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Ana Moreno, geóloga: “Las estalagmitas esconden información sobre cómo ha cambiado el clima”

La geóloga e investigadora Ana Moreno.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

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Es geóloga por la Universidad de Zaragoza, doctora por la Universidad de Barcelona y científica titular desde 2014 del Instituto Pirenaico de Ecología, del CSIC. Ana Moreno (Vilanova i la Geltrú, Barcelona, 1974) ha pronunciado esta semana una conferencia, dentro del ciclo de la Universidad de Zaragoza “Investigadoras en busca del pasado”. 

¿Qué esconden las cuevas sobre el cambio climático?

Las cuevas, en sus estalagmitas fundamentalmente, esconden información sobre cómo ha cambiado el clima en el pasado. Nos hablan de periodos que han sido muy cálidos o muy fríos o nos cuentan cómo ha cambiado las precipitaciones. Esto ocurre porque están conectadas con el clima: para que se forme una estalagmita tiene que haber goteo dentro de una cueva y para que haya goteo, tiene que llover en esa zona. Entonces, a través del tipo de lluvia, podemos saber qué temperatura había en esa zona o qué diferentes tipos de lluvia podíamos encontrar. Esto nos sirve para relacionar lo que vemos en las estalagmitas con el clima que había en el pasado. Son los registros paleoclimáticos, de clima del pasado.

¿Para qué sirven esos registros paleoclimáticos?

La paleoclimatología sirve, sobre todo, para tres objetivos. Por un lado, para extender el registro del cambio climático. Hay que tener en cuenta que ahora mismo casi todo analizamos sobre el cambio climático o el calentamiento global actual se basa en series instrumentales de temperatura y de precipitaciones que, como mucho, tienen 100 o 150 años. La paleoclimatología nos da contexto temporal, una visión hacia el pasado de cómo era el clima. En segundo lugar, nos ofrece la oportunidad de entender mejor las causas, los procesos, los mecanismos del cambio climático. Tenemos un libro escrito de cómo era el clima en el pasado, cómo funcionaba, qué papel podían tener la atmósfera, las corrientes marinas, incluso en momentos de tiempo en los que no hemos tenido casquetes de hielo en los polos. Es como si tuviéramos diferentes escenarios de cambio climático, lo que nos permite entender mejor el sistema. Esto nos lleva a la tercera utilidad de los registros del clima del pasado, que es la posibilidad de mejorar los modelos climáticos predictivos, porque estamos consiguiendo datos de cómo funciona el clima, es decir, cómo se ha respondido otras veces el gran laboratorio que es la Tierra.

¿Queda todavía en Aragón mucho por analizar?

Sí, sería inabarcable. En Aragón hay muchísimas cuevas. Sólo en el Pirineo y en el Sistema Ibérico, tenemos grandes macizos de roca caliza, donde se desarrollan cuevas. Hay muchísimas cuevas y hay muchos registros de estalagmitas. No todas son interesantes; si son muy antiguos, de millones de años, no tenemos la capacidad de estudiarlos con detalle. Esos no nos sirven para entender el clima. Pero aún queda mucho trabajo por hacer en este campo. 

Entonces, ¿qué tipos de estalagmitas son las que pueden dar una información más valiosa?

Ahora mismo, la gente que estamos haciendo trabajo en paleoclimatología nos estamos centrando en el estudio de cambios climáticos rápidos. En el pasado, también tenemos ejemplos de periodos en los que el clima cambió de manera rápida; es lo que más nos interesa, sobre todo, en periodos de tiempo relativamente cercanos. Por ejemplo, en los últimos ciclos glaciales, como mucho los últimos 100.000 años, en los que tenemos un sistema de corrientes oceánicas y de la atmósfera que funciona parecido a como está en la actualidad. En ese periodo temporal, es interesantes encontrar cambios climáticos rápidos, que hayan ocurrido porque se ha traspasado un umbral o porque se ha implantado demasiada agua dulce en el océano Atlántico por fusión de los casquetes polares y eso ha cambiado las corrientes oceánicas... Fenómenos de este tipo son los que más nos interesa investigar en el pasado porque, en el fondo, son los que más relación tienen con el cambio climático actual. Nos interesa entender bien por qué se producen y también cómo se propagan en todo el planeta y qué reacciones hay en los diferentes ecosistemas.

¿Se puede hacer esto en Aragón?

Si, hemos trabajado ya en bastantes cambios climáticos abruptos del pasado. Por ejemplo, en el Pirineo, hemos trabajado en un periodo que se llama Dryas reciente, el Younger Dryas, que es un periodo frío que duró 1.000 años y en el que la entrada y salida en ese periodo frío ocurrió de manera muy rápida, en pocas décadas. Ese periodo se ha registrado muy bien en algunas estalagmitas, en concreto, en la cueva de Seso, en Boltaña. En otra cueva, por ejemplo, de Teruel, en Ejulve, hemos trabajado mucho en la terminación glacial, es decir, nos ha interesado ver cómo es el paso de un periodo glacial a uno interglacial, que ocurrió hace 270 millones de años. También es un cambio climático rápido, para lo que es la escala geológica: ocurrió en un periodo relativamente corto, de apenas 1.000 años. Entonces, nos interesa ver cómo se reorganiza todo el sistema climático. 

¿En qué proyectos está trabajando ahora mismo en el Instituto Pirenaico de Ecología?

Estamos trabajando en un proyecto centrado en el Pirineo, en la zona más Occidental, acercándonos a los valles centrales del Pirineo Occidental y el Pirineo navarro. Es una zona que tenemos poco investigada. Estamos intentando relacionar la información que obtenemos de registros de sedimentos, de barro que encontramos en el fondo de los lagos y la información de cuevas. Unos de los focos de este proyecto es relacionar el cambio climático que ha ocurrido en el pasado y el impacto que tuvo en las sociedades humanas. Nos vamos a centrar en los últimos 20.000 años. Hay varias oportunidades de relacionar cambios climáticos con cambios antrópicos y ver aspectos como el inicio de la agricultura, las migraciones de algunas sociedades, el impacto que pudieron tener en la deforestación... Vamos a trabajar en diferentes periodos de tiempo, pero con esa intención de relacionar el clima con el impacto humano.

Esta semana, se ha conmemorado el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. ¿Qué es lo que le atrajo a usted a dedicarse a la paleoclimatología?

Siempre me interesaron mucho todos los temas que tenían que ver con el medio ambiente, con la contaminación, con el cambio climático... incluso antes de empezar la carrera de Geología. He estado siempre bastante sensibilizada en este aspecto. Cuando acabé Geología y empecé la tesis doctoral, era un momento en el que todos los temas relacionados con paleoclima, con el clima del pasado, estaban empezando a estar de actualidad, porque era el momento en el que empezaron a salir los informes del IPCC, las cumbres de Kyoto… Entonces, vi que desde la Geología también se podía aportar mucho a esa visión sobre el cambio climático, mediante el estudio de registros del pasado. Empecé a trabajar con sedimentos marinos y ahora me estoy centrando en el ambiente más continental, con registros de lagos y cuevas. Es la idea de intentar relacionar al máximo el pasado con el presente para incluso aportar datos para mejorar las predicciones futuras.

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