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Sobre este blog

Amberes es una revista digital volcada en la divulgación de contenidos culturales y con un especial interés en los nombres y eventos de la escena santanderina.

Emulando la vocación comercial de la ciudad que le da nombre, nuestra revista aspira a transformarse en un polo de intercambio no ya de bienes tangibles, sino de una serie infinita de ideas cuyo anclaje se encuentra en las manifestaciones culturales más dispares. Nuestro propósito es acercarnos a éstas sin miedo para mediar entre ellas y nuestros lectores.

1280 almas y un autor

Jim Thomson. | ruceni.info

Raúl Real

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‘’Hay treinta y dos maneras de contar una historia y yo las he probado todas; pero, en realidad, solo existe una trama. Las cosas nunca son lo que parecen’’.

Jim Thompson.

Bienvenidos a Pottsville

Aunque nadie nos haya indicado a que estado de la vieja confederación pertenece, ni tengamos ni la más remota idea de cuál es su ubicación, sabemos que Pottsville es un pueblucho de mala muerte; un molesto grano perdido en algún lugar del sur. Sí, de eso no hay duda. Está al sur, quizás demasiado, pues su latitud parece sobrepasar los límites de lo geográfico y enquistarse en el carácter de los 1280 habitantes que, según reza un letrero a la entrada del pueblo, se asientan en este agujero. Y si no fuera por esos malditos leguleyos del norte, -afirma uno de ellos- que por ley nos obligan a contar hasta a los negros, todavía seríamos menos. Aquí el confort sureño no es más que la bebida que riega los áridos gaznates de los forasteros en las dos cantinas y en el prostíbulo cercano a la serrería. De vez en cuando hay alguna pelea: cuestiones de lindes, asuntos de faldas, viejas rencillas... Cuando se diluye la violencia, todo vuelve a su estado natural: una calma tensa y polvorienta repleta de rencores y secretos que podrían hacer que Pottsville ardiera en medio del desierto y desapareciera sin dejar rastro. El hombre al mando, el sheriff que ha de velar por la suerte de aquellas almas, se llama Nick Corey; un tipo bobo y despreocupado que prefiere mantenerse al margen y no ensuciar de sangre y barro sus camperas de piel de serpiente. Pero ya lo dijo el autor, las cosas nunca son lo que parecen.

Convertida en novela de culto entre los aficionados al género negro, que curiosamente aún no habían tenido la oportunidad de leerla, sería la editorial Bruguera quien se decidiera a traducir y editar 1280 almas en España. Corría el año 1980 y habían pasado dieciséis desde que en Estados Unidos saliera a la luz bajo el título de Pop. 1280, en una edición rústica de bolsillo y al precio de 40 centavos. Pero, ¿dónde radicaba el truco de su éxito (sobre todo en la vieja Europa)? ¿Cómo había logrado reivindicarse hasta convertirse en un clásico del género incluso antes de ser disfrutada por los lectores? En primer lugar, más allá del morbo que pudiera suscitar el placer de lo que se hace esperar y envuelta en un más que merecido halo de malditismo, la obra plantea una ruptura absoluta con el clásico modelo de identificación del lector con el protagonista. La novela está narrada en primera persona por Nick Corey, un agente de la ley que, bajo una impostada apariencia de funcionario pusilánime y holgazán, oculta a una bestia absolutamente despiadada. La empatía con el personaje se convierte, por lo tanto, en una serpiente difícil de tragar. Corey es un psicópata que, a sangre fría, va tramando sus acciones, compartiéndolas, como si con ello buscase nuestra aprobación. Posteriormente nos implica en su ejecución, convirtiendo de esta manera al lector en testigo mudo y cómplice de una serie de actos salvajes e inhumanos. Esta radiografía de la violencia, a veces aderezada de un cáustico sentido del humor, hace de 1280 almas una obra incómoda y transgresora, no apta para estómagos sensibles.

La nóvela policiaca, empero, ya había sufrido una primera y radical mutación. La gran depresión, que azotó a la sociedad norteamericana de entreguerras, transformaría para siempre los principios del género. El escenario se había trasladado de la campiña inglesa a los sótanos de cualquier ciudad peligrosa y humeante. Los personajes ya no pertenecían a la burguesía británica, ahora eran violentos gangsters, viciosos y sin escrúpulos. Los métodos deductivos y las elegantes formas de los Holmes, las Miss Marples o los Poirots ya eran historia. Sin embargo, los protagonistas, pese a haberse convertido en alcohólicos solitarios y taciturnos, seguían atesorando ciertos valores románticos. Por ejemplo, y a pesar de sus defectos, sería imposible negarle a un tipo duro como Philippe Marlowe unos principios inquebrantables. En el caso de Corey estos principios se desvanecen por completo. Aquí no hay enigma que resolver. No existe la redención. Nick Corey reúne al criminal y a la ley en el mismo envoltorio. Nick Corey se encuentra en las antípodas del héroe. Nick Corey es el mal.

