buscan respuestas internacionales que atajen esas guerras civiles y combatan el violento terrorismo del Estado Islámico.
No podemos consentir más vidas truncadas como las de Jalid o Aylan. Ni podemos permitir que mueran en las vallas de Melilla personas que huyen de la violencia y el hambre. En el siglo XXI, en plenos avances científicos y tecnológicos, cada vida humana que se pierde en el mar o en una frontera es un paso atrás insoportable.
La Fundación del Español Urgente, Fundéu, ha elegido la palabra “refugiado” como la más significativa del año 2015. Por su relevancia en las noticias del año y su interés lingüístico y social. Un término con el que hemos convivido casi a diario viendo imágenes de una dureza extrema. A nadie se le olvida esas suaves olas de nuestro querido mar meciendo en una siniestra placidez los cuerpos de niños que acababan semisepultados en las playas de delicada arena. Una imagen terrible que nos obliga a trabajar muy duro para acabar con ellas.
Hasta que no lo consigamos, no podremos presumir de nada.