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“No ha habido políticas específicas para las mujeres del medio rural”

Mari Luz Hernández, profesora titular del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Mari Luz Hernández (Zaragoza, 1963) reconoce que llegó al estudio de las mujeres del medio rural casi por casualidad. En realidad, esta profesora titular del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza comenzó investigando sobre el clima. De la climatología agrícola saltó al desarrollo rural. Fue entonces cuando empezó a descubrir las potencialidades que tienen las mujeres para el medio rural.

¿Qué importancia tienen hoy en día las mujeres para mantener el medio rural?

Las mujeres siempre han tenido un papel importante en las zonas rurales, lo que pasa es que ha sido muy silenciado. Ha sido un papel importante en dedicación, en tiempo, en esfuerzo y en renuncia a sus propios intereses, inquietudes o desarrollo personal para sacar adelante las casas, en el sentido clásico de la palabra: la casa con las tierras, la agricultura, el medio rural y, por otra parte, todo lo doméstico, sacar adelante los hijos, cuidar a los mayores... Era un trabajo doble: fuera, en el campo hasta los años 60 o 70 y después, el trabajo doméstico, que era asumido casi en su totalidad por las mujeres. Con el tiempo ese papel fue cambiando. La mecanización del campo expulsó a algunas mujeres fuera de las zonas rurales; coincidió con la época del éxodo rural, ya no hacía tanta falta la mano de obra femenina. Entonces, el papel de la mujer quedó relegado en la esfera extra doméstica y quedó más silenciado, oculto, metido dentro de casa. Las mujeres se replegaron hacia lo doméstico. Ahora, es un momento importante para las mujeres. Con el cambio de concepto que ha habido desde finales de los 80 y 90 y con España y Europa volviendo los ojos hacia qué está pasando en el medio rural, puede surgir una oportunidad para que el papel de las mujeres se reafirme no sólo dentro de las casas, sino también en el mundo extra doméstico. Por otra parte, una cuestión que me parece importante es que muchas veces las mujeres nos ponemos nuestros propios techos de cristal. Las mujeres tenemos un papel importante que cumplir y nosotras también tenemos que hacer un esfuerzo de estar dispuestas a defender nuestros argumentos, de asumir responsabilidades en la toma de decisiones. Es difícil porque a veces triplica el trabajo: el de fuera de casa, dentro de casa y el de participación. Pero si las mujeres no participamos para que se tengan en cuenta nuestras necesidades y nuestros intereses, no se hará.

Desde esa época del éxodo rural, de los años 60, ¿las mujeres han seguido siendo importantes para mantener en los pueblos la escasa población que tenemos?

Sí, de hecho, los municipios más grandes, donde las mujeres se han mantenido porque tenían más posibilidades fundamentalmente de trabajo, son los que menos población han perdido. Mientras tanto, los municipios más pequeños han quedado muy masculinizados, porque se marchaban las mujeres. De hecho, ha habido campañas muy famosas como la caravana de mujeres de Plan, buscando que hubiera mujeres para intentar que perviva el medio rural.

Más allá de estas campañas más o menos improvisadas, ¿qué tipo de políticas públicas se han aplicado hasta ahora para fomentar el papel de la mujer en el desarrollo rural?

Desde mi punto de vista, no ha habido políticas específicas para mujeres. Ha habido algunas políticas públicas específicas para el medio rural, sobre todo, desde comienzos de los años 90, cuando Europa puso en marcha iniciativas de apoyo al medio rural con fondos europeos. Ahí destacan, en el caso de España, los programas de desarrollo rural que tienen todas las comunidades autónomas y que se hacen con dinero público en su mayoría, pero también movilizando capital privado. Los proyectos más ambiciosos desde el punto de vista financiero corresponden a las administraciones o a las asociaciones de productores del medio agrario, de transformadores… Las mujeres han estado más ligadas a iniciativas como los programas Leader; en la actualidad los proyectos emprendidos por mujeres pueden llegar a ser el 40% de los Leader, pero la mayoría son actividades relacionadas con el rol tradicional que ha ido asumiendo la mujer: con el doméstico y el reproductivo. Es decir, se dedican a implementar actividades relacionadas con servicios, pero con servicios de hostelería, de turismo, peluquería, estética… con todo aquello que tradicionalmente se ha considerado actividades de mujeres. Educación, cuidado de mayores, guarderías... ¿Por qué? Pues porque las mujeres dicen que son una prolongación de sus actividades domésticas, es decir, ¿qué más te da hacer las camas en tu casa que limpiar en una casa de turismo rural? Por otra parte, la hostelería ha estado siempre muy ligada a las mujeres en las zonas de alta montaña, en las zonas más turísticas.

