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“Ha crecido de forma preocupante el número de adolescentes que forma parte de hinchadas neonazis”

Estefanía Serrano,  coordinadora en Aragón del Movimiento contra la Intolerancia.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Aunque Estefanía Serrano (Zaragoza, 1987) nos comenta que lleva “poco tiempo” como coordinadora en Aragón del Movimiento contra la Intolerancia, es muy consciente del peligro que supone ocupar ese cargo. Por motivos de seguridad, esta organización no puede permitirse el lujo de colocar su logotipo en el timbre del portero automático. Ni pasar el teléfono personal de ningún trabajador a cualquier periodista. Ni mostrar su imagen en la fotografía que suele acompañar a una entrevista.

¿Qué relación detectáis entre la violencia y el deporte?

Llevamos analizando el racismo y la violencia en el deporte desde los años 90, cuando empezamos a comprobar que los fondos ultra de los estadios de fútbol se estaban convirtiendo en viveros de grupos neonazis, sobre todo, para la captación y adoctrinamiento de las personas más jóvenes. Ha habido multitud de casos de violencia, tanto en el fútbol profesional como en el de aficionados: los insultos racistas, xenófobos y homófobos son habituales en cualquier partido. La semana pasada, un árbitro tuvo que dejar su profesión por los insultos y humillaciones que sufría desde que salió a la luz que es homosexual. Hace quince días, un hombre falleció en Calatayud tras una pelea entre padres de dos niños jugadores de fútbol después de un partido. En marzo, unos aficionados del PSV Eindhoven holandés vejaron a un grupo de mujeres gitanas rumanas que pedían limosna en Madrid en un caso claro de aporofobia, que es el odio por cuestiones económicas, muy frecuente entre los hinchas de fútbol. También hemos conocido agresiones organizadas antes y después de los partidos; es lo que denominan “irse de caza”: ir a buscar y dar una paliza a personas que duermen en la calle, a inmigrantes en situación irregular o a homosexuales. Dentro de los estadios, además de los insultos, son muy típicos los cánticos, tanto para animar como para denigrar. Las pancartas y las banderas que contienen cierta simbología serían un tipo de violencia, de incitación al odio, más subliminal. Incluso ha habido casos de agresiones de hinchas de un club a jugadores de su propio equipo, lo que demuestra que algunos grupos son sólo una excusa para tener un espacio donde fanatizar a los jóvenes. La relación entre la violencia y el fútbol es evidente en Europa.

¿Os preocupa que la violencia sea habitual también en cualquier partido de fútbol infantil?

Sí, nos preocupa mucho porque se aprovechan estos espacios del fútbol de menores para que empiece a germinar ahí la semilla del odio y la rivalidad, en lugar del compañerismo. Existe además permisividad: se pasan por alto ciertas actitudes inaceptables, ni siquiera se cuestionan. De hecho, los chavales las ven como algo completamente normal, no encuentran que exista un problema.

¿Cómo explicáis este vínculo entre violencia y fútbol?

Los estadios de fútbol han dejado de lado los valores que debería fomentar el deporte: la solidaridad, el compañerismo, la convivencia, los derechos humanos... Son valores que siempre han servido para fomentar la integración y la diversidad. Sin embargo, los estadios se han convertido en viveros de ideologías políticas para los grupos neonazis, que han utilizado la emoción de los partidos para fomentar la violencia. Parece mentira que en 2007 fuese necesario aprobar la Ley contra la violencia y el racismo en el deporte, una ley que simplemente busca fomentar los valores deportivos. Se aplica a todo el deporte, pero está muy focalizada en el fútbol porque los casos más graves y el uso de violencia como herramienta ideológica se dan casi siempre en el fútbol.

¿Esta ley funciona?

