Posiciónese usted por favor
Cuando alguien me exige que me posicione ante cualquier conflicto, yo me posiciono inmediatamente, no sea qué. Me posiciono como la Nobel del 96, la polaca María Wislawa Szymborska, en uno de sus más conocidos poemas. Me posiciono con los y las que después del conflicto, y eso desde siempre, tienen que recoger los escombros, barrer los cristales rotos, limpiar las calles para que puedan pasar los carros cargados de cadáveres y de razones, apuntalar las paredes que aún no han caído del todo, limpiar campos y resucitar animales, convertir ruinas en hospitales que alguien antes convirtió en ruinas y muchos etcéteras más, y hacer todo eso en silencio, humildemente, en el anonimato, pues las cámaras ya se fueron a otra guerra (cita literal de Szymborska esto último). Me resulta fácil identificarme con este poema pues pertenezco a una generación que tuvo que barrer un montón de escombros para intentar reconstruir el alma de una nación. No sé por qué este poema me recuerda a aquel otro de Bertolt Brecht en que dice que “Julio César conquistó las Galias, ¿No llevaba ni siquiera un cocinero?”. Esta cita no es literal, pero el argumento sí lo es. Ahí, humildemente me posiciono yo, con el cocinero de César, con los albañiles de la Gran Muralla, con los que cuidaban a los caballos de Alejandro el Grande, ¿el Grande? ¿Quiénes eran el Grande? Grandes son los que construyen y reconstruyen para todos lo que los neuróticos del poder han destruido. Ahí me posiciono.
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