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“Me queda la espinita de no haber gobernado, uno no está en política para hacer oposición”

Patricia Luquin

Óscar F. Civieta

En mayo de 2019 habrá elecciones autonómicas. Antes, se disolverán las Cortes de Aragón poniendo fin a la IX legislatura. La segunda, y la última, para Patricia Luquin. Anunció oficialmente que abandona la primera línea, “aunque no la política”, en el pasado Debate sobre el estado de la Comunidad.

La todavía portavoz de IU en el Parlamento autonómico repasa estos casi ocho años para eldiario.es. Con cierta resignación, señala que, en esta legislatura, “dando los números desde la izquierda, hemos dejado pasar una oportunidad para ser más valientes”. Apunta con orgullo que llegó a la política a través del feminismo y rechaza con rotundidad que se “normalice con un minuto de silencio el asesinato de una mujer y sigamos trabajando como si nada”.

Después de casi dos legislaturas como diputada, ¿de qué está más orgullosa?

Yo entré en una legislatura con Aragón en un momento muy duro, con una crisis económica brutal, con grandes recortes durante cuatro años y creo que IU hizo una buena oposición en la que se coordinó perfectamente la calle y la institución. Por ejemplo, hacía 10 años que no había ninguna comisión de investigación y se pusieron en marcha la de Plaza y la de la CAI a propuesta de IU. Y en esta legislatura hemos contribuido a garantizar que se daba marcha atrás a esos recortes y también se puso en marcha la comisión de estudio de las violencias machistas.

¿Están sirviendo para algo esas comisiones?

Es el debate de siempre. Las comisiones de estudio tienen otro tipo de connotación, la de violencias machistas ha servido para escuchar muchísimas voces y dar una visión más amplia de lo que tiene que ser cómo abordar las violencias machistas. Además, fue la primera comisión de estudio de violencias machistas de todo el Estado. Las comisiones de investigación yo las sigo defendiendo, en un país en el que no dimite nadie es la herramienta que tiene un parlamento para dirimir si ha habido responsabilidades políticas en determinado tipo de decisiones. Luego está la vía penal, pero las responsabilidades políticas no siempre van acompañadas de una responsabilidad penal. La ética en la política no va vinculada directamente a que haya una sanción penal o no.

¿Y cuál ha sido el peor momento?

Cuando estás en la oposición, generalmente es un trabajo frustrante. En la pasada legislatura, a IU no se nos aprobada prácticamente nada. En esta legislatura sí que tenemos más margen, al tener un gobierno en minoría tenemos más peso, aunque tengamos menos representación. En la pasada legislatura veíamos que se estaban tomando decisiones políticas de espaldas a la ciudadanía con muy poca sensibilidad, no solo política, sino incluso humana, y eso fue durísimo. 

Ahora la sensación de frustración que tengo es que creo que hemos dejado pasar una oportunidad importante, dando los números para sumar desde la izquierda, para haber sido más audaces y valientes en la aplicación de políticas. Y se lo he dicho al señor Lambán varias veces. El tema del Fondo de Inversión de Teruel (FITE), con un informe brutal de la Cámara de Cuentas que te dice que los fondos no se están usando para el objetivo que son, y este Gobierno tampoco se ha atrevido, por ejemplo, con MotorLand… Ese tipo de cuestiones se podrían haber abordado, porque hay una sensibilidad mayoritaria para entender que se rompan ciertas dinámicas.

En una entrevista en este medio en 2015, antes de las elecciones, decía que “Aragón ha sido la comunidad donde más ha crecido la desigualdad”, ¿cree que es algo que se ha, más o menos, solucionado?“Aragón ha sido la comunidad donde más ha crecido la desigualdad”

Muchas de nuestras iniciativas han ido a intentar paliar esa brecha. La crisis económica tiene carácter estructural y tiende a cronificarse, lo que hace es que se normalice la precariedad y la desigualdad. Que ahora se entienda que un salario de 700 o 1.000 euros sea casi un lujo, es normalizar la precariedad. El dinero no se destruye, se concentra en más o en menos manos, y ahora está en menos manos, eso genera un estado de desigualdad.

Intentar paliar la desigualdad se tiene que hacer a través de políticas públicas fuertes, que son el instrumento con el que contamos para garantizar cohesión social. Por eso, la importancia de la política fiscal de un Gobierno. Tiene que haber un modelo fiscal justo, es decir, progresivo y redistributivo, en el que quien más tenga pague más, eso es lo que garantiza las políticas públicas.

Por tanto, otra de las grandes frustraciones de esta legislatura ha sido la modificación del impuesto de Sucesiones, que era un impuesto de clase, aunque Lambán lo haya querido vender como un impuesto de territorio. Lo pagaba el 5 % de la población, ahora se reduce al 1 % y haces de eso una causa general. Ahí la derecha te ha ganado terreno.