Por otro lado, la novela se aleja de la gran urbe, típico escenario del hard boiled, trasladando la acción a un pequeño pueblo habitado por 1280 almas anónimas que conviven con sus particulares infiernos personales. El sheriff se refiere a la arquitectura local de esta manera: «Simplemente paredes de pino que encierran el vacío. Sin cuadros, sin libros, sin nada que pudiera mirarse o sobre lo que reflexionar».

Pottsville es un lugar cualquiera. Eso es lo terrible.

Póngase en pie Señor Thompson

Nombre completo: James Myers Thompson.

Veredicto: culpable de haber escrito tamaña infamia.

Nacido en 1906 en una reserva india de Oklahoma. Su madre: una maestra, de sangre Cherokee. Su padre: un hombre rudo, sheriff del condado. Sí,  usted ha leído bien, querido lector: sheriff del condado. No solo eso, además maltratador, corrupto y adicto al juego, tuvo que abandonar una prometedora carrera política por malversar fondos públicos. Debido a este suceso se vio obligado a huir a México con su familia. Poco después, en Forth Worth (Texas), la suerte volvería a sonreír al viejo Big Jim, ahora reconvertido  en magnate de la industria petrolífera. Tras unos años de bonanza, acabaría dilapidando su fortuna y condenando a su familia a la pobreza. Con esta situación financiera, a la edad de quince años, el joven Thompson comenzará a escribir relatos criminales basados en sucesos reales que va rescatando de la prensa local. Esta ocupación apenas le reportará beneficios, por lo que comenzará a trabajar como botones en un hotel. Antes de cumplir los veinte años, afectado por la tuberculosis y por un incipiente alcoholismo, comenzará una nueva vida entregada al vagabundeo que le llevará a toparse y entablar amistad con uno de los mayores iconos del folklore americano: Woody Guthrie. Esta relación y las pésimas condiciones laborales de los trabajos que realiza en su periplo: bracero, transportista, peón de la construcción… le harán simpatizar con el movimiento obrero. De vuelta a Texas, a finales de los años veinte, comenzará a publicar alguno de sus relatos. Tras un encontronazo con las autoridades y una serie de malentendidos con la mafia local relacionados con la venta de alcohol (estamos en plena ley seca), Thompson desaparece de nuevo. Esta vez lo hará rumbo al norte, al estado de Nebraska. Allí comenzará a estudiar en la universidad y conocerá a su futura mujer: Alberta, con quien contraerá matrimonio en 1931. La gran depresión y la precariedad laboral hacen que tenga que dejar sus estudios. Se afiliará al partido comunista americano en 1936, el cual abandonará transcurridos dos años. Estas simpatías le acabarán acarreando más de un quebradero de cabeza en el futuro, pues a principios de los cincuenta (denunciado por un compañero de profesión), será acusado de comunista en la paranoica caza de brujas emprendida por el senador Mc Carthy. Después de una breve estancia en Los Ángeles dará con sus huesos en Nueva York, con la firme idea de dedicarse a tiempo completo a la escritura. Jim Thompson está a punto de cumplir cuarenta años. Comienza a publicar alguna de sus novelas, las cuales escribe por encargo y en plazos vertiginosos. Su padre se encuentra también allí, recluido en un sanatorio de la gran manzana. Apenas queda rastro de aquel agente de la ley grosero y poderoso. Su hijo promete sacarlo de allí y así permitirle pasar sus últimos días de vida con un mínimo de dignidad y rodeado de los suyos. Pero una nueva recaída, relacionada con el abuso de alcohol, hace que Jim Thompson sea ingresado de urgencia en una clínica. Cuando consigue salir, su padre, Big Jim Thompson, ya se ha suicidado. Comienza entonces a trabajar para diferentes periódicos y consigue entablar relación con una editorial que confiará plenamente en su estilo salvaje y poco ético: Lion Books. Su actividad literaria es frenética. De esta época será otra de sus obras más recordadas (en Estados Unidos sin duda la más afamada) El asesino dentro de mí, en la cual retrata con frialdad la mente de otro sheriff asesino y despiadado, esta vez bautizado como Lou Ford. Las conexiones entre esta obra y la que nos ocupa son más que evidentes ¿alguien dijo autobiográfico?