¿No hay más razones que expliquen por qué las mujeres optan por este tipo de proyectos? ¿Pueden ser negocios que requieren una inversión inicial menor?

Sí, son inversiones más pequeñas, aunque en el momento actual, en el periodo de programación 2014-2020, las actuaciones de más necesidad de inversión están protagonizadas por mujeres de más de 35 años, dedicadas también al sector servicios, a hostelería. Sin embargo, tradicionalmente, las inversiones más altas sí han sido dedicadas a micro empresas relacionadas con talleres, con comercios… mientras que las actuaciones para mujeres a veces ni siquiera suponían que se dedicaran a tiempo completo. Era sólo una ayuda a la economía doméstica, mientras que para los hombres siempre ha sido su trabajo a tiempo completo. Además, ocurría que ellas tenían que seguir combinando esa actividad parcial con el cuidado de niños y mayores, con lo cual era a costa del sacrificio personal de las mujeres.

¿Sería interesante cambiar los criterios para fomentar otro tipo de inversiones entre las mujeres?

Podría funcionar. Se podría implementar algunos criterios de mayor favorecimiento a las mujeres. Todo lo que ayude a que las mujeres puedan desempeñar ese papel está bien, teniendo en cuenta que en el medio rural es muy difícil emprender. Sin embargo, a lo mejor no diría tanto que tengamos que ayudar a las mujeres a poner en marcha actuaciones, sino más bien facilitarles que lo puedan hacer. Me explico. Las mujeres para emprender necesitan algunas condiciones del medio rural: servicios, infraestructuras, transportes adecuados con buenos horarios, cuidado de niños y mayores, guarderías, centros de día, servicios públicos de apoyo a personas dependientes… es decir, servicios que favorezcan la corresponsabilidad entre hombres y mujeres dentro de las casas, de manera que eso permita a las mujeres trabajar fuera de sus casas, por cuenta propia o ajena. Para contar con esos servicios e infraestructuras, tiene que haber una apuesta decidida de las administraciones y los poderes públicos. Se habla mucho de la despoblación, de estrategias y planes, pero lo que se necesita es implicación real de las administraciones teniendo en cuenta que todo lo que se haga tiene que tener un objetivo a medio o largo plazo; no pueden ser objetivos cortoplacistas. Además, hace falta que las administraciones se impliquen de manera coordinada, que se integren con todo lo que es privado, con todos los agentes sociales que intervienen en el territorio e incluso con las personas a título individual. Se necesita esa implicación de las administraciones con planificación a medio y largo plazo, con actuaciones concretas, señalando quién es el responsable y qué tiene que hacer exactamente durante cuánto tiempo, con calendarios de trabajo, con presupuestos fijos y con medidas de evaluación para saber después, una vez que se implanta un plan, qué resultado ha tenido. No se trata sólo de decir que se han impartido un número determinado de cursos. Sí, pero ¿qué impacto han tenido esos cursos? ¿Ese grupo de mujeres ha podido poner en marcha alguna actuación? También se trata de saber qué es lo que quieren exactamente los habitantes de las zonas rurales, específicamente las mujeres, pero también los jóvenes. Ahora mismo están emprendiendo mujeres de más de 35 años y de más de 45 años. Las mujeres de menos de 25, con menos disponibilidad de dinero, emprenden menos.

Entre las mujeres, ¿por qué no emprenden las más jóvenes?

