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Ecce Magi ab oriente venerunt

Representación de los Reyes Magos.

Israel Campos

Resulta tremendamente llamativo que, en los últimos años, lo que tradicionalmente se describía como “unas fechas tan entrañables”, se haya visto envuelto en polémicas artificiales que han servido para rellenar tertulias y portadas periodísticas de los primeros días de enero. Por si no fuera ya poco estresante el hecho de tener que correr por las calles y grandes nuevos centros comerciales para hacer las últimas compras y cumplir, así, con lo que nuestra sociedad consumista espera que hagamos en estos días, tal y como hace miles de años ya los romanos hacían en su celebración de las Saturnales. Además, parece que se mira con lupa y con “rigor histórico” cualquier elemento que vaya a aparecer en la cabalgata de llegada de los Reyes Magos de Oriente. Y como, para no olvidarlo, vivimos en un país tan re-centralizado, que todo lo que sucede en la capital del Reino se magnifica y desborda cualquier otro asunto o cabalgata provinciana.

Puestos a ponernos rigurosos con los aspectos históricos y más aún con las tradiciones, habría que empezar por desmontar todo el espectáculo para afirmar que los TRES REYES MAGOS, ni eran REYES, ni eran MAGOS… y vete a saber si eran TRES. En primer lugar, el único texto canónico que hace referencia expresa a esta visita “oficial” es el de Mateo (2,10-11), y ahí no se ofrece ni número, ni nombre, ni titulatura real. De hecho, el término “magos” tan siquiera viene a significar lo que para nosotros sería el uso de una magia capaz de entrar en las casas por las noches y traer regalos a los niños. Los “magos” del evangelio y los que en tiempos antiguos venían de Oriente, no eran más que una “casta” sacerdotal de origen persa, encargados de la observación de los astros y que desempeñaban las funciones litúrgicas de una religión muy importante conocida como zoroastrismo. En el imaginario colectivo del siglo I d.C., cuando se compilaron los evangelios, “mago” era sinónimo de hombre sabio y astrólogo.

En las primeras representaciones iconográficas de este episodio, las vestiduras con las que aparecen estos personajes evocan claramente su origen persa (gorro frigio, pantalón y camisa larga), para que quienes lo vieran no tuvieran ninguna duda en reconocer a quiénes se estaba representando. Hasta el siglo III, no aparecen estas primeras imágenes y en ellas ya queda concretado el número tres. Habrá que esperar a los inicios de la Edad Media para que, con la creación de tradiciones regionales y con el afán de dar una mayor importancia a la figura del nacimiento de Jesús, se dé título monárquico a estos tres magos sabios, se les termine de dar nombre (Melchior, Gaspar y Balthasar), simbolismo a sus regalos y procedencias (las tres razas del mundo), y en el siglo XV, podamos ver ya a Balthasar con un tono más oscuro de su piel.

Pero más reciente aún es la transformación de estos tres personajes en “allanadores nocturnos de casas”. A finales del siglo XIX, se tiene constancia en España de la introducción progresiva de la tradición de convertir la víspera de la Epifanía (6 de enero) en una celebración infantil para celebrar que estos magos venían de Oriente (ecce Magi ab oriente venerunt). En las ciudades españolas se fue instalando la costumbre de hacer una cabalgata de bienvenida, que como algo creado, introdujo elementos propios de cada momento. Como toda tradición, cada cabalgata es el reflejo de la sociedad de la época que lo hace, tanto si su contexto inicial era una traslación de un relato evangélico, como si posteriormente el conjunto de la ciudadanía se ha apropiado de él para hacerlo parte de sus costumbres. Por eso me llama tanto la atención las muestras de “puritanismo” que están tan pendientes del supuesto “rigor histórico” de los elementos que deben estar presentes o no en cada cabalgata, en lugar de ser conscientes de que la creencia o no en los Reyes Magos que podamos transmitir a nuestros hijos no se limita exclusivamente a quiénes aparecen sobre las carrozas, sino a que es necesario que al menos, mientras sean pequeños, puedan seguir creyendo que es posible un poco de magia en sus vidas. Una magia que hace cumplir sus ilusiones una mañana de 6 de enero, pero que una noche anterior han compartido con miles de niños en las calles de su ciudad, en una cabalgata que les puede enseñar a comprender que la sociedad es diversa y que todos tienen derecho también a ser visibles.

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