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Sobre este blog

En el teatro, el concepto de ‘cuarta pared’ hace referencia a ese muro invisible que separa en el proscenio a espectadores y actores. Derribar esa convención, esa ‘cuarta pared’, ha sido, por lo tanto, tarea transgresora por antonomasia tanto en el teatro como, metafóricamente, fuera de él. Hablar de Santander derribando esa ‘cuarta pared’ es confundir actor y espectador, testigo y decorado, de tal modo que los personajes de esta ciudad ensimismada con su reflejo den un paso atrás para dejar que el observador sea, si acaso una vez, el protagonista de su tragicomedia cotidiana.

El fantasma de las Navidades visita Santander en 2022: el año al que le sobraron hojas del calendario

Obras en el Museo de Arte de Santander

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La legislatura está a punto de acabar en el Ayuntamiento de Santander sin saberse muy bien cómo se ha ido. Primero con dos años pandémicos donde el monotema del SARS-CoV-2 monopolizaba todas las conversaciones y la acción de gobierno y de la oposición, tanto monta, monta tanto, mostraba una rara unidad de destinos; y luego, por otros dos años en que, a falta de monotema, volvieron a la palestra los viejos fantasmas de las Navidades pasadas con los magros resultados de siempre: los grandes proyectos de legislatura seguirán siendo los grandes proyectos de la legislatura siguiente; el presupuesto que llega tarde y sin acuerdos seguirá siendo el gran presupuesto del próximo año; y, visto lo visto, la oposición parece asumir que seguirá siendo cuatro años más la mejor oposición posible y el PP practicando cómo nadar y guardar la ropa desde hace cuatro décadas.

No obstante, la pandemia ha permitido redescubrir el lado lúdico del santanderino. En una ciudad de pensionistas, funcionarios y empleados del sector servicios, en que hay censados más perros que niños y si a alguien se le sorprende trabajando por la calle se le hace una foto, el coronavirus ha cambiado los modos de vida, pero a mejor: la mascarilla y el hidrogel no han desaparecido del todo, el transporte público sigue siendo cosa de enmascarados y las aceras continúan acogiendo con generosidad las terrazas, tal vez porque, más allá de guerras y pandemias, donde hay vino hay alegría, sobre todo para el turista. Así, el verano ha sido en 2022 más verano que nunca, los visitantes han reventado las cajas registradoras y las fiestas han sido como deberían ser siempre, homéricas.

Este 2022 al que le quedan horas para expirar tendrá que soportar todavía la visita del fantasma de la Navidad de 2021. En aquel año, la confabulación de los grupos políticos de la oposición, con el concurso de hasta un partido del equipo de gobierno como Ciudadanos, aprobó la convocatoria de una comisión de investigación sobre la ejecución de la contrata de recogida de basura en la ciudad, un órgano de fiscalización política que pasaría por un tamiz la relación de más de una década entre el Grupo Sadisa y el poder en la capital.

PSOE, PRC, Unidas por Santander, Vox y Ciudadanos se frotaban las manos ante la expectativa de que el escándalo, que nadie dudaba que pudiera producirse, saltara en puertas de unos comicios. Pero exactamente un año después, las cinco formaciones solo han conseguido contratar un abogado externo para poder defender el acuerdo del Pleno -al fin y al cabo el máximo órgano de representación en un ayuntamiento- en los tribunales. El recurso permanente del Partido Popular -con el respaldo de los letrados municipales- de todo lo recurrible sigue paralizando cualquier movimiento que despeje las comparecencias de los protagonistas de un megacontrato de limpieza cuyo corolario ha dejado las calles más sucias que nunca.

Por si esto fuera poco, la empresa contratada 'provisionalmente' para sustituir a Ascan en la limpieza de las calles, PreZero, antes Cespa, ha superado ampliamente los nueve meses previstos de su transitoriedad. La licitación del nuevo contrato, no obstante, puede producirse antes de las elecciones, lo que inquieta a la oposición municipal que ve cómo el gestor de este servicio pueda serle traspasado como hecho consumado al próximo equipo de gobierno.