Ya estamos en 1955 y la suerte parece sonreír por fin a la familia Thompson. El cineasta Stanley Kubrick, sobrecogido por la brutalidad narrativa de El asesino dentro de mí y seducido por la crudeza que desprenden sus diálogos, recurrirá a su talento, contratándole como guionista para Atraco Perfecto. Este idilio continuará un par de años después, pues Thompson también se hará cargo del guion del celebrado alegato antibelicista Senderos de Gloría. Su acercamiento a Hollywood hace que la familia se traslade a Los Ángeles. También influyen en esta decisión las continuas aventuras sexuales de Thompson y el empecinamiento de su mujer, debido a sus estrictas convicciones religiosas, de no divorciarse pase lo que pase (años antes el escritor se había sometido a una vasectomía tras descubrir Alberta alguna de sus infidelidades ). A pesar de seguir un envidiable ritmo de publicaciones y de que una de sus obras, La Huida, fuera llevada al cine por Sam Peckinpah en 1972, la salud de Thompson va deteriorándose por una serie de excesos que el escritor no encuentra el momento de abandonar. Residiendo temporalmente en París a principios de los años 70, la mítica editorial francesa Gallimard reedita 1280 almas como número 1000 de su exitosa serie Noire. Aclamado por la crítica europea, pero olvidado en su propio país, regresará a Estados Unidos.  En 1975, en un estado físico deplorable e incapaz de escribir ya una sola página, aparecerá junto a Robert Mitchum y Harry Dean Stanton haciendo un cameo en la versión cinematográfica de Adiós Muñeca. Después desaparecerá para siempre de la escena. Un desenlace muy suyo. Un final a lo Jim Thompson.

¿Justicia poética? Al diablo con eso

El 7 de abril de 1977, día de jueves santo, Jim Thompson fallece en su casa de Huntington Beach, California. Atrás quedaban más de una treintena de novelas, decenas de relatos, un par de autobiografías, tres poemarios, varios guiones para el cine y la televisión y algunas novelizaciones de clásicos de la pequeña pantalla hechas por encargo. Pocos días antes, postrado en su lecho de muerte, dejó una serie de instrucciones a su (en todas las acepciones) inseparable Alberta; haciéndola prometer que guardaría con celo los manuscritos, las novelas y los derechos de autor de todas sus obras. –Espera y verás. – le dijo- Me haré famoso dentro de diez años. No sabemos lo que pensó su esposa al respecto, después de compartir más de cuarenta y cinco años de matrimonio en los que las promesas en boca de Jim solían ser sinónimo de fracaso. Lo que si podemos afirmar es que, en su delirio moribundo o pecando de presuntuoso, esta vez acertó de pleno. Pero entonces la muerte del autor pasaría desapercibida, y salvando un par de amigos íntimos y un puñado de familiares, nadie acudió a las exequias.

En 1981, el cineasta francés Bertrand Tabernier dirigirá 1280 almas, situando la historia del despiadado sheriff en el África colonial de entreguerras. La cinta recibe el aplauso de la crítica y será nominada a los premios óscar como mejor película de habla no inglesa. En 1990 Stephen Frears llevará Los Timadores a la gran pantalla, obteniendo cuatro nominaciones. Ese mismo año verán también la luz las adaptaciones de The Kill-Off Hasta la noche, mi amor, de Maggie Greenwald y James Foley, respectivamente. Poco después Tom Cruise dirigirá el telefilme The Frightening Frammis, basado en uno de los relatos de Jim Thompson. Ya en 1994 se realiza una adaptación de La Huida con Kim Basinger y Alec Baldwin en los papeles protagonistas. En 1996, llegará el turno a Hit me y así otra sucesión de títulos que nos llevan hasta El demonio bajo la pielestrenada en el año 2010, segunda adaptación de la novela El asesino dentro de mí.

Esta sucesión de adaptaciones cinematográficas vendrá acompañada de las correspondientes reediciones y traducciones de sus novelas a nivel mundial. Lo cierto es que, tal y como vaticinó el propio autor, una generación de nuevos lectores comenzó a devorar con fervor su obra, situando a Jim Thompson, junto a Raymond Chandler y a Dashiell Hammett, en el podio de los autores más genuinos y reconocibles de la novela negra norteamericana. Quizás, a diferencia de los citados, la obra de Thompson ha sido mejor recibida en nuestros días que en su propio contexto; cuestión que podría dar lugar a la reflexión, dada la deshumanización y la exacerbada crueldad de sus personajes. Súmenle a este peculiar tratamiento de la violencia unas gotas de humor negro y un poco del absurdo que a veces nos brinda la propia existencia. Ahora, la próxima vez que  revisen alguna de esas comedias hiperbólicas y sangrientas de Tarantino o los hermanos Coen, tengan a bien recordar la influencia (ellos tampoco lo negarán) del hijo del sheriff.

Me gustaría concluir con unas palabras extraídas de la exhaustiva y excelente biografía de Jim Thompson titulada Arte Salvaje, escrita por Robert Polito, dicen así:

Leer una novela de Jim Thompson es como estar atrapado en un refugio antibombas con un maníaco parlanchín que además resulta ser el controlador antiaéreo.

Lo dicho, pónganse a cubierto.

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