Es una ley muy completa, pero se aplica muy poco. El artículo 1 me parece muy interesante porque dice que el objeto es “fomentar el juego limpio, la convivencia y la integración en una sociedad democrática y pluralista, así como los valores humanos que se identifican con el deporte”. Es decir, si el deporte no hubiera abandonado nunca este objetivo, no habría sido necesario legislar. Por ejemplo, el Real Zaragoza fue sancionado con una multa de 9.000 euros en 2006 por los insultos a Eto’o durante un partido en La Romareda, con gritos simulando los sonidos de un mono, a pesar de que por megafonía se pidió al público que dejase de humillar al jugador. Sin embargo, años después de la aprobación de la ley, en 2013, a la salida del estadio en Zaragoza, un grupo de aficionados volvió a insultar imitando los sonidos de un mono a Bienvenu, que iba con su familia. A Sapunaru, de origen rumano, también le insultaron y le gritaron que no fuera a robar cobre. Y a Movilla le corearon: “No queremos jugadores de color, preferimos a Movilla, que es blanco y español”. Por tanto, la ley está, pero tendría que existir una infraestructura capaz de identificar a quienes la incumplen y no es así.

¿Qué más faltaría por aplicar de la ley?

Lo que más nos sorprende sobre la aplicación de la ley es que la norma indica que los clubes de fútbol tienen que realizar un registro por zonas, para saber qué personas forman parte de cada grupo. Tienen la obligación de registrar todos los grupos que entran al campo y garantizar que nadie está involucrado en delitos violentos o racistas. La ley también exige a los clubes llevar a cabo campañas de prevención y sensibilización, con publicidad en medios audiovisuales, en camisetas de los jugadores… Deberían informar a sus seguidores sobre el tipo de fútbol que quieren y el tipo de deporte por el que están luchando. También podría aplicarse el artículo 515.4 del Código Penal, que habla de la asociación ilícita y dice que es toda asociación que “fomente, promueva o incite directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra personas, grupos o asociaciones por razón de ideología, religión, creencias, pertenencia a una etnia, raza o nación”. Todas estas peñas o grupos que fomentan el odio hacia la diversidad son asociaciones ilícitas que funcionan con total impunidad enmarcadas en las hinchadas de fútbol. Hace unos años, los hinchas ultras no se cortaban un pelo mostrando su incitación al odio. Hasta hace poco, año y medio, la página web del Ligallo Fondo Norte del Real Zaragoza vendía música Oi!Rac, que es una música neonazi, “rock anti comunismo”, un tipo de ska muy rápido con letras ultra racistas. Un ejemplo de música Oi!Rac sería Batallón de Castigo, que es un grupo malagueño cuya canción más conocida decía: “Seis millones de judíos, a las cámaras de gas. Seis millones más, seis millones más”. Las Brigadas Blanquiazules del Español han utilizado en su simbología la calavera Totenkopf, que es la que mostraban las SS de Hitler. Los Ultra Sur del Real Madrid tenían un hacha de la simbología celta que utilizan mucho los neonazis. También se ha utilizado otro símbolo neonazi como la cruz de San Juan. La UEFA prohíbe toda esta simbología en los estadios de fútbol y en España, con la entrada en vigor de la ley, empezó a desaparecer. Con todo, en una final Barça-Madrid de 2014, un grupo de hinchas que quemó una senyera en las inmediaciones del campo llevaba una bandera con la esvástica. Además, estos grupos neonazis: si se prohíbe una simbología, van adoptando otra. Por eso, a veces ahora es más difícil relacionar a algunos grupos con una ideología de extrema derecha y hay que estar atentos para detectarlo.

¿Conocéis algún caso de grupos neonazis vinculados al deporte con mensajes menos explícitos?

Un ejemplo sería el grupúsculo juvenil que ha surgido dentro del Ligallo Fondo Norte que se hace llamar “Gamberros” y del que forman parte incluso menores de edad. Surgieron hacia octubre de este año pasado y ya han protagonizado varias agresiones por las noches en la zona centro de la ciudad. En el logo que utilizan en sus sudaderas y carteles no hay ningún elemento censurable o perseguible. Sin embargo, organizaron una campaña de recogida de juguetes en colaboración con el Hogar Social Zaragoza, un edificio okupado en el barrio de Las Fuentes que se dedica a organizar campañas de recogida de alimentos, juguetes y ropa... sólo para personas españolas. El Hogar Social Zaragoza difunde el mensaje de que las ayudas sociales deberían ser sólo para los nacionales, de que las ayudas sociales no llegan a todos porque se están dando a los inmigrantes… Es una incitación indirecta al odio por xenofobia; debería perseguirse. Hasta ahora, el fútbol había sido la mayor baza para los grupos de extrema derecha. Este caso nos muestra que con la crisis, han encontrado nuevas oportunidades: utilizar el hambre y las situaciones económicas precarias para tratar de captar y fanatizar a más gente.