También el fantasma de las Navidades pasadas viene a visitar a la oposición, que no siempre ha de visitar a los mismos. De tanto decir que Madrid no le dejaba, al portavoz de Ciudadanos en la capital, Javier Ceruti, nadie del resto de la oposición le creyó cuando dijo hace unos meses que entonces sí, que iba en serio, que entonces sí le dejaban montar una moción de censura. Que Ciudadanos entrara en shock tras las sucesivas debacles electorales de 2022 no pudo paliar que la reiterada llamada de alerta por la presencia del lobo no moviera a nadie de sus sillas. Sin embargo, tal vez sí que hubo la oportunidad entonces de romper la dinámica conservadora en el poder durante cuatro décadas.

Ninguno de los potenciales compañeros de viaje a la Alcaldía creyó entonces a Ceruti, aunque tampoco hicieron muchas esfuerzos por comprobarlo ni mantuvieron un triste simulacro de encuentro, siquiera por cortesía. Demasiado trajín para solo seis meses en un equipo de gobierno cuya composición y estabilidad estaba por ver. El único que se mostró partidario de sentarse a negociar una moción de censura fue Unidas por Santander, cuyo concejal, Miguel Saro, consideraba prioritario desalojar a los populares, fuera como fuese. Nadie recogió el testigo por cuanto socialistas y regionalistas pusieron como condición a Ceruti que abandonara la Junta de Gobierno antes de sentarse a hablar. Fue así cómo la Alcaldía desmontó una posible moción de censura sin despeinarse, lo que ahora no da más que para charlas de café y especulaciones contrafactuales de sobremesa.

Mientras las posibilidades de desalojar a Gema Igual de la Alcaldía nacían y morían con la misma falta de entusiasmo y sin solución de continuidad, el resto de formaciones velaba armas ante una legislatura devastada por la pandemia. Los actores de este juego político desean desde 2021 que ya suene la campana para preparar el nuevo asalto de las elecciones de mayo de 2023. En este contexto, 2022 ha sido un año de tránsito.

Un futuro incierto

Nadie duda de que Gema Igual volverá a repetir como cabeza de cartel en Santander, máxime cuando ya quedó zanjada la confirmación de María José Sáenz de Buruaga como presidenta regional del partido y candidata autonómica. Otra cosa es saber si la alcaldesa compatibilizará su candidatura municipal con la lista al Parlamento de Cantabria y si el partido sacrificará por ella uno de los puestos en esta lista habiendo tanta hambre de representación entre sus filas.

El socialista Daniel Fernández solventó su candidatura rápido. Se postuló en la agrupación y, dada la incomparecencia de rival alguno, fue proclamado candidato sin más. Saro, de UxS, ya había anunciado que no repetiría por lo que la disputa del escaño de concejal tendrá que dirimirse entre el candidato de Izquierda Unida, Keruin P. Martínez, y la de Podemos, Gema Pérez, que muy posiblemente acudan separados a las urnas, un clásico ya de la izquierda, más repetido que una balada de rock de los 80. Entre el uno y el otro, el escaño puede acabar en el saco del PSOE.

Por su parte, el regionalista José María Fuentes-Pila ya hizo pública en la prensa su intención de repetir por cuarta vez como candidato. Tras unos resultados electorales de 2019 que lo situaron como tercera fuerza política, y con menos voto en Santander que el cabeza de lista autonómico, Miguel Ángel Revilla, el líder del PRC en la ciudad apostó por hacer valer su dedicación y su ambición política. El tiro de su apuesta, hecha pública en los medios de comunicación, le salió por la culata y un comité local extraordinario del PRC ha propuesto esta misma semana como candidato a Felipe Piña, director general de Transportes. Fuentes-Pila no solo perdió su apuesta, sino que ha tenido que comparecer públicamente y soportar las horcas caudinas de anunciar que el candidato sería otro.

