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El Centro Aragonés de Barcelona recupera su esplendor

El centro presenta graves deficiencias provocadas por humedades que han deteriorado el edificio.

Antonio Ibáñez

Zaragoza —

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Los presupuestos autonómicos de 2024 contemplan los primeros 700.000 euros para recuperar el Centro Aragonés de Barcelona, histórico lugar de encuentro en la capital catalana de los miles de aragoneses que durante los últimos 110 años establecieron en esta ciudad su residencia. Desde entonces, este centro se convirtió en un auténtico motor de la cultura y la convivencia de los aragoneses emigrados en Barcelona. Desde su constitución, en 1909, y la creación de este centro en 1916, se convirtió en una referencia en la ciudad y un punto de encuentro de los miles de aragoneses que abandonaron su comunidad para buscar un futuro mejor en la capital catalana.

La importancia del centro brilla aún más por la existencia del Teatro Goya, actualmente arrendado a una compañía privada, por cuyas tablas han pasado los principales artistas de la escena hispánica y aragonesa, como la inigualable Raquel Meller. Ramón María del Valle-Inclán estrenó en 1925 “La cabeza de bautista”, Federico García Lorca “Mariana Pineda” en 1927 con la interpretación de Margarita Xirgu o el mítico Carlos Gardel actuó en este escenario en su visita a Barcelona. El teatro, muy implicado en la vida cultural barcelonesa, es la principal fuente de ingresos del centro, y a través del arrendamiento se pretende que siga siendo un espacio emblemático.

El edificio del Centro Aragonés de Barcelona ocupa el chaflán de las calles Joaquín Costa y Torres Amat y presenta desde hace varios años graves deficiencias estructurales y problemas de mantenimiento que ahora se pretenden resolver con la inversión pública del Ejecutivo aragonés. Hace un año asumió la cesión gratuita de un inmueble cuyo valor estimado ronda los 10 millones de euros y en el que se pretenden invertir en los próximos años alrededor de 3,5 millones de euros para devolverle el esplendor y todo el vigor que tuvo a lo largo del último siglo. El Gobierno autonómico anterior diseñó un proyecto ambicioso para que este lugar sea la embajada perfecta de Aragón en Cataluña, potencie su imagen exterior y estreche los innumerables vínculos sociales, culturales y económicos que mantienen ambas comunidades autónomas.

El nuevo presidente de Aragón, Jorge Azcón, ratificó en una reciente visita al centro el proyecto iniciado por su antecesor, y la primera partida presupuestaria está ya prevista para acometer las primeras obras urgentes de un edificio que cuenta con la protección patrimonial del ayuntamiento de Barcelona y al que el paso del tiempo le ha provocado serios problemas de humedades que hacen urgente la rehabilitación ya que sus efectos ya se dejan notar tanto en las cubiertas como en la fachada de este edificio. El montante total de esta primera fase de intervenciones ascenderá aproximadamente a los dos millones de euros. Una segunda fase, hasta llegar al total de los 3,5 millones, será para recuperar íntegramente y relanzar definitivamente las actividades del inmueble, integrado a la perfección en la equilibrada arquitectura novecentista barcelonesa.

Proyectado por el arquitecto Miguel Ángel Navarro, el Centro Aragonés de Barcelona llegó a contar con más de 3.000 socios, aunque en los últimos años ha ido sufriendo una merma de asociados y actualmente ronda los 650.Además del teatro, destaca su biblioteca especializada en temas aragoneses, que cuenta con más de 17.000 volúmenes y ha servido de espacio de revalorización de la cultura aragonesa y lugar de presentación de numerosas obras de autores de la comunidad autónoma. También durante años fue importante su restaurante, un espacio que también se pretende relanzar y que se convierta en una referencia de la variada oferta gastronómica de Barcelona, pudiendo servir además de espacio para la difusión y la divulgación del pujante sector de la restauración y la hostelería aragonesa.

El edificio, diseñado por el arquitecto Miguel Ángel Navarro, se levantó en un momento de máximo esplendor económico y cultural de la ciudad catalana, que coincidió además con un aumento de la inmigración aragonesa. En las obras participaron conocidos industriales aragoneses, como la empresa ‘La Veneciana’ del que había sido gran impulsor de la Exposición Internacional de 1908 Basilio Paraíso, que adornó el Centro con las vidrieras policromadas de los escudos de Aragón y sus principales ciudades. En 2008 se incorporaron a su decoración los dos murales de Jorge Gay que adornan el vestíbulo principal.

El edificio se levanta sobre un solar de 1.195 metros cuadrados y tal fue la importancia que adquirió que, a iniciativa del propio centro, se cambió el nombre de la calle pasando a llamarse Joaquín Costa, padre del regeneracionismo, movimiento que tanto tuvo que ver con el auge de este centro. Aunque nació con el único fin de estrechar lazos y difundir la cultura y las costumbres aragonesas, sin ninguna connotación política, el Centro Aragonés de Barcelona también tuvo una importancia fundamental en la constitución de los movimientos aragonesistas de antes de la Guerra Civil, con el nacimiento de revistas como “El Ebro” o los primeros movimientos para la creación del Estatuto de Autonomía. Figuras históricas del aragonesismo, como Gaspar Torrente o Julio Calvo Alfaro fueron asiduos a este centro, que con el regreso de la democracia también tuvo un gran momento de esplendor.

Con el impulso que se le pretende dar al centro el Gobierno de Aragón quiere establecer en Barcelona un espacio para profundizar en los numerosos vínculos que se mantienen con Cataluña, muy estrechos y que contrastan con una profunda tensión política propiciada por los continuos desencuentros que mantienen los últimos ejecutivos autonómicos de ambas comunidades. Con la reforma, se quiere mantener la fecunda e intensa vida cultural que ha desarrollado históricamente, pero también que sea un espacio de encuentro y trabajo para las numerosas empresas aragonesas que se relacionan a diario con Cataluña, la comunidad a la que más bienes se compran, al igual que Cataluña hace con Aragón. Los más de 225 kilómetros de frontera, permeable socialmente, han propiciado desde tiempos inmemoriales estos intercambios, y han provocado también innumerables vínculos sociales, culturales y lingüísticos en común.  

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