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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Posición política: antiespecista

Posición política: antiespecista

Eze Paez

En todas las sociedades, en todas las épocas, los demás animales han sido discriminados por no pertenecer a la especie humana. Esta discriminación recibe el nombre de especismo. Al mismo tiempo, siempre ha habido quienes han reconocido que los animales han sido injustamente desconsiderados y que, en la medida de lo posible, se han opuesto a ello.

Sin embargo, es sólo en los últimos cuarenta años que el especismo ha sido rechazado por un número significativo y organizado de individuos. Por primera vez en la historia un cambio social es posible. Estos individuos son quienes conforman el movimiento antiespecista. A diferencia de otras víctimas de injusticias, los animales no humanos no pueden librarse por sí mismos de la discriminación a que son sometidos.

Así, sólo mediante el éxito de este movimiento lograrán que sus intereses sean plenamente respetados. Ahora bien, este éxito depende de que las personas que lo integramos definamos más claramente cuáles son nuestros objetivos y adoptemos las estrategias más eficaces para alcanzarlos. Ésta es mi contribución a un debate que debemos tener en conjunto.

Los objetivos políticos del movimiento

El antiespecismo es una posición política, por lo que debe conformarse como un movimiento que persigue objetivos políticos. Esto es porque el especismo no sólo se manifiesta en las actitudes y prácticas individuales. También subyace a las instituciones sociales –económicas, jurídicas y políticas– mediante las que los seres humanos se organizan, así como a las creencias compartidas que las legitiman y reproducen. Los animales no humanos no son considerados sujetos políticos cuyos intereses deben ser tenidos en cuenta en la determinación del bien común. A efectos institucionales, son cosas.

Este es el caso manifiesto de los animales bajo control humano, que son dañados al ser explotados como meros recursos en los procesos de producción. El objetivo del movimiento antiespecista, aunque incluye lograr cambios en individuos, no es, por tanto, reducible a estos. Debe extenderse a conseguir cambios estructurales, persiguiendo un sistema político no discriminatorio en el que los intereses de todos los sintientes no humanos sean protegidos mediante mecanismos robustos de derechos y garantías.

En primer lugar, el rechazo al especismo no es expresión de una simple preferencia personal, sino que es una posición ética. Si el especismo es una discriminación arbitraria, entonces está moralmente injustificada. La alternativa de discriminar a los animales no humanos no constituye una opción personal legítima, del mismo modo que no lo es adoptar otras formas de discriminación, como el sexismo, el cisexismo, la homofobia o el racismo. Es, pues, incoherente rechazar el especismo y creer a la vez que no hay problema moral en que otras personas lo acepten.

Por otra parte, el sentido de luchar contra una injusticia no es preservar la rectitud moral de quienes se oponen a ella, sino impedir o aliviar los daños que padecen los individuos afectados. El objetivo de quien se declara antiespecista no puede reducirse, entonces, a evitar las actitudes o prácticas discriminatorias propias. El objetivo debería extenderse a lograr que el máximo número posible de personas tenga en consideración plena los intereses de los individuos sintientes de otras especies.

En segundo lugar, el objetivo del movimiento antiespecista no es simplemente acabar con los daños que los demás animales padecen a manos humanas, especialmente en las diferentes industrias en que son explotados. Por ello, aunque el éxito del movimiento consiste parcialmente en lograr una sociedad vegana, ello es insuficiente. Discriminar no sólo consiste en causar daños, sino en rehusar ayudar de forma injustificada a quien lo necesita. Por tanto, el especismo se manifiesta también en la negativa a prestar ayuda a los animales en casos en que sí auxiliaríamos a seres humanos.

Ello ocurre cuando sufren daños causados, no por la acción humana, sino por eventos naturales. La amplia mayoría de animales no vive bajo control humano, sino en la naturaleza. Al contrario de lo que es común creer, sus vidas no son en absoluto idílicas, sino que en ellas predomina el sufrimiento y la muerte temprana. Un movimiento que desconsidere los intereses de estos animales simplemente porque viven en la naturaleza incurriría en el mismo tipo de discriminación que denuncia frente a quien acepta la explotación animal. Nuestro objetivo debe consistir también en mejorar sus vidas.

