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Tatiana Íñiguez, sociologa: “El sexo es fundamental en el incremento de ansiedad durante el confinamiento”

Tatiana Íñiguez, Doctora en Sociología

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

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Cuatro investigadores del grupo Educaviva de la Universidad de Zaragoza han realizado un estudio sobre el impacto social, educativo y psicológico del confinamiento en familias, universitarios y docentes aragoneses. Son Alberto Quílez, Raquel Lozano, Alejandra Cortés y Tatiana Iñiguez. Iñiguez (Zaragoza, 1982) es doctora en sociología.

¿Cómo surge la idea de realizar un estudio sobre el impacto social, psicológico y educativo del estado de alarmas en las familias, los docentes y los universitarios?

Surge en el marco del grupo de investigación Educaviva de la Universidad de Zaragoza, que está financiado por el Gobierno de Aragón. Cuatro investigadores de este grupo, de especialidades de educación, psicología y sociología, formamos un equipo por nuestro interés por explorar cómo afectaba el confinamiento derivado de la crisis de la COVID-19 a las familias, a estudiantes y a docentes. Queríamos ver cómo afectaba en la ansiedad y la empatía cognitiva, que son las variables que trabajan más mis compañeros de Psicología, y también en las variables sociodemográficas. Entre estas variables sociodemográficas, tenemos en cuenta las laborales, tanto las habituales como las derivadas de la propia coyuntura de la situación; las cargas familiares, las tareas del hogar, las de la escuela...

¿Cuáles son las principales conclusiones?

Ha sido un estudio exploratorio. La principal conclusión es que, en el caso de las familias, el sexo es una variable fundamental para predecir el incremento de la ansiedad durante el confinamiento. No es el sexo en sí, como variable personal o biológica, sino unido a una serie de variables estructurales y coyunturales. Por ejemplo, que las mujeres cargaban con más tareas del hogar que los hombres, que dedicaban muchas más horas a ayudar a los niños en las tareas de la escuela o que tenían también a su cargo personas mayores. Todas estas variables cargaban más a las mujeres y esto se asociaba a niveles de ansiedad más elevados en el sexo femenino. Estas variables que comentamos a nivel coyuntural reproducen lo que vemos a nivel estructural: las desigualdades que ya se daban en las mujeres antes de la pandemia. Es el caso de mujeres con estudios de nivel incluso superior al de los hombres que tenían puestos de trabajo o situaciones laborales de más precariedad que ellos. Por otra parte, vemos que los niveles de ansiedad dependían también del tipo de hogar, en viviendas más pequeñas había más ansiedad. Y de si había personas mayores a cargo de las familias; también suponía una ansiedad mayor. Otra de las variables que aparecía de forma muy explicativa del incremento de la ansiedad era el consumo de televisión y de Internet. Cuando el consumo de televisión e Internet se había incrementado durante el confinamiento, aumentaban los niveles de ansiedad. 

¿Qué conclusiones tienen sobre la ansiedad en los estudiantes?

Son similares a las que nos aparecían en el caso de las familias. En los estudiantes, también las chicas tenían más niveles de ansiedad que los chicos durante el confinamiento. Por otro lado, el nivel de preocupación por la situación laboral de la madre también influía en sus niveles de ansiedad. Es decir, aquellos estudiantes cuyas madres se encontraban en una situación laboral más precaria o que habían tenido algún ERTE, tenían niveles de ansiedad más elevados. También influía en los estudiantes el tipo de hogar y si convivían con personas mayores. Y algo que nos pareció curioso, pero que después hemos visto reforzado cuando hemos explorado la literatura: que cuando estos jóvenes tenían que ayudar a personas fuera de su hogar, a abuelos o a otras personas mayores, sus niveles de empatía se veían reducidos y sus niveles de ansiedad, incrementados. Es decir, tenían una especie de síndrome de burnout o de estar quemado, cuando esa ayuda tenía que ser prestada fuera del hogar.

¿No afectaba a los estudiantes la situación precaria o los ERTE de los padres?

En las conclusiones de nuestro estudio, la variable de la situación laboral del padre no era significativa en el incremento de la ansiedad de los estudiantes, pero la de la madre sí. No partíamos de hipótesis preliminares marcadas y, sin embargo, sí se ha reflejado que la influencia de la situación de las madres era significativa y la de los padres, no. 

¿Y cuáles son las conclusiones en los docentes?

Estamos todavía en un periodo exploratorio de los resultados, porque la muestra no era tan significativa como en el caso de las familias o de los docentes. Por eso, todavía somos reticentes a expresar conclusiones como las que sí sacamos para estudiantes o familias.

Ya antes de la pandemia, los expertos advierten de la ansiedad que sufren muchas mujeres como consecuencia, por ejemplo, de la carga mental que soportan. ¿Creen que la diferencia entre la ansiedad de hombres y mujeres durante la pandemia ha sido incluso más amplia de lo habitual?

Sí, según los resultados de nuestra encuesta. No sólo pulsábamos el nivel de ansiedad habitual, sino que los encuestados tenían que responder si sus niveles de ansiedad, según una serie de ítems, se incrementaban durante el confinamiento. Por eso comentaba antes que no sólo es algo estructural, que ocurre siempre, sino que en el confinamiento esa diferencia se reproduce en una situación coyuntural y, además, aumenta.

¿Consideráis que son niveles de ansiedad que van a obligar a los ciudadanos a pedir ayuda profesional?

No fue algo que preguntásemos en nuestra encuesta, si habían llegado a pedir ayuda. No detectamos unos niveles de ansiedad en los límites superiores, según las escalas que hemos utilizado. Por tanto, creemos que no llega a esos límites, pero sí que indudablemente el nivel de ansiedad ha sido superior durante el confinamiento que en la normalidad.

Con la “nueva normalidad”, ¿está ansiedad debería ir disminuyendo?

Consideramos que sí, que muchas de las variables que provocaban ese incremento de la ansiedad eran variables que venían determinadas por la situación de confinamiento. Además, las encuestas se pasaron en los momentos de mayores restricciones. Los temas laborales que he comentado, los ERTE, la situación de tener que compatibilizar el teletrabajo con el cuidado de los hijos y con las tareas escolares a través de Internet... son situaciones que se daban por el propio estado de emergencia y el confinamiento. Por tanto, sí consideramos que ese incremento de la ansiedad se irá reduciendo paulatinamente a medida que vayamos recuperando esa nueva normalidad hacia la que tendemos. De todas formas, nos gustaría reproducir el estudio de manera más longitudinal, para ver qué variables influyen en los niveles de ansiedad cuando recuperemos esa normalidad y cómo varían de los del estado de confinamiento.

¿Sospecháis que los cambios en los roles de las familias puedan permanecer después de esta situación?

Es más una opinión que un resultado del estudio, pero creo que se ha visto que, a pesar del estado de confinamiento, con los niveles de empatía incrementados, los roles de género se han seguido reproduciendo y la solidaridad no se ha notado tanto como cabría esperarse. Por eso, creemos que estos roles de género van a continuar; son cuestiones de tipo más estructural que coyuntural. Sí es verdad que en nuestro estudio se desprendía que las tareas del hogar, como la limpieza, se habían repartido más, pero las tareas de cuidado siempre siguen recayendo más en las mujeres. Y creemos que va a continuar así.

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