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De Erasmus al pueblo: prácticas profesionales en pequeñas localidades de Aragón

La localidad zaragozana de Cubel

Madalina Panti

14 de julio de 2021 22:55 h

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Alejados del ruido y el estrés de los municipios, entre Tauste, Villanueva de Gállego y Ejea de los Caballeros, se encuentra Castejón de Valdejasa, un pueblo de apenas 200 habitantes afectado por la despoblación y donde las oportunidades laborales están reducidas a la ganadería y la agricultura y, en menor medida, al sector servicios. Sin embargo, en estos meses de verano, suman tres habitantes temporales, todos ellos estudiantes de la Universidad de Zaragoza en Nutrición, Veterinaria y Turismo. 

Álvaro Carvallal experimenta sus primeras prácticas en Castejón de Valdejasa poniendo a prueba sus habilidades y conocimientos en el Grado de Turismo, a pesar de que allí no hay oficina turística. Comenzó a principios de julio y se encargará de estudiar los recursos del pueblo y a acondicionarlo de cara al turismo junto a Eduardo Luna, su tutor y alcalde del municipio. “No conocía Castejón de Valdejasa pero un compañero de clase estuvo el año pasado en Gelsa y estaba muy contento. Aquí tienes más responsabilidad y da más impacto que trabajar de recepcionista o en una agencia de viajes en la ciudad”, comenta el estudiante. 

En el pueblo más alto de la provincia, Cubel, se encuentran dos documentalistas que este verano organizan el archivo del Ayuntamiento y buscan información histórica del pueblo en la asociación cultural Atalaya. Sofía Martínez y Alicia Ferrer, se conocieron durante la carrera de Información y Documentación y ahora conviven en el pueblo cubeleño. “Me he sentido muy acogida por todos los vecinos aunque no soy de pueblo, estoy a gusto aquí, me siento como en casa. Son las primeras prácticas y profesionalmente veo que lo que me he formado me sirve para lo que estoy haciendo ahora y me parece interesante para ir cogiendo experiencia”, declara Martínez.

Juntos forman una veintena de jóvenes que forman parte de la cuarta edición del programa Desafío promovido por la Universidad de Zaragoza y la Diputación Provincial, con el objetivo de desarrollarse profesionalmente en comarcas como el Campo de Daroca, las Cinco Villas, Belchite o Calatayud. El objetivo es animarles a iniciar su recorrido laboral en un municipio con menos de 3.000 habitantes apelando a su curiosidad e inquietud. “Hacemos de ‘Celestina’ entre empresas y estudiantes y trabajamos en la mentalidad y en la mirada, porque ellos son un soplo de aire fresco de nuevas ideas y hay que enseñarles que hay vida de calidad en el pueblo”, declara Luis Antonio Sáez, director de la Cátedra sobre Despoblación y Creatividad e impulsor de esta iniciativa.  

Luis Alfonso Castellano, técnico del servicio Cuarto Espacio de la Diputación de Zaragoza, incide que el atractivo de este “Erasmus Rural” supone una prueba de madurez ya que para muchos es la primera vez que abandonan sus casas, “antes se incitaba más a irse fuera, no a un pueblo. Lo bueno de esto es que tienen que administrarse el tiempo, el dinero de la dieta, el alojamiento… Es una prueba también de responsabilidad al salir”. Sáez añade que fuera de las universidades “el conocimiento no son solo los apuntes y si no experimentas esto, no te haces a la idea”.

La vida en el pueblo

El verano abre las puertas y agita los pueblos a nivel social y cultural, lo que mejora la socialización. “Tenemos las piscinas abiertas y se les ha acogido como una familia, veo que ya están saliendo a las terrazas, hablan con la gente. Que vean que las conexiones aquí son mucho más cercanas que en otros lugares”, manifiesta Luna. La cercanía intergeneracional que se produce teje redes redes sociales muy positivas en estos entornos con vistas a la posteridad, “uno se puede integrar muy bien y hace que te plantees tu futuro ahí”, reconoce Luis Alfonso. 