En tercer lugar, en tanto que movimiento político, el antiespecismo está necesariamente comprometido contra toda forma de discriminación. El movimiento antiespecista como tal, sin embargo, no puede comprometerse con tesis políticas más generales. Ello se debe a que el rechazo al especismo no depende de adoptar alguna posición política particular, desde el libertarianismo de derechas hasta el de izquierdas. Por una parte, el especismo no es el resultado de poner en práctica en las sociedades humanas alguna de estas posiciones políticas. Por otra, en la medida en que no rechacen el especismo, todas ellas proponen sistemas políticos y económicos basados en la discriminación hacia los animales no humanos. Finalmente, todas estas posiciones son compatibles del mismo modo con el antiespecismo, en el sentido trivial de que los mismos argumentos que les llevan a oponerse a la discriminación entre seres humanos, deberían llevarles a oponerse también a la discriminación hacia los demás animales.

Quienes forman parte del movimiento antiespecista, más allá del rechazo a toda forma de discriminación, tienen creencias políticas divergentes. Entre individuos informados, intelectualmente honestos y que rechacen toda discriminación siempre habrá desacuerdos políticos profundos razonables que jamás desaparecerán. Este pluralismo político es ineliminable en condiciones de libertad. Hay quien rechaza la legitimidad de toda autoridad. Hay quien cree que puede haber autoridades legítimas, incluida la estatal, si se dan ciertas condiciones de justicia. Además, diferentes personas pueden tener concepciones diferentes, más o menos igualitaristas, sobre la justicia misma. O diferentes concepciones acerca de cuál es la función política que debe desempeñar el mercado. Todas estas son cuestiones de importancia. Es lícito que cada quien participe de movimientos que pretendan transformar todo el sistema político de acuerdo a las posiciones que considere más justificadas. Sin embargo, a su vez, debemos aceptar que quienes discrepan con nosotres acerca de ellas no por ello rechazan el especismo con menos fuerza, o deben estar ausentes de los espacios de reflexión y acción por los animales.

Además, dada la cantidad de no humanos que sufren y mueren, así como la gravedad de los daños que padecen, no está justificado subordinar la lucha contra el especismo a estas otras causas. Esto implica que pueden ser integrantes del movimiento individuos con cualquier posición política, siempre que ésta rechace la discriminación entre humanos y hacia no humanos. Implica, además, que es un error que el movimiento se presente al resto de la sociedad –en cuanto a su práctica y su discurso– como vinculado a posiciones distintas al rechazo a toda discriminación hacia los individuos sintientes. Lo contrario supondría la exclusión del movimiento de individuos comprometidos contra el especismo, con la consiguiente reducción de su capacidad de impacto. Así, con independencia de las diferentes posiciones políticas legítimas de quienes lo conforman, el movimiento antiespecista, como tal, no puede pretender un cambio completo de modelo institucional.

Estrategias eficaces por los animales

Cuando el objetivo perseguido es ético, no intentar adoptar la mejor estrategia para alcanzarlo no sólo es irracional, sino que es inmoral. Esto es porque al fracasar en la elección estratégica se reducen las posibilidades de acabar con la discriminación especista en el menor tiempo posible. El resultado es un aumento de los daños que recibirán los animales no humanos futuros.

Una estrategia es mejor que otra en la medida en que es más eficaz, es decir, en la medida en que es esperable que gracias a ella logremos acercarnos más a alcanzar nuestros objetivos con menos recursos. En el caso de la lucha contra el especismo, precisamos identificar las estrategias que nos permitan salvar con menos recursos a más animales no humanos del sufrimiento y la muerte. Cuáles sean las estrategias más eficaces es, por tanto, una cuestión empírica. Los problemas estratégicos del movimiento no son resolubles mediante una apelación a las emociones, o por mera reflexión lógica, sino a partir de datos obtenidos por estudios en psicología, estadística, ciencias políticas y otras ciencias sociales.

