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'Game over'

Gustavo Matos

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En los años ochenta y noventa del siglo pasado los jóvenes no teníamos videoconsolas en las viviendas. El más privilegiado tenía en casa un rudimentario y carísimo Atari que el resto soñábamos tener y que hoy probablemente forme parte de algún museo de la historia de la tecnología. Así que los jóvenes de aquellas décadas a los que nos gustaban los viedojuegos pasábamos los ratos en los salones recreativos en donde además de gastarnos la paga matando zombies en el Ghosts n’ Goblins o derribando cazas japoneses en el 1942, socializábamos con otros jóvenes de nuestra generación y despertábamos a la adolescencia. En aquellos tiempos de juventud y arcades la palabra que más temíamos ver en las pantallas de las máquinas, además de que alguien nos quitara el record, era Game Over. Significaba que la partida había terminado y que o bien nos retirábamos con algo de dignidad o nos rascábamos nuevamente el bolsillo para buscar una moneda de 25 pesetas con la que continuar la aventura en 8 bits.

Hoy en Canarias tenemos a un presidente del gobierno que como un servidor es ochentero y lagunero. De jóvenes nos cruzamos muchas veces en los lugares comunes de los jóvenes de aquella época, y aunque no recuerdo verle ni por el entrañable Pachá, ni por el mítico Golden Fruit de la calle Heraclio Sánchez, no es difícil que alguna vez hubiéramos coincidido en aquellos templos de los videojuegos. Acabamos de terminar el debate del estado de la nacionalidad y mientras escuchaba el discurso del presidente del Gobierno de Canarias y sus réplicas a los portavoces de la oposición, no pude dejar de imaginar que en el videojuego de Fernando Clavijo había aparecido la palabra Game Over, y que para desgracia de Coalición Canaria al presidente ya no le quedaba en la mochila ninguna moneda en forma de ocurrencia con la que seguir la partida. Y lo pensé justo cuando el presidente Clavijo le dedicó una buena parte de su discurso a los e-sports, herederos de los arcades de los ochenta, mientras que no tuvo espacio para hablar de la educación de cero a tres años, y eso que le sobró casi media hora del tiempo que tenía asignado para exponer su visión sobre las islas. Lo pensé al escuchar un discurso más virtual que real de una Canarias edulcorada que nada tiene que ver con la realidad de miles de personas que contemplan atónitas cómo se baten récords de turistas, que el motor está a pleno rendimiento, y sin embargo ellos no notan mejoría alguna en sus vidas diarias. Una realidad digital, con un croma verde, que hace que el presidente en su particular Matrix crea que el día a día en las urgencias hospitalarias, en la educación pública, la de las camareras de piso o la de quienes buscan su primer empleo, ha desparecido con un golpe de joystick como en un videojuego. Por desgracia para los canarios y canarias su realidad cotidiana no es un arcade, las colas en las autopistas de las grandes islas no son una ficción pixelada, ni las dificultades de final de mes se arreglan con un cofre de monedas.

Terminó el debate y mi sensación fue la del fin de un ciclo. Se notó en el discurso del presidente. Sin convicción, sin pasión, plano y aburrido. Solitario. Apoyado solo puntualmente por ASG que también olfatea el fin de la etapa. Y sinceramente creo que es la sensación que tenemos todos y todas. Las elecciones del 2019 están a la vuelta de la esquina, y no hay nadie que a estas alturas no admita que la próxima legislatura abrirá un tiempo nuevo en las islas. Un tiempo en el que entrarán nuevas fuerzas políticas en el Parlamento, incluso sin reforma electoral, y dará lugar a una legislatura en el que ya este juego en el que Coalición Canaria puede llegar a gobernar casi en cualquier escenario se diluirá. Un escenario en el que habrá más posibilidades de que por primera vez en décadas el presidente del Gobierno no pertenezca a Coalición. Habrá nuevas aritméticas parlamentarias, y vetos cruzados entre fuerzas que dificultarán los acuerdos que abrirán un nuevo tiempo. Flotó en el Parlamento la sensación de que entramos en un tiempo de descuento. Y que como pasó con los viejos arcades y los salones recreativos, esta etapa política en las islas va a desaparecer poniendo fin a una larga partida. Game Over.

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