A pesar de todo esto, ¿ha habido cambios en la actitud de los clubes hacia este tipo de hinchas?

En los últimos tiempos sí hemos visto que los clubes han recortado las ayudas, los medios técnicos y las entradas que ofrecían anteriormente a estos grupos o peñas. Había habido mucha impunidad, con entidades deportivas que incluso prestaban espacios a grupos neonazis para que guardasen sus pancartas. El punto de inflexión no fue la ley de 2007, sino la muerte de Jimmy, el hincha del Riazor Blues asesinado por integrantes del Frente Atlético en las inmediaciones del Manzanares. No era la primera persona asesinada en esas circunstancias, pero sí la primera asesinada después de la ley. Después de aquello, en el campo del Betis, hubo unos cánticos provenientes de la hinchada ultra en apoyo a Rubén Castro, que había sido condenado por violencia machista. El club tomó la medida de cerrar esa parte del estadio. De todas formas, algo que detectamos es que los actos de violencia en un campo de fútbol tienen mucha repercusión en los medios de comunicación, pero las consecuencias que conllevan no se difunden tanto. Por eso, pensamos que no sirvió de ejemplo para otras hinchadas.

¿Os preocupa también la violencia sexista?

El caso de Rubén Castro fue muy particular, porque se trataba de una persona con condena firme por violencia machista. Pero ese tipo de violencia aparece cada vez que hay una árbitra, a las que suelen “mandar a fregar” o decirles que no es un trabajo para ellas. O cuando se decidió que fuese una mujer quien se encargara de entrenar al equipo de Copa Davis español. Hoy en día, el deporte es muy machista: deja a las mujeres muy poco espacio. Y cuando aparecen mujeres ocupando ese espacio limitado, siempre sufren machismo. En el deporte femenino, también se suele atacar una supuesta pérdida de feminidad, se habla más de su vida privada... El deporte sigue siendo uno de los ámbitos en los que el machismo es más palpable.

¿Cómo se podría mejorar la situación?

Es muy importante fomentar el Observatorio de la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte: que haya instituciones, entidades deportivas y organizaciones sociales que trabajen en sensibilizar a la población. Y, por supuesto, habría que declarar asociaciones ilícitas las peñas deportivas que fomentan el odio. Se trata de dejar atrás la impunidad y no volver a pasar por alto conductas que no sólo se dan en los estadios de fútbol, sino que salen fuera. El poso de esas hinchadas se refleja después en la sociedad. Nosotros, en Movimiento contra la Intolerancia, lo vemos en los colegios: los chavales muy jóvenes, sobre todo los chicos, dicen que si van al estadio, se lo pasan mejor en la hinchada ultra. Ahí tienen una baza muy importante.

¿Se ha intentado fomentar otras peñas deportivas que sí sean estrictamente de apoyo a los equipos, para que así los jóvenes se lo pasen bien con ellos?

No, no se hace un trabajo de fomentar el ocio con valores en el fútbol.

¿Qué os encontráis en esas charlas en los colegios?

Estamos teniendo un repunte en prejuicios e intolerancia. Este último año, el número de casos de chicos que hemos detectado dentro de grupos neonazis o de extrema derecha ha crecido de una manera preocupante. Antes, podíamos encontrarnos un caso al mes; ahora vemos cinco o seis al mes sólo en los centros que visitamos en Zaragoza. Acudir a estos centros supone un riesgo para nosotros, porque nos ponen cara, pero detectamos la capacidad que tienen estos grupos extremos para llegar a los chavales. Y comprobamos que hacen falta campañas de sensibilización preventiva y una educación transversal en valores y derechos humanos.

Esto os obliga a mantener ciertas medidas de seguridad...

Sí, la privacidad y la seguridad de las personas que trabajamos en Movimiento contra la Intolerancia está muy cuidada para que no tengamos ningún problema en nuestro día a día. Somos una de las poquísimas organizaciones que ha sentado a estos grupos neonazis en el banquillo. El movimiento europeo Hammerskin, donde estaban hinchas de las Brigadas Blanquiazules o de los Ultra Sur, se ilegalizó en España gracias a la acción popular de Movimiento contra la Intolerancia. Por eso, tienen fijación contra nuestra organización.

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