Dado que los objetivos son políticos, la estrategia también debe serlo. Esto no supone, como hemos visto, que se deba adoptar el discurso o formas de alguna posición política determinada. Supone que las intervenciones adoptadas deben afectar tanto a las creencias y conductas especistas de la sociedad como a las instituciones sociales que refuerzan tales creencias y conductas. Esto implica reconocer que el actor sobre quien se debe incidir no es sólo la ciudadanía, sino también los estados y las grandes empresas transnacionales. Estos últimos persiguen objetivos incompatibles con el antiespecismo, tienen dinero y ejercen una fuerte presión política. Esto tiene consecuencias importantes.

Sin duda, la mayor parte del movimiento antiespecista debe estar formado por personas ordinarias que reservan parte de su tiempo y esfuerzo a defender a los animales. Pero ante el poder concertado de instituciones públicas y privadas que protegen el statu quo especista ello no basta. Junto a estas personas, deben existir organizaciones de activistas profesionales, con suficientes recursos económicos y con capacidad para operar a escala internacional.

La realidad es que no sabemos con total certeza qué estrategias son las más eficaces por los animales. Sólo recientemente hay quien se ocupa de evaluar mediante métodos más rigurosos el impacto de diferentes intervenciones para determinar cuáles pueden hacer el mayor bien. Pero sí podemos concluir que la forma tradicional de plantear la reflexión estratégica -o bien se defiende que sólo debe educarse en la injusticia de toda explotación con el fin de abolirla, o bien se defienden prohibiciones o reformas con el fin de reducir los daños que los animales reciben- obedece a la simplificación de un problema complejo. Ello impide pensarlo de la forma adecuada, llevándonos a soluciones tan atractivas por su claridad y sencillez como probablemente falsas.

Por una parte, no es cierto que sólo deba educarse contra la explotación animal, pues ello supone discriminar a los animales salvajes. Hablar únicamente de veganismo es obviar la mayor parte del problema. Nuestras intervenciones de difusión de valores deben centrarse en lograr que se reconozca el especismo como injusto y que debe ser rechazado. Por otra parte, sabemos que en sociedades especistas que ignoran la situación de los no humanos, campañas que centren la atención en la situación de algunos animales aumentan las actitudes favorables a ellos. Además, sabemos que la industria teme las campañas de reforma bien dirigidas, porque visibilizan su crueldad, afectan a su imagen pública, aumentan los costes de producción y disminuyen la demanda de productos de origen animal, reduciendo así el número de animales explotados.

Asimismo, los seres humanos no son perfectamente racionales, de forma que es más probable que acepten que el especismo está injustificado si encuentran pocas dificultades en rechazar la explotación animal en su vida cotidiana. Cambiar el mercado para que haya más alternativas de origen vegetal asequibles y atractivas favorece el cambio en las conductas, facilitando un cambio en la actitud hacia la situación de los animales. Individuos educados en una sociedad menos dispuesta a tolerar los daños hacia los no humanos, y con menos dificultades para vivir sin explotarles, serán más receptivos a respetarles plenamente.

Una liberación completa

Las sociedades humanas son especistas. Siempre se ha explotado como recursos a los animales no humanos y, en el caso de los que viven en la naturaleza, se les ha abandonado a su suerte. El rechazo al especismo, en cambio, es un fenómeno social muy reciente. Tiene la razón de su lado y lo motiva una solidaridad genuina hacia todos los individuos sintientes, pero sería una equivocación fatal creer que la razón y la solidaridad bastan para lograr un mundo sin discriminación. Hace falta rehuir del pensamiento basado en lugares comunes, y reconocer que los problemas éticos y estratégicos a los que que hay que enfrentarse son difíciles.

Pero también hay que reconocer que, si tiene éxito, este movimiento puede ser el principio de un futuro radicalmente diferente para todos los individuos sintientes, sin importar su especie u origen. Un futuro en el que los seres humanos emplean sus privilegios no para beneficiarse a expensas del daño ajeno, sino poniéndolos al servicio de los demás individuos.

El movimiento antiespecista suele ser caracterizado como una lucha por la liberación. Lo es, pero debemos entender eso ahora en un sentido más amplio. El objetivo es la liberación completa de los animales no humanos de todo daño. No sólo que los animales se encuentren libres de la opresión humana, sino también libres de toda necesidad, de toda enfermedad, de todo sufrimiento. Ése es el mundo al que debemos aspirar, y para el que debemos aplicar toda nuestras capacidades y todas nuestras fuerzas.

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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

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