Jordi Cruz: “Siempre digo que esperaba una multa de 5.000 euros y al final fueron 500… Pero hay que pagarla igual. Es una enfermedad seria y hay que afrontarla con responsabilidad”
¿Cuándo y cómo empezaste a escalar?
Empecé a escalar con 22 años por una razón poco romántica: quería impresionar a una chica que escalaba. Tuvimos un idilio breve, pero lo mejor es que hoy sigue siendo una de mis mejores amigas. Gracias a ella descubrí la escalada, una de las mejores casualidades de mi vida.
¿Qué fue lo que te cautivó de este deporte?
Viajar, conocer lugares nuevos, hacer amigos y la sensación de superación. Hay vías que al principio parecen imposibles y, con tiempo y constancia, terminas encadenándolas. Ese equilibrio entre movimiento, reto y comunidad me enganchó para siempre.
¿Qué tipo de escalada te gusta más?
La escalada deportiva en roca. Me siento cómodo en caliza técnica, con movimientos finos y exigentes. Mis zonas favoritas son Cuenca y Margalef, donde he vivido algunos de mis mejores momentos. He encadenado varias vías de 8b, y sigo buscando superarme dentro de mis posibilidades, adaptando mi entrenamiento al Parkinson.
¿Cuándo sentiste que algo pasaba en tu cuerpo? ¿Qué pensaste que era?
Los primeros síntomas fueron temblores y bloqueos extraños. Al cepillarme los dientes se me paralizaba el brazo y, al escribir, la mano se quedaba rígida. Llegué a pensar que era ELA porque no entendía qué me ocurría. Con el tiempo vi que algo no cuadraba y busqué respuestas médicas.
Con 39 años te diagnostican Parkinson. ¿Cómo lo viviste?
Al principio sentí alivio porque no era ELA —llegué a pensar que me iba a morir—, pero enseguida me cayó la realidad: el Parkinson tampoco es ninguna broma. Siempre digo que esperaba una multa de 5.000 euros y al final fueron 500… Pero hay que pagarla igual. Es una enfermedad seria y hay que afrontarla con responsabilidad, tratamiento y movimiento.
¿Cómo cambió tu vida a partir de ese momento?
Tuve que reinventarme. Dejé el trabajo de clínica y, aunque estaba opositando, decidí que lo que realmente quería era trabajar con personas con Parkinson como yo: enfrentarme a la enfermedad de frente y conocer a mi “enemigo” lo mejor posible. Mi nivel de escalada se vio afectado, pero seguí retándome con nuevos proyectos y metas. El Parkinson cambió las reglas, no las ganas.
Actualmente, ¿qué deportes practicas?
Principalmente escalada —rocódromo y roca—, que complemento con fuerza, movilidad y algo de bici o carrera para la resistencia. Todo lo adapto a mis momentos de energía.
¿Pensaste alguna vez que el deporte se había acabado?
¡Nunca! Siempre he dicho que el ejercicio es nuestra medicina, tan importante o más que la medicación. Sí hubo un momento duro: me rompí por completo el tendón de un dedo y el cirujano me aseguró que no volvería a escalar. No acepté esa sentencia. Con paciencia y cuatro años de recuperación, el tendón cicatrizó. Hoy no me duele; es cierto que ese dedo no tiene fuerza, pero me he adaptado y sigo escalando.
Después del diagnóstico, ¿también cambió tu manera de afrontar la escalada? ¿Cómo es ahora? ¿A qué dificultades te enfrentas?
Antes del diagnóstico, escalar era simplemente disfrutar, ponerme retos técnicos y físicos, y medir mis progresos como cualquier otro escalador. Ahora supone mucho más: es una manera de resistir, de seguir demostrando que el Parkinson no me define ni me limita por completo.
Los cambios han sido enormes. Antes mi cuerpo respondía con precisión y rapidez, ahora tengo que luchar contra la rigidez, los temblores, la falta de coordinación y la fatiga. Cada movimiento requiere más concentración y paciencia, y muchas veces tengo que aceptar que lo que antes hacía fácil, ahora me exige el doble o el triple de esfuerzo.