Solo queda Vox, como quinto en discordia municipal. Su único concejal, Guillermo Pérez-Cosío, tendrá que esperar qué destino le depara el dedo inmarcesible de Santiago Abascal: si continuar en el Ayuntamiento o integrarse en la lista al Parlamento de Cantabria. Mientras espera, Vox ha dejado de colaborar con el PP a la hora de sacarle los presupuestos adelante. El de 2022 quedó en dique seco por no apoyarlo, como hizo con otros anteriores, y el de 2023, presentado a última hora a los grupos, lleva el mismo camino de no valer para nada.

Las tareas pendientes

Para poca cosa ha servido 2022. Los principales proyectos y asignaturas pendientes con que se iniciaba el año seguían a la espera al acabar y el Ayuntamiento de Santander no es el único responsable. Una somera relación es la siguiente:

-Museos por venir que no acaban de llegar: Los grandes proyectos avanzan sobre el papel y se estacan en la realidad. El Museo de Prehistoria y la sucursal del Museo Reina Sofía avanzan en sus trámties de planeamiento urbanístico, pero las excavadoras no hacen acto de presencia (aunque se las espera en los prolegómenos de la cita electoral de mayo). Más compleja es la obra del Museo del Banco Santander, que se excava, literalmente, bajo la capa freática de la bahía, en el subsuelo de la que fuera su sede noble del Paseo Pereda. La obra lleva acumulado un retraso de un año, pero la hidrofresa que se ha encargado de excavar y encofrar ni más ni menos que cuatro plantas subterráneas, ya ha desaparecido. Mucho más lejos queda el Museo de Arte Contemporáneo de Santander (MAS), incendiado y cerrado desde hace cinco años.

-La mala salud de hierro de la coalición de gobierno: El equipo de gobierno PP-Cs acabará la legislatura unido, una de esas cosas inexplicables del mundo que solo se dan en los emparejamientos. El portavoz de Ciudadanos, Javier Ceruti, tiró reiteradamente de la cuerda, que no se rompió porque el PP no quiso. Ahora el socio de Gema Igual publicita sus áreas de gestión -el Instituto Municipal de Deportes, Cultura y el planeamiento urbanístico- como sus principales baluartes para concurrir ante el electorado. Pocos apuestan por su continuidad en el Consistorio en la próxima legislatura.

-La Biblioteca enferma: El entorno de Villa Florida, una especie de laboratorio cultural que el Ayuntamiento quiere potenciar, no vive sus mejores momentos: el Museo de Bellas Artes, quemado en 2017, sigue en obras con cambios del proyecto de recuperación para mejorar su asentamiento sobre el terreno y la estabilidad de los forjados. Trasladado el Archivo Histórico Provincial a la calle Marqués de la Hermida, sus dependencias de la calle del Rubio se están acondicionado para trasladar la Biblioteca Municipal, un baile de sedes que está saliendo bastante problemático. La obra lleva dos modificados, con sendos encarecimientos, y se retrasa continuamente. Pero, además, las obras de la Biblioteca Menéndez Pelayo, que hubieron de pararse para mejorar el proyecto, sacaron a la palestra el secreto a voces del estado de conservación del fondo bibliográfico donado a la ciudad por Marcelino Menéndez Pelayo. Mientras los fondos aguardan desinsectados mediante anoxia (privación de oxígeno) en una dependencia del Archivo Histórico y el edificio se rehabilita, nadie reconoce y mucho menos asume que un legado bibliográfico de más de 70 millones ha quedado dañado de forma importante.

-Usacapión en Corbanera: El fantasma de las Navidades pasadas está aburrido de recordar por estas fechas que un castillo de las guerras carlistas, declarado Bien de Interés Cultural, está cerrado al público, amenaza ruina y fue ocupado por una familia que ha visto reconocido por la Universidad de Cantabria su derecho a apropiarse de la instalación haciendo valer la usucapión, es decir, llevar más de tres décadas en el lugar sin que nadie se lo impidiera. En todo caso, el dictamen es un dardo envenenado para los ocupantes, ya que la UC no da títulos de propiedad por lo que, una vez que el castillo se registre en el Catastro a su nombre, deberá el nuevo propietario asumir el coste de la rehabilitación, posiblemente millonario, y abrir la instalación a las visitas como establece el reglamento de todo monumento declarado BIC.