Con la política fiscal en este país hay que hacer mucha pedagogía. Se necesita una presión fiscal importante para tener servicios públicos importantes. Con lo del impuesto de Sucesiones, aquí ha habido una campaña con medios de comunicación que han jugado para sus intereses de clase y han trasladado que un problema que afectaba al 5 % de la población diese la sensación de que afectaba a todo el mundo. Además, hay algo perverso, este impuesto lo sigue sin pagar casi nadie, pero sí se paga la plusvalía, que es de lo que realmente la gente se queja.

En 2016, cuando el PSOE permitió que gobernara Mariano Rajoy, IU dijo que rompía en Aragón el acuerdo de investidura, pero no parece que eso cambiara la relación de su grupo con el PSOE

Hubo un punto de inflexión importante, no solo en Aragón, sino en España. Y teníamos razón porque al final es Pedro Sánchez el presidente del Gobierno. No era que se permitiera gobernar a Rajoy, sino que las políticas de Rajoy, con la abstención del PSOE, se iban a seguir aplicando. Era una situación insostenible, además por la corrupción. Yo no sé quién fue el estratega del PSOE, pero se confundió.

Aquí había una relación mucho más natural de las fuerzas políticas de la izquierda, que hubiera permitido que funcionara ese laboratorio de izquierdas que decía Lambán. Lo que supuso es que se ralentizaran muchas cuestiones y que fuera complicado normalizar la relación con el Gobierno. Yo siempre digo que sí a sentarme a negociar y hablar, pero eso no quiere decir que luego llegue a acuerdos. Eso hay que trabajarlo, en cuanto Podemos e IU se sientan a negociar con el Gobierno ya nadie entiende que podamos decir que no. Tenemos que normalizar la capacidad de sentarnos a hablar, y que eso no quiera decir que vayamos seguro a llegar a acuerdos.

A nosotros nos han dicho de todo, que teníamos secuestrado al Gobierno, chantajeado. Creo que se está usando el lenguaje con un nivel de frivolidad importante: a todo se le llama golpe de Estado, todo es una auténtica vergüenza, todo es un ataque a la democracia… No, cuidado, que los golpes de Estado se han dado con armas y con militares. Es una barbaridad que a un presidente que ha llegado a la Presidencia con una moción de censura se le llame okupa. Es muy peligroso ese discurso, luego nos escandalizamos de que crezca la extrema derecha.

¿Ha sido complicado llegar a decisiones comunes con CHA, teniendo en cuenta que estaban en el Gobierno?

Uno de los temas que ha permitido que el Grupo Mixto haya funcionado muy bien es que hemos tenido unas relaciones excepcionales con CHA. Nos hemos respetado muchísimo. Dos fuerzas políticas que somos afines en muchas cosas, pero que una está en Gobierno y otra en la oposición, hemos sido un modelo de cómo se puede trabajar desde la discrepancia y garantizando nuestros espacios.

Estoy convencida de que con CHA se puede confluir antes o después, y hay herramientas para trabajar conjuntamente después de las elecciones.

Han sido años de una gran ola feminista y de un aumento de la visibilización de la violencia machista, ¿cómo se vive esto dentro de un Parlamento?

Mi incorporación a la política vino a través del feminismo. En estos momentos si hay una revolución posible es la revolución feminista. Las mujeres feministas estamos demostrando que somos las únicas que tenemos la capacidad para poder hacer tambalear el sistema. Hay mucha más gente que ahora se define como feminista y antes no. Lo que me da miedo es que alguien se suba al carro de ser feminista sin profundizar en lo que significa.

Lo que pasa con la violencia machista es que se visibiliza más, la gente se calla menos y lo que estamos viendo es una realidad que estaba soterrada, que era brutal, que es terrorismo machista, y ahora damos un golpe encima de la mesa y decimos que, por lo menos, ya no nos callamos. A partir de este momento se necesita una mayor apuesta política, económica y de concienciación para acabar con el terrorismo machista. No se puede acabar normalizando con un minuto de silencio el asesinato de una mujer y que sigamos trabajando como si no pasará nada. Eso no ha sucedido con ningún terrorismo. Las instituciones tenemos que actuar para que se traslade a la sociedad que las mujeres estamos sufriendo un feminicidio.

¿Hay que seguir haciendo labor pedagógica con el feminismo, por ejemplo, para que se deje de decir esa frase sin sentido que es 'ni machismo ni feminismo, igualdad'?

