Íntimas guerras lejanas
La nueva guerra nos ha roto el alma, otra vez. A los que la sufren los mata, a las que la padecen las masacra. A los que estamos lejos, si no hemos sabido o podido ignorarla, nos mata también.
Ya habíamos amortizado la invasión de Ucrania para que no nos afectara tanto, para que no nos matara. El cuerpo se defiende como puede del horror. Segrega inmunidades para no sufrir más de lo que puede soportar.
El 6 de octubre cayó está guerra de siempre y el mundo se ha roto otra vez en genocidios rutinarios, imágenes de espanto y muerte y vísceras en la apacible provincia remota y tan cercana.
En estas horas dramáticas (que duran milenios) vivir en la España vacía es una bendición, siempre que no tengas que ir al médico o a comprar o quieras conectarte a precio razonable. Al menos no te matan, no caen más bombas que las que encuentran cada semana de la Guerra Civil, quizá para recordarnos lo fácil que es recaer en la barbarie y la locura.
0