En primer lugar, no hay muchas mujeres jóvenes en el medio rural. Las mujeres quieren que sus hijas estudien; entonces, muchas mujeres de menos de 25 están estudiando o intentando abrirse camino en otras zonas. Han salido a estudiar fuera del medio rural y, claro, no están exentas de los problemas que tienen las mujeres en general. Por otro lado, muchas de ellas buscan directamente no volver, porque los trabajos con los que se pueden encontrar pueden ser precarios o no adaptados a su formación. Una mujer que haya estudiado una ingeniería puede querer trabajar, al menos, unos años, de aquello para lo que ha estudiado. Puede ser difícil encontrar trabajo de eso. Muchas mujeres se van y no vuelven, con lo cual el medio rural se queda también descapitalizado de mujeres jóvenes y con formación. ¿Algunas se quieren quedar a toda costa en el medio rural, siempre que tengan un trabajo, aunque no sea el trabajo para el que se han formado? Sí, algunas. Pero no son muchas, son pocas. A veces vuelven un poco más adelante, cuando ya han desarrollado su profesión durante unos años. Depende también de sus circunstancias personales y familiares. Hay algunas iniciativas que buscan la vuelta de mujeres de la zona o también de mujeres que vienen de zonas urbanas, las neo rurales, aunque no me termine de gustar ese término. Son iniciativas con un éxito moderado, como puede ser el programa Abraza la tierra.

Ya en esa elección de la carrera universitaria, entonces, probablemente algunas mujeres están pensando en no volver al pueblo tras concluir los estudios. ¿Haría falta también un cambio de mentalidad?

Sí, pero, claro, es una cuestión de mentalidad que lleva décadas arraigada. Las mujeres que han visto que han tenido que renunciar a algunos de sus sueños para quedarse en sus zonas de origen quieren que sus hijas no lo tengan que hacer. Lo mismo les ocurre a los hombres. ¿Cuántos hombres y mujeres han dicho a sus hijos: “estudia, porque si no estudias, irás al campo”? Es terrible, pero es que las condiciones de vida eran mucho más duras que en otras profesiones. Ahora ya no tanto, aunque siguen siendo difíciles para los ganaderos: no hay fines de semana, los animales paren cuando paren, hay que darles de comer todos los días... Entonces, sí, hace falta un cambio de mentalidad, pero no se lo podemos pedir sólo a las mujeres rurales ni al medio rural en general. Los habitantes de las zonas urbanas también tenemos que ver el medio rural como algo amable, aunque no idílico. No se trata de pensar en lo bien que estaríamos en el medio rural cuando pasamos cinco días en una casa de turismo rural. Porque, ¿sabes que vas a tener que sufrir probablemente periodos de soledad no deseados durante el invierno? ¿Sabes que en según qué zonas las carreteras de acceso no son nada buenas? ¿Sabes que vas a tener una carencia de servicios públicos? En mi opinión, puede haber dos cuestiones básicas. La primera es que los servicios y las infraestructuras de las zonas rurales tienen que mejorar. Eso supone gasto de dinero público para poca cantidad de gente, para densidades de población que están por debajo de 10 habitantes por kilómetro cuadrado. Es más caro, es una inversión mayor por habitante, pero si queremos mantener el medio rural, los servicios y las infraestructuras nos tienen que costar más caros a todos. Además de eso, yo creo que hay una cuestión de más calado todavía, que es el concepto de desarrollo territorial que tenemos, porque, aunque hablemos de desarrollo sostenible, en muchas ocasiones se identifica con crecimiento económico y no es exactamente lo mismo. Tenemos que hacer un ejercicio profundo de reflexión acerca de cuál es el modelo de territorio que queremos tener, qué cosas son importantes para nosotros. Se habla de desarrollo sostenible, local, endógeno, con participación de la población, pero luego no se hace, no se lleva a los planes que diseñan las administraciones públicas. Es una cuestión de mucho calado. ¿Qué modelo territorial queremos? ¿Cómo queremos corregir los desequilibrios territoriales que tenemos en cuanto a población, a oportunidades laborales, a acumulación de capital, de empresas, de actividades económicas y de producciones en determinadas zonas más ricas? ¿Queremos revertir ese modelo? ¿Estamos decididos y comprometidos? Mi opinión particular es que no estamos decididos.

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