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Una cueva helada del Pirineo revela nuevos datos sobre el imparable cambio climático

La supervivencia de estos “archivos helados” se encuentra “gravemente amenazada"

Miguel Barluenga

Huesca —

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El estudio de una cueva helada en el Pirineo aragonés sirve para conocer cómo eran la naturaleza y la vida hace miles de años. La que se sitúa en el macizo de Cotiella, de hecho, revela que hace 5.700 años el bosque subalpino era más extenso y se situaba al menos 200 metros más alto que en la actualidad, lo que da cuenta del cambio climático al que se encuentra expuesto el ser humano en el tiempo actual.

Esta es una de las principales conclusiones de un estudio internacional, liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que recoge asimismo el portal Ambientum y que reconstruye por primera vez las variaciones altitudinales de los árboles en el Pirineo central hace entre 5.700 y 2.200 años. Los resultados, publicados en la revista Journal of Ecology, no son simplemente teóricos, y señalan como causa principal veranos más cálidos que los actuales.

Los científicos han llegado a estas conclusiones tras analizar un registro de hielo fósil con restos vegetales hallado en esta cueva helada que se ubica, dentro del Circo de Armeña, en el Pirineo central dentro del circo de Armeña, en el macizo de Cotiella, a 2.238 metros sobre el nivel del mar. “Este registro representa el hielo de transformación (nieve que se transforma en hielo dentro de una cueva) más antiguo encontrado hasta la fecha. Se trata de un extraordinario archivo natural que preserva polen fósil y macrofósiles vegetales en muy buen estado de conservación”, explica María Leunda, investigadora del CSIC en el Instituto Pirenaico de Ecología de Zaragoza.

La identificación de estos restos vegetales ha permitido estudiar la dinámica de la vegetación a escala milenaria e indagar en los cambios ocurridos en el paisaje de montaña. Leunda precisa que “los macrofósiles vegetales encontrados muestran que las variaciones altitudinales en el límite del bosque están muy ligadas a cambios en la temperatura estival”. En concreto, los investigadores han observado que, hace 5.700 años, formaciones de pino negro (pinus uncinata) coexistieron con abedules (betula spp.) en las inmediaciones de la cueva. Hoy día la máxima altitud que alcanza el límite arbóreo de pinos en la zona es de 2.000 metros sobre el nivel del mar.

Hace 4.200 años aproximadamente se produjo un progresivo descenso del bosque y se establecieron praderas alpinas dominadas por plantas herbáceas como dryas octopetala, todo ello como respuesta a una fase fría, con progresivo descenso de las temperaturas, conocida como periodo Neoglacial. “Aproximadamente 1.000 años después el límite forestal ascendió nuevamente hasta volver a alcanzar la altitud de la cueva, pero hace 2.200 años cesó el depósito de hielo y con ello el registro de las variaciones de los límites del bosque en esta zona”, agrega Penélope González Sampériz, también investigadora del CSIC en el Instituto Pirenaico de Ecología.

El paisaje de la actualidad muestra un aspecto muy diferente al que tuvo en el pasado. Actualmente solo es posible encontrar vegetación alpina herbácea. Según las científicas que lideran el trabajo, durante los últimos 2.000 años, y debido a perturbaciones tanto climáticas como humanas, los pinos habrían descendido hasta su actual límite en el entorno del circo de Armeña.

“La sensibilidad que se ha detectado en estos ecosistemas subalpinos sugiere que el incremento de temperaturas actual, junto con el abandono de los usos del suelo tradicionales, provocarán que los pinos y, posiblemente los abedules también, se expandan a altitudes superiores, reemplazando así a especies alpinas, tal y como ocurrió en épocas pasadas”, asegura Graciela Gil-Romera, investigadora de la Universidad de Aberystwyth (Reino Unido).

Este trabajo, que ha contado también con la colaboración de científicos de la Universidad de Zaragoza y la Universidad de Berna (Suiza), sienta las bases para llevar a cabo una gestión forestal y de conservación de especies que tenga en cuenta el impacto del cambio global a escala milenaria.

“Estos archivos helados, sin embargo, se encuentran gravemente amenazados y en peligro de desaparición debido al incremento en las temperaturas que vivimos hoy en día. Por ello, pedimos que se siga investigando, ya que toda la información paleoambiental que contienen estos registros de hielo pueden contribuir a una mejora en las predicciones futuras de los ecosistemas alpinos”, concluye Leunda.

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