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Los expertos en supermanzanas advierten: el proyecto planteado en la periferia de Madrid no servirá para probar su eficacia

Vecinos de la supermanzana del barrio de Poblenou, en Barcelona ( 2016).

Marta Montojo

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La experiencia piloto de supermanzana prevista por el Ayuntamiento de Madrid para este otoño no se desarrollará en el barrio de Salamanca, como avanzó el urbanista José María Ezquiaga, uno de los expertos fichados por el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, sino en Los Berrocales, un barrio todavía en construcción al sureste de la capital que inaugurará su primera urbanización en la primavera de 2021.

¿Por qué ha elegido el ayuntamiento un barrio por estrenar y aislado en la periferia de la ciudad en vez de uno ya existente, para experimentar un concepto urbanístico cuyo objetivo es recuperar espacio público para los peatones? Según explica José Luis Infanzón, director general de Espacio Público de Madrid, se ha elegido Los Berrocales, donde se construirán 22.000 viviendas nuevas, porque “de los proyectos de urbanización aprobados hace años y que paralizó la crisis (como Los Cerros o Valdecarros), es el más avanzado”. Por otro lado, argumenta Infanzón, tiene la ventaja de que estará organizado en cuadrícula, lo cual facilita la agrupación de manzanas en unidades mayores (supermanzanas). Pero él mismo avanza el principal obstáculo que ha hecho pasar del barrio de Salamanca, también diseñado en cuadrícula, a otro que aun no existe en las afueras de la ciudad. “En la ciudad consolidada suele haber rechazo al cambio”; “quitar el aparcamiento no es fácil, y hay que cambiar los recorridos de los autobuses, que llevan años haciendo el mismo. En un barrio nuevo es diferente porque desde el diseño se puede hacer prácticamente casi todo”, argumenta.

Sin embargo, los urbanistas consultados coinciden en que el plan de Los Berrocales no sirve para “experimentar el concepto” de supermanzana en la capital, como el consistorio define el proyecto, sino que se debe llevar a cabo en la ciudad existente, de manera progresiva y, sobre todo, “con mucha humildad”, consultando cada paso con los vecinos y teniendo en cuenta que las medidas pueden ser fácilmente reversibles si no funcionan, como explica el urbanista José María Ezquiaga.

Junto con Salvador Rueda y Juan Herreros, Ezquiaga diseñó en 2010 el Proyecto Madrid Centro, que pretendía recuperar hasta el 70% del espacio público en las calles de la almendra central con el modelo de supermanzanas. Su plan, elaborado para el Ayuntamiento de Madrid, quedó guardado en un cajón. Hasta que en julio de este año, los Acuerdos de la Villa, aprobados por consenso entre los cinco grupos políticos del pleno municipal, rescataron la idea.

Se trataba de dividir la ciudad en grandes células (unos 500x500 metros cada una) compuestas por 12 bloques de edificios e independientes entre sí, con equipamientos propios y comercio local. Por sus calles interiores solo podrían circular vehículos de residentes, junto con peatones y bicicletas, mientras que el tráfico de paso y el transporte público se derivaría a los márgenes.

El objetivo es mejorar la calidad urbana, dando prioridad al peatón, rebajando la polución del aire y la contaminación acústica y favoreciendo el modelo de “ciudad de los 15 minutos”, en la que un ciudadano tiene la posibilidad de aprender, trabajar, descansar y aprovisionarse de los servicios básicos en un radio de medio kilómetro desde su casa.

Pero en una zona aún deshabitada y sin grandes posibilidades para que la economía de barrio prospere, porque “la densidad de población en áreas nuevas es demasiado baja como para que pueda haber comercio en la planta baja de los edificios”, advierte Ezquiaga, este modelo fallaría en demostrar la eficacia de las medidas que estos urbanistas defienden para la ciudad.

Por su parte, Salvador Rueda, autor de la supermanzana puesta en marcha en varios barrios céntricos de Barcelona, juzga que “fiar un proyecto aprobado para el desarrollo urbano de unos cuantos años, y después de la situación que estamos pasando, no es de recibo”. “Hay que hacerlo ahora en la ciudad ya construida, no en la nueva. En la nueva, por descontado”, zanja.

Aunque los expertos celebran que Los Berrocales se haya diseñado con estos criterios de prioridad peatonal, “porque la supermanzana en sí misma tiene sentido” en tanto que “permite tener las condiciones de calidad urbana que todo el mundo se merece”, Rueda reitera que para demostrar que funciona se debe plantear en la ciudad habitada y además lo ideal es que no se haga de manera aislada. “El modelo de supermanzana no es una supermanzana sola, es una red. Porque cuando es efectiva permite alinear todo el perímetro de las supermanzanas y liberar ese espacio público”. También propone aplicarlo en tejidos urbanos de diferente morfología, y especialmente en espacios donde haya una mezcla de rentas. “Eso favorece mantener diversas actividades que las rentas bajas no permiten –precisa– porque no tienen capacidad de compra”.

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