La dificultad más grande es la imprevisibilidad: nunca sé cómo va a estar mi cuerpo un día u otro. Pero esa misma incertidumbre me ha enseñado a valorar cada pequeño logro, cada ruta encadenada, cada día que puedo escalar.
Hoy, escalar es mi terapia, mi motivación y mi manera de dar visibilidad al Parkinson. Ya no se trata solo de grados o de resultados, sino de seguir soñando despierto y demostrar que, incluso con la enfermedad, se puede seguir subiendo.
¿Qué te aporta la escalada en particular?
Identidad, motivación y terapia. Cada vía refleja lo que vivo: caídas, descansos, superación, pequeñas victorias. Me recuerda que, aunque la enfermedad avanza, yo también puedo avanzar. Además, me abre retos y proyectos: ¿quién me iba a decir que acabaría compitiendo en paraescalada?
Y hablando de paraescalada... Formas parte de la Selección Nacional de Paraescalada. ¿Cómo compaginas el día a día con la preparación? ¿Cómo te está yendo?
Es un reto constante. Organizo los entrenamientos en torno a la medicación y mis picos de rendimiento. Trabajo fuerza, agarre, movilidad y simulacros de competición. En competición he logrado grandes hitos: gané todas las Copas de España en RP2 y el Campeonato de España. Este año di el salto internacional: en febrero fui segundo en el Open de Paraclimbing de Ámsterdam. En Innsbruck, tras clasificarme segundo para la final en RP2, me reubicaron en RP3 y me quedé sin disputar la final; fue un golpe muy duro y pensé en dejarlo. Pero seguí. Ahora compito en RP3 y estaré en la última prueba de la Copa del Mundo en Laval (Francia) para dar visibilidad al Parkinson y demostrar que también podemos estar en lo más alto.
Además de las competiciones, estás inmerso en varios proyectos relacionados con la escalada y el Parkinson. ¿Alguno que quieras destacar?
Sí. Dreaming Awake es mi proyecto más personal: un libro y una comunidad para dar visibilidad al Parkinson y al poder del deporte. He donado medallas para recaudar fondos, colaboro en investigación científica y desarrollo un sistema de entrenamiento innovador, el New Concept Board, para medir y adaptar cargas. También doy charlas para romper estigmas y demostrar que se puede seguir soñando.
¿Cuál es tu objetivo con estos proyectos? ¿Qué quieres transmitir?
Mi principal objetivo con los proyectos que llevo adelante es dar visibilidad al Parkinson desde una perspectiva diferente: no como una condena, sino como un camino en el que todavía se puede soñar, luchar y conseguir cosas. A través del libro Dreaming Awake, las charlas, la paraescalada y las colaboraciones con asociaciones y marcas, quiero transmitir que la enfermedad no tiene por qué ser el final de nada, sino el comienzo de una nueva forma de vivir.
A las personas que sufren Parkinson les quiero mostrar que, aunque el camino es duro, el ejercicio, la comunidad y la actitud pueden marcar la diferencia. Y a la sociedad en general, le quiero enseñar que detrás de cada diagnóstico hay personas con talento, con sueños y con mucho que aportar. Mis proyectos son un altavoz para decir: “Estamos aquí, seguimos vivos, seguimos soñando despiertos.”
¿Cuáles son tus próximas metas, deportivas y personales?
En lo deportivo, consolidar el 7c en entrenamiento y roca, y seguir compitiendo al máximo nivel. En lo personal, expandir Dreaming Awake en varios idiomas, fortalecer la comunidad internacional y apoyar proyectos científicos y deportivos que mejoren la vida de las personas con Parkinson. Además, sueño con volver a encadenar un 8b —o más—. Sería épico: una persona con una enfermedad neurodegenerativa que, tras 8–10 años conviviendo con ella, mejora su nivel. Hasta donde sé, no hay nada parecido; ese reto me da fuerzas cada día.
¿Qué le dirías a alguien que se enfrenta a una situación similar a la tuya?
Que no se rinda. Que se mueva, que busque apoyo, que mida lo que hace y celebre lo que consigue. El Parkinson cambia muchas cosas, pero no tiene por qué robarte los sueños. Yo sigo escalando y soñando despierto; tú también puedes encontrar tu manera.
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