El Tenerife se afloja lo justo para conceder el gol y los puntos
El tiro al poste de Iván Romero con el partido muriendo no esconde el pecado de indolencia que mató al Tenerife en El Molinón después de una primera parte en la que fue mejor, a secas, que el Sporting. Arrancando la continuación, se apagó en una jugada el circuito defensivo del grupo de Ramis para permitir que el canterano Queipo armara y definiera –una conducción, un par de paredes y un remate de pillo– el gol que dio los puntos a los locales.
El Tenerife echó de menos antes la velocidad (Waldo) o la definición (Elady) de los ausentes y cuando no le quedó otra que desplegarse a la caza del empate le lucieron las carencias –incapaz de conducir o de asociarse con sentido– y la blandura en los remates. Pudo salvar un punto con el tiro postrero de Romero, pero en el fútbol solo cuenta lo que entra.
La décima derrota del curso devuelve a los blanquiazules a su realidad más frecuente desde agosto. Suele ganar a los puntos cuando empata o pierde, pero exhibe por el camino un catálogo de defectos que explica su posición en la tabla. Si no concede porque le puede la relajación o un error chusco, echa de menos rematadores de área o, simplemente, se descubre limitado porque carece de estrategia en el balón parado y de jugadores dotados –más allá de Shashoua, hoy de vuelta con diez minutos insípidos– para definir una contra o arrancarse encarando.
Pero incluso desnudo de bazas ganadoras, el Sporting anda tan decaído que el Tenerife completó un primer acto sin sustos en el que hizo las áreas suyas. En la de Soriano, porque los de Ramírez se toparon con la solvencia de Sipcic y el debutante Kike Salas –solvente en el baile arrimado, lento en las carreras– para impedir la conexión de Cristo con Djuka. Y en la de Cuellar, porque jugó en ventaja cuando el balón llegó aseado a Romero o prolongado a Gallego.
Por esa vía pudo hacer daño: dos remates de Gallego, uno en el 21 cayendo escorado y sacándose un tiro alto; dos minutos después rematando de cabeza anticipándose a la salida de Cuéllar, que luego le derribó en lo que salvaba la pelota en línea Marsá. Muriendo el primer acto (m.43), un gesto genial de Romero para deshacerse de Insua, encararse al portero y ofrecer un remate al que llegó tarde Corredera.
Por el camino, reclamaron los de Ramis un penalti a Aitor Buñuel que el árbitro no entendió así –por más que amagó un gesto indicando lo contrario–y el VAR no consideró. Para entonces, el Sporting andaba ya aculado en treinta metros para esperar al Tenerife, cansado de llegar tarde a los duelos e incómodo cuando el partido tenía que jugarse a campo abierto por la insistencia de Teto recuperando en su línea o por la superioridad de Aitor Sanz y Jurado frente al dúo Pedro-Rivera.
Durante veinte minutos, tuvo en su mano el Tenerife casi todo para golpear primero a un Sporting blando y sin ritmo. Con las ocasiones citadas y con el balón parado de los córners, un misterio sin resolver la manera de desperdiciar uno tras otro –como toda la temporada–, ahora por el manido saque a la corta, cuando no porque no encuentra un balón perfilado a un remate de Gallego o los centrales.
Visto este primer acto entre plácido y prometedor, lo menos que cabía esperar era un resbalón tan temprano como en el segundo ataque del Sporting en el inicio del segundo acto, tras avisar Cristo con un remate en la frontal que acabó interceptado y al saque de esquina.
Reactivado por los silbidos de su parroquia en el inicial, le puso el punto justo de activación para agarrarse a una conducción interminable por la banda derecha que arrancó Guille Rosas y perfeccionó Queipo en lo que iba salvando líneas hasta caer en el área con tiempo para perfilarse y herir a Soriano con un tiro de pícaro –raso, colocado al palo largo del portero– mientras Kike Salas y Nacho no se decidían a encimar.
El 1-0 tranquilizó al Sporting y obligó al Tenerife a interpretar el papel de las remontadas que tan poco casa con su propuesta y sus individuos. Cuando le terminó por agobiar el reloj en el último sexto, se rindió a los pases de seguridad y el miedo de sus medios a jugar verticales, pero antes tuvo el empate con una vuelta en la que Gallego optó por que la finalizara Corredera llegando por el lado cambiado (m.54) y un rato después con otro remate pifiado, en segunda jugada, del mismo Corredera (m.66).
Y pareció reanimarse con los cambios postreros de Ramis, más por un buen pase al área chica del debutante Durmisi (m.83) que enganchó asíncrono Gallego que por el enésimo regreso de Shashoua –sin tiempo o sin chispa, tanto da–, lo que explica que tuviera que ser un Iván Romero agotado el que firmara en la prolongación (m.90+2) la que en la lista de méritos estuvo más cerca del éxito.
(1) REAL SPORTING DE GIJÓN: Cuéllar; Rosas, Insua, José Marsá, Cote; Dani Queipo (Aitor García, m.84), Cristian Rivera, Pedro Díaz (Varane, m.84), Juan Otero (Jony, m.77); Cristo (Zarfino, m.64) y Djurdjevic (Jeraldino, m.77).
(0) CD TENERIFE: Soriano; Aitor Buñuel (Mellot, m.67), Sipcic, Kike Salas (José León, m.82), Nacho (Durmisi, m.82); Álex Corredera, José Ángel, Aitor Sanz (Shashoua, m.82), Teto (Borja Garcés, m.67); Iván Romero y Enric Gallego.
GOL: 1-0, m.48: Queipo.
ÁRBITRO: Iván Caparrós Hernández (Comité Valenciano). Amonestó a los locales Insua (m.1) y Zarfino (m.90+1) y a los visitantes Kike Salas (m.56) y Nacho (m.73).
INCIDENCIAS: Partido de la vigésimo novena jornada de LaLiga SmartBank disputado en el estadio El Molinón-Enrique Castro ‘Quini’ ante 13.471 espectadores.
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