El nombre es cosa de tod@s
Escribo estas líneas con el alivio que da la aparente tranquilidad de mirar hacia el volcán que hoy permanece silencioso y que emerge en lo que un día fue Cabeza (de) Vaca.
Hoy miramos hacia la Cumbre y vemos ese volcán que ha cambiado todo el paisaje. Pero que, por encima de todo, lo que realmente ha cambiado es la vida de miles de amigos, vecinos, conocidos y desconocidos.
Es un volcán al que aún no hemos bautizado. Quizás porque ni siquiera se merece tener un nombre.
Pero realmente hasta el más infame personaje de la historia ha tenido un nombre. Así que creo que ha llegado la hora de bautizar a esta montaña que sepultó tantos sueños, hogares y anhelos.
He escrito varias veces sobre el futuro nombre del volcán, sobre su importancia y sobre la necesidad de que su nombre tenga un significado que aporte historia, recuerdo y valor.
Y es que no es lo mismo llamarte Hitler que llamarte Jesús. No quiero ofender a nadie, es solo una muestra del valor y la importancia que un nombre tiene a la hora de recordar la historia.
Les contaré algo.
El pasado 24 de septiembre de 2021, cuando apenas iba una semana de la erupción, me puse en contacto con el presidente del Cabildo y le manifesté varios aspectos referentes al futuro nombre del volcán. Entre otras cosas le dije literalmente lo siguiente:
“Aclaro que NO tengo absolutamente ningún ánimo de lucro con esto. Lo he escrito porque mi trabajo es la comunicación y creo que puedo ayudar con mi trabajo al futuro de todos. Porque el naming es una parte fundamental de la comunicación”.
“Un naming correcto es el principio de todo. Incluso del futuro. Y es que un nombre con significado hace que las cosas tengan sentido, que se puedan contar historias sobre ellas de un modo coherente, tener un relato, un storytelling…”.
“Y eso que hoy no parece importante, mañana puede ser el germen de proyectos turísticos, centros de interpretación, memoriales, desarrollo económico y futuro para la gente que hoy lo perdió todo”.
La respuesta recibida fue que no era el momento de pensar en nombres. Pero creo que ese momento ya ha llegado. ¿No crees Mariano?
Un mensaje muy similar también se lo transmití posteriormente al alcalde de El Paso. Pero en este caso la respuesta fue bien distinta. Fue una muestra clara de que hay algunos políticos que parece que han comprendido mejor cómo acercarse, ayudar, gestionar y tratar todo lo relacionado con esta crisis.
El Paso demostró tener un gran interés por abrir un proceso participativo al finalizar la erupción para que fueran los palmeros quienes propusieran un nombre al volcán.
En el caso de Los Llanos de Aridane, ni siquiera recibí respuesta. Otro botón, otra muestra.
Quien no me conozca pensará que quién demonios soy yo para ponerle nombre al volcán ni nada parecido.
¡Pero no se equivoque! Yo no quiero ponerle ningún nombre.
Lo que sí quiero es que se lo pongan los propios habitantes de La Palma. Y especialmente los que han sido afectados por el volcán.
No se equivoque tampoco si piensa que quiero ganar dinero con este asunto.
Lo que quiero es que no se gaste ni un solo euro de dinero público en ponerle un nombre al volcán. Ni uno. Porque ese dinero hace falta para reconstruir la vida de miles de vidas.
Y sepa también que somos muchas las personas cualificadas que estamos dispuestos a colaborar pro bono, sin cobrar ni un solo euro, para organizar el proceso que sea necesario para elegir un nombre.
Es más, para mí esto es un requisito incuestionable. Nadie puede ganar dinero con esto. El dinero hace falta para otras cosas.
No entraré en estas líneas en opinar sobre si el volcán debe llamarse Cabeza (de) Vaca, Tajogaite, Vacaguaré, Iruene, Bicho o Cabrón. O si quizás debemos dejarlo como está y simplemente llamarle Volcán Sin Nombre...
Eso es algo que corresponde a toda la ciudadanía palmera. Todos deben poder aportar, opinar y elegir cómo llamamos a este volcán.
Por eso insisto en que debe crearse ya un grupo de expertos que organice un proceso abierto y participativo a través de una plataforma digital gratuita para que sean tod@s los palmeros quienes propongan y elijan el nombre del volcán.
Porque a ninguna institución le corresponde tutelarnos y elegir un nombre. Y no hay nada más democrático que pedir la participación de la gente para que bauticen al volcán que reescribió sus vidas.
Pablo Ramón Rodríguez
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