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Un vacío legal permite en Aragón cobrar entrada todo el año a Bienes de Interés Cultural en manos privadas

El Ayuntamiento de Mequinenza mantiene un acuerdo con Endesa para organizar visitas guiadas gratuitas a su castillo.

Eduardo Bayona

Entre la antigua catedral de Roda de Isábena y la colegiata de Alquézar se dan varias similitudes: son monumentos nacionales desde hace casi un siglo (1924 y 1931), ambas fueron declaradas BIC (Bien de Interés Cultural) por el Gobierno de Aragón (en 2003 y 2006), las dos han sido rehabilitadas gracias a potentes inversiones de dinero público y la posesión de ambas está anotada a favor de obispados; en este caso, el de Barbastro-Monzón y el de Huesca, que las inmatricularon 2005 y 2016.

Hay al menos otra coincidencia entre ambas: visitarlas cuesta tres euros cualquier día del año gracias a un vacío legal generado por la Ley de Patrimonio Cultural Aragonés, que omite el requisito de la gratuidad que sí establece el artículo 13.2 de la Ley de Patrimonio Histórico Español cuando obliga a los propietarios de los BIC a facilitar su “visita pública, en las condiciones de gratuidad que se determinen reglamentariamente, al menos cuatro días al mes, en días y horas previamente señalados”.

La normativa autonómica contempla solo la obligación de garantizar “la visita pública, al menos cuatro días al mes, en los términos establecidos reglamentariamente”, mientras que la estatal, por su parte, admite la posibilidad de dispensar esa exigencia “cuando medie causa justificada”, aunque el espíritu de la ley reserva esa vía para los edificios habitados.

Dos joyas del románico lombardo y el gótico tardío

La antigua catedral de Roda y la colegiata de Alquézar son dos de los principales monumentos medievales del prepirineo oscense: una joya del románico lombardo (siglos XI y XII) y pieza fundamental en la historia de uno de los tres condados que dieron origen al reino de Aragón, como catedral más antigua de su territorio, en el primer caso, y, en el segundo, un majestuoso templo del gótico tardío levantado sobre una fortaleza erigida por la taifa de Barbastro en el siglo IX.

En Roda es posible reservar la visita en cinco turnos diarios (11:15, 12:30, 13:30, 16:30 y 17:30) previo contacto telefónico mientras que en Alquézar se puede acceder de 11:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00, adquiriendo las entradas en la oficina de turismo o en el propio monumento.

La situación de ambos templos no difiere mucho de la que se da en la catedral de La Seo zaragozana, monumento nacional desde 1931, BIC desde 2002, restaurada con fondos públicos e inmatriculada por el arzobispado en 1987, en la que el acceso para contemplarla requiere el pago previo de un donativo de tres euros (cuatro si la visita incluye el museo de los tapices) cualquier día del año.

El ejemplo de Mequinensa y su castillo

Sin embargo, otros municipios como Mequinensa han optado por tratar con el propietario de un BIC de titularidad privada, en este caso el castillo medieval, para convertirlo en un atractivo turístico. “Ellos estaban obligados a mostrarlo, ya que tienen la obligación de abrirlo al público un día a la semana, y nosotros podíamos echar una mano”, explica la alcaldesa, Magda Godia, cuyo ayuntamiento organiza los grupos para las visitas, que se realizan con técnicos culturales, previa cita telefónica.

El acuerdo, en cualquier caso, es flexible. “En ocasiones hay dos visitas en un día y a veces han abierto en otras fechas a petición del ayuntamiento”, señala. No obstante, matiza, “se trata de un castillo-residencia, que no está preparado para ser visitado sino para habitarlo y en el que en ocasiones el propietario organiza cursos y seminarios”, por lo que ambas partes optan por la flexibilidad.

“Desde la última renovación del convenio, hace unos tres años, las cosas funcionan muy bien”, anota Godia, que añade que “no hay contraprestaciones económicas” por ninguna de las dos partes.

El castillo de Mequinenza, situado en una colina que domina el pueblo y la confluencia de los ríos Cinca, Segre y Ebro, tiene su origen en la fortaleza que instaló allí en el siglo VIII la tribu bereber Miknasa, que dio nombre a la población hasta el siglo XII, aunque su arquitectura visible, incluidos sus siete torreones, son de estilo renacentista.

Abandonado a principios del siglo pasado, fue reconstruido como residencia a finales de los años 50 por la empresa hidroeléctrica estatal Enher, la misma que construyó y explotó inicialmente el pantano, antes de ser absorbida por Endesa.

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