Una cosa es que el feminismo esté con fuerza y otra que se necesite, no solo pedagogía, sino que el feminismo se incorpore a la propia educación, al currículum. Hemos estado educadas en un espacio en el que las mujeres no hemos existido, ni en la literatura, ni en las ciencias, la visión que se tiene del mundo es del 50 % de la población. Quien dice lo de ni machista ni feminista es machista, es igual que ni de derechas ni de izquierdas, pues de derechas. Si quieres vivir en una sociedad igualitaria, hay dos opciones: que quien tiene privilegios los ceda, lo que no ha sucedido a lo largo de la historia, o arrebatarlos, y en eso estamos.

Y en esa lucha necesitamos a nuestros compañeros. Yo no dudo que mis compañeros de organización, cuando defienden la causa feminista se la crean, pero además hay que actuar, no valen las palabras. Hay una gran contradicción: cuando el feminismo está más en boca de todo el mundo, hay una mayor masculinización de la política. No puede ser que incorporemos el discurso, pero no actuemos.

¿Imagino que será importante que una de las últimas leyes aprobadas con usted en las Cortes sea la de Memoria Democrática?Memoria Democrática

No lo he dicho antes, pero evidentemente es una de las cuestiones de mayor orgullo –porque por fin tenemos una ley de memoria democrática en Aragón–, pero también de mayor tristeza porque hayamos tardado 40 años para poder hablar de dignidad, reparación, verdad y justicia de las víctimas de un golpe de Estado, de los hombres y mujeres que siguen enterrados en cunetas, de bebés robados… Y tener que escuchar algún tipo de discurso como los que tuve que escuchar el otro día me provoca tristeza y me hace entender en qué sociedad vivimos.

Hay discursos de la derecha española que necesitan todavía muchísimo recorrido democrático, y siento que se enfaden muchísimo, pero alguien que hay que explicarle que no pueden estar en el mismo nivel una víctima que un verdugo, o que no es lo mismo un modelo de Estado como la república, elegido democráticamente, y que lo pongas en el mismo nivel de un golpe de Estado y una dictadura, tiene un problema de valores democráticos. Ese tipo de discursos me parecen peligrosos, nos definen como sociedad y nos hacen entender por qué en 40 años este país no ha tenido la capacidad para poder tener este tipo de leyes.

Y cuando digo que el PSOE no acaba de ser valiente, aquí se abría la posibilidad de estudiar lo que supuso la Ley de Amnistía, pero incluso en ese tema, que venía recogido el propio proyecto de ley, al final el PSOE echó marcha atrás con el PP y negó esa posibilidad. Esa ley supuso que determinada gente que se acostó franquista se levantara demócrata, e, incluso, nos dé lecciones sobre la Constitución.

Ha vivido la llegada de esa teórica nueva política, ¿cómo lo ha visto?

Valoro muy positivamente la pluralidad democrática. Muy pocas veces he hablado de nueva o vieja política, hablo de buena y mala. ¿Ciudadanos es nueva política? Yo creo que es muy vieja. Podemos está madurando muy rápido porque la propia realidad de la institución te lleva. Pero me parece más interesante que haya siete fuerzas políticas que dos, porque refleja mejor la realidad. Sí es verdad que el bipartidismo no está muerto, pero también tengo claro que la pluralidad ha venido para quedarse.

Se va justo antes de la primera legislatura en la que IU y Podemos estarán juntos en las Cortes de Aragón, ¿le parece acertado?

IU siempre ha sido un movimiento político y social y siempre se ha trabajado en la necesidad de confluir y estar con otro tipo de organizaciones. La realidad natural supone que se tiene que llegar a acuerdos. La duda que siempre tengo es que en política 2 + 2 no son 4 y hasta ahora no hemos conseguido sumar. Espero que se haga lo suficientemente bien por todas las partes para que cada una de las personas que coja esa papeleta se sienta representada. Para eso se necesita mucha generosidad y saber mantener los espacios. Espero que esta vez sí que sea para sumar.

Siempre está latente ese riesgo de que IU sea fagocitada por Podemos

Cuando hablo de esa necesidad de generosidad y de visibilidad me refiero a que se necesita inteligencia para garantizar los espacios, porque estos van más allá de poner los logos seguidos. Está el espacio visual y el espacio ideológico. IU sigue siendo absolutamente necesaria, como Podemos entenderá que son necesarios.

¿Y ahora qué?

Tenía claro que iba a estar dos legislaturas. A la política hay que venir con fecha de caducidad. Ahora volveré a la vida civil, dejo la primera línea, pero no dejo la política. He trabajado siempre en política de forma muy profesional, pero siempre me he negado a ser una profesional de la política. Y esto, además de decirlo, hay que hacerlo. Patricia Luquin dice lo que hace y hace lo que dice. Para estar en política hay que tener vida laboral anterior y salir para poder reincorporarse.

Me quedo con la espinita de que yo no he podido gestionar. Uno está en política no para hacer oposición, sino para intentar cambiar las cosas, y eso solo se puede hacer desde la institución.

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