-Puntos negros urbanísticos que se pudren con el tiempo: El Cabildo de Arriba es otro clásico de los resúmenes de fin de año. Se ha vuelto a convocar la comisión mixta para la recuperación de este barrio semihundido en pleno centro de Santander, pero no deja de parecer más el enésimo ejercicio de márketing político que una acción decidida de recuperación. Sepultado por tantos titulares periodísticos, el Cabildo de Arriba acabará desapareciendo si nadie lo impide.

-Más ruinas históricas: No solo se deteriora el Cabildo y el Castillo de Corbanera, el Palacio de Cortiguera, en la calle López Dóriga y, sobre todo, el convento de Las Clarisas, en la calle Alta, necesitan una urgente rehabilitación que nunca acaba de llegar. Licitaciones que quedan desiertas y promesas incumplidas amortajan estos edificios emblemáticos del Santander histórico.

-Retorno al pasado de la reordenación ferroviaria y el Plan General. Este 2022 concluye con un Plan General de Ordenación Urbana vigente que data de 1997, es decir, de lo que se esperaba que fuera Santander hace 25 años, que obviamente poco tiene que ver con lo que ha acabado siendo. La confección de un nuevo planeamento apenas ha dado estos cuatro años para una propuesta de Modelo de Ciudad, que aún no ha sido validado, pese a que está llamado a convertirse en el germen del futuro PGOU. Asociado a esta laguna del planeamiento, otro leitmotiv recurrente del urbanismo santanderino es el espacio ferroviario, un saco enorme de suelo en su mayor parte desaprovechado que es de hecho la gran oportunidad estratégica de una ciudad que puede permitirse el lujo de ver cómo los trenes llegan hasta el mismo centro del casco urbano. ADIF, gestor de infraestructuras, cansado de esperar, y con el beneplácito de PP, PSOE y PRC, está desarrollando un proyecto que, por más que se maquille, no contenta a profesionales, expertos en patrimonio, asociaciones y algunos partidos políticos. Este proyecto, que consiste en realinear junto al talud de la calle Alta y cubrir con una caja de hormigón 50.000 metros cuadrados de playa de vías y estaciones, no se detendrá ante una oposición política y social que poco más puede hacer que patalear y convocar un concurso de ideas con sus propios medios.

-Leyes de cumplimiento discrecional. En materia normativa, el Ayuntamiento de Santander es adalid de una curiosa forma de aplicar la legislación: leyes y decretos se cumplen si es posible y conveniente. Y hay casos en que no es conveniente. Ahí están para demostrarlo el callejero de la ciudad, plagado de leyendas franquistas e incumpliendo desde hace 15 años varias leyes de Memoria Histórica, lo que resulta revelador del franquismo sociológico y larvado que hoy pervive; y la falta de regulación de la Zona de Bajas Emisiones, que tendría que estar definida y planificada en este 2023 que empieza ahora. Dada la impopularidad de las medidas que se puedan adoptar, sobre todo la limitación de acceso de vehículos privados al centro, se ha decidido posponerlo sin más hasta después de las elecciones.

-Comercio, Zona Cero. El panorama desolador de los comercios del centro cerrados demuestra que la respuesta no solo consiste en márketing y subvenciones. Los locales comerciales están sucumbiendo ante la falta de relevo generacional, la carestía de los alquileres y la pinza a que lo someten los centros comerciales de la periferia por un lado y la venta online, cada vez más pujante, por el otro. Como les ocurre a otros sectores, el comercio santanderino llega tarde en todos los frentes: los intentos de comercio online tienen resultados irrisorios, los tenedores de locales prefieren tenerlos cerrados a bajar los precios sin que nadie les convenza de lo contrario y la zona de gran afluencia turística, el regalo que le hizo el PP a los centros comerciales, sigue alimentando el efecto centrípeto de las compras. Haría falta varias decenas de artistas más para cubrir con sus obras todos los escaparates vacíos.

-Concertinas, pragmatismo e inhumanidad. La Autoridad Portuaria de Santