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Refugiados y desertificación

Niños en el desierto. (ACNUR)

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Este próximo lunes 20 de junio se celebra el Día Mundial del Refugiado. Al respecto, quería hablarles hoy de varias iniciativas que se han generado a su alrededor, y de la estrecha vinculación que el asunto tiene con otro Día Mundial que hemos celebrado esta misma semana, el Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía, ya que lamentablemente, en África estos dos temas ya se relacionan de forma directa y clara.  

En primer lugar, CEAR (la Comisión Española de Ayuda al Refugiado) ha presentado esta semana su último informe, en un acto en el Cabildo de Gran Canaria en el que Casa África estuvo presente desde la barrera, apoyando y escuchando a quienes hablaron. Juan Carlos Lorenzo, responsable de esta institución en Canarias, explicó en el transcurso del mismo que el panorama tiene sus luces y sombras y que España todavía está lejos de ser un país de asilo, un país de acogida para personas que huyen de sus países por las razones que sean.  

En estos momentos y tras el parón de 2020, año de la pandemia, Canarias es la cuarta comunidad en número de solicitudes de asilo, tras Madrid, Barcelona y Andalucía, con 5.495 personas el año pasado. La mayoría de esas personas proceden de Venezuela y Colombia, pero hay un número significativo de africanos entre ellos, entre los que destacan los malienses.  

Precisamente en este acto, tuvimos la ocasión de escuchar a Moussa, un joven de Mali que ahora es refugiado, con la ayuda de CEAR, en Canarias, donde trabaja en el sector de la construcción, tras ver su pueblo arrasado en Gao (en el corazón del Sahel) y sufrir la inseguridad y la precariedad en países como Argelia y Marruecos. Moussa llegó a nuestras islas en patera y los responsables de CEAR señalaron que, en 2021, llegaron a España por ruta marítima 40.100 personas, de las que más de la mitad (22.310 personas) lo hicieron a Canarias. Tras el trauma de viajes largos y peligrosísimos, esas personas soportan en ocasiones esperas largas para ver resueltos sus expedientes, pero debemos congratularnos de casos como el de Moussa, que ha tenido el apoyo de esta organización y también ha logrado superar la violencia y la inseguridad que ha sufrido durante gran parte de su vida y se construye una existencia pacífica y productiva entre nosotros.  

Lorenzo enfatizó que hay una tasa del 10,5% de resoluciones positivas de asilo en nuestro país, lo que significa que aceptamos, el año pasado, 7.371 de esas solicitudes. Además, un 18,5% de quienes solicitaron asilo logaron una autorización de residencia por razones humanitarias. La gran mayoría de las peticiones de asilo, 49.537, fueron desestimadas. Tenemos una tasa de aceptación que se ha duplicado desde 2020, pero queda todavía lejos de la media europea, que se sitúa por encima del 30%.  

Alrededor del Día Mundial del Refugiado se hizo público esta semana también el informe de tendencias globales de desplazamiento forzoso para 2021, que elabora ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los Refugiados.  

De este informe supimos que casi 100 millones de personas han tenido que abandonar sus casas por culpa de múltiples razones, como la violencia o la crisis climática, y que se espera que los números sigan creciendo. Su alto comisionado, Filippo Grandi, dedicó en la presentación de este informe unas palabras al continente africano y al Sahel, un territorio del que les he hablado ya en múltiples ocasiones, y no tuvo reparos en advertir que Europa “debería estar muchísimo más preocupada de lo que lo está en la actualidad” por los efectos que tendrá en el número de refugiados el incremento de la inseguridad, el impacto climático y las consecuencias de la escasez de alimentos que ha traído la guerra de Ucrania. Lo que en otras ocasiones ya hemos descrito como “la tormenta perfecta” para la región africana del Sahel.  

Con ACNUR, precisamente, organizamos el mismo Día del Refugiado, 20 de junio, un acto en Casa África (18.00 horas), con testimonios de personas refugiadas y que espera sensibilizar, celebrar el coraje y la resiliencia de esas personas y contribuir a visibilizar sus situaciones. Para nosotros es un privilegio ceder la Casa a este tipo de iniciativas y colaborar con ACNUR en un día tan importante y me gustaría invitarles a ustedes, la ciudadanía, a acercarse a nuestro patio para conocer mejor la realidad del asilo en nuestras islas y escuchar las historias de personas que intentan rehacer sus vidas entre nosotros, ayudándonos a construir sociedades mejores de paso. 

Con otro Día Mundial quiero hilar el tema, porque no quisiera concluir este texto sin centrarme en otro de los aspectos que me parecen especialmente pertinentes y dignos de tener en cuenta. Hoy viernes, 17 de junio, es el Día Mundial de la lucha contra la Desertificación y la Sequía, y este año España ha sido designada Sede Mundial de sus actos de celebración. En ellos, Casa África ha participado de forma activa.  

Ayer jueves, 16 de junio, estuve en la sede de Casa Árabe, en Madrid, en un acto que tiene mucho que ver con estas cuestiones y que, bajo el título “¿Cómo podemos contribuir desde la gastronomía a paliar la desertificación?”, servía como recordatorio y propuesta.

Se trataba de una jornada organizada por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico con la colaboración de Casa África, que bajo el lema “superando juntos la sequía” se centró en la urgencia de adoptar políticas y medidas a escala local, regional y global para evitar los efectos de la desertificación y la sequía, así como en crear sociedades más resilientes a estos problemas ambientales.  

También participó el Basque Culinary Center, por supuesto, y se habló de la huella hídrica y de carbono y del papel de la gastronomía y la alimentación en este contexto. Todo muy interesante y pertinente, ya que España es una potencia gastronómica y desde instituciones de prestigio como el Basque Culinary Center se está pensando en cómo trabajar con alimentos de baja huella hídrica para no incrementar el consumo de agua, un bien cada vez más preciado. 

El vínculo indisociable entre uno y otro Día Mundial nos remite a la figura de los refugiados climáticos o medioambientales, un fenómeno al alza, que cada vez cobrará más protagonismo en el Sur global y, por tanto, también nos alcanzará a nosotros en el Norte.  

Como todo lo relacionado con la crisis climática en la que estamos inmersos, parece un tema que postergamos, al que no queremos prestar atención, pero que debería alarmarnos enormemente y empujarnos a tomar medidas drásticas.  

Los efectos de la desertificación en África son claros y evidentes, y en el Sahel son donde más se están notando, donde pese a proyectos preciosos como la Gran Muralla Verde estamos asistiendo a procesos muy agresivos: un denso bosque se convierte, en muy pocos años de combinación de fuertes sequías y lluvias torrenciales (con la correspondiente erosión del terreno), en un árido desierto.  

Para muestra, unos pocos datos extraídos de un informe de la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación: el 45% de la superficie de África está afectada por la desertificación, y el 65% de sus tierras productivas están degradadas. Cada año, en el continente africano, desaparecen 4.000.000 de hectáreas de bosques.  

Me gustaría cerrar este texto dejando patente mi visión de cómo nuestro país debería lidiar con ambas temáticas. En materia de refugiados, deberíamos ser más generosos con su acogida, y más comprensivos en entender que hay fenómenos que explican que cada vez haya más personas huyendo de sus hogares. ¿Qué fue del Pacto Migratorio y de Asilo en el que trabajaba la Comisión Europea y que ofertó un mes después de tomar posesión de su cargo la presidenta Von der Leyen? Las evidentes diferencias y la polarización en el seno de la UE parece que nos llevan cada vez más a un escenario restrictivo, y desde Canarias, que somos punto de acceso, debemos recordarle a Bruselas, día sí y día también, que hay que llegar a un acuerdo que no deje solos a los países del sur frente al fenómeno migratorio.

Y en el terreno climático, nuestro país debería ser punta de lanza en la lucha contra la desertificación, la sequía y el cambio climático. Que nuestro país haya acogido esta celebración es un signo de que es un tema que nos preocupa y con el que nos mojamos y progresamos. Estamos convencidos de que, habiendo recibido el mandato de la ONU para acoger este Día Mundial, España defenderá ante las instituciones europeas una política solidaria de lucha contra la desertificación en África. Somos conscientes de todo lo que se juega, porque todo lo que hagamos para paliar este desastre será sin duda beneficioso para nuestro país, sobre todo para Andalucía oriental y el Archipiélago canario.

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