Aunque vivir en el pueblo también supone enfrentarse a desafíos como la falta de conexión, la poca población joven o los estereotipos. “Lo más difícil es que no hay muchas cafeterías para salir y mucha gente de nuestra edad, pero también hay cosas diferentes que en la ciudad no puedes hacer”, reconoce Sofía. Retos que hace que uno dude si acudir a ellos, tal y como comenta Luna, “hasta la gente de aquí creen que no tenemos oportunidades. Antes se buscaba gente para repoblar los pueblos pero venían sin trabajo, ahora queremos generar esas oportunidades para que la gente venga y que cambien de opinión”, apunta. 

El “boca a boca” de las numerosas ventajas sobre las desventajas, ha llevado esta iniciativa al éxito y a expandirse hacia otras provincias como Huesca o Teruel. Asimismo, el año pasado, se incluyó el programa Arraigo, creado para prácticas pero para estudiantes titulados. Entre los dos programas, el número total de prácticas llega a un total de 79 provenientes de 29 titulaciones distintas. Este año, la iniciativa ha recibido más de 60 solicitudes de entidades y alrededor de 330 solicitudes por parte de los estudiantes. En cuanto a la proporción de mujeres y hombres participantes, en el programa Desafío el 60% fueron mujeres y el 40%, hombres, mientras que en el programa Arraigo, el 65% fueron mujeres y el 35%, hombres.

El geógrafo Javier Lambán forma parte de los alumnos admitidos en esta convocatoria en el grupo de acción local ADEFO Cinco Villas. Su adaptación ha sido muy fácil al vivir en un pueblo de los alrededores. “Siempre he tenido claro que en el futuro me gustaría poder asentarme en un entorno rural, ya sea en Sierra de Luna, mi pueblo, o en cualquier otro, y considero que un primer paso para poder llevarlo a cabo es la realización de estas prácticas”, apunta el joven. 

Una visión de futuro

Después de la crisis del 2008 y la provocada por la pandemia, los jóvenes de hasta 30 años son uno de los sectores más afectados a nivel laboral. Según informa CCOO Aragón, entre los menores de 25 años el desempleo alcanza al 30,85%, muy por encima de la media de la UE situada en el 17,56%. En el mundo rural los resultados no son mejores, ya que la mayoría de los jóvenes suelen salir a las ciudades. “La gente joven no quiere quedarse a trabajar en el pueblo. Jordi Évole hizo un programa sobre la despoblación y al preguntar a los chavales ninguno veía su futuro en el pueblo. Pero esta es una medida sencilla para cambiar las cosas”, resume Castellano. 

En ediciones anteriores muchos de ellos han sido contratados por las empresas. Además, la pandemia también ha supuesto un aumento del teletrabajo, lo que facilita combinar ambos modos de vida. Entre los estudiantes suele haber un clima de aceptación ante la competitividad de las ciudades. “Si existiese la posibilidad, me quedaría pero actualmente los grupos de acción local están inmersos en una situación complicada en lo que a oportunidades laborales se refiere”, admite Javier.

Sofía opta por seguir experimentando aunque en un futuro no se descarta la vida en un núcleo más pequeño. Para Álvaro sí que podría ser una posibilidad a contemplar, “mi trabajo de fin de grado será sobre la reconstrucción de una aldea con vías a la autogestión. Siempre me ha gustado la idea de vivir en el pueblo, con mis amigos teníamos la broma de ahorrar, restaurar el pueblo y quedarnos allí”, admite el estudiante.

Los efectos de la despoblación son difíciles de revertir en algunas zonas, aunque los núcleos rurales han seguido luchando por sobrevivir y sobre todo por ofrecer facilidades mostrando que además de la tranquilidad, uno también puede ganarse la vida en el pueblo y donde los jóvenes pueden ser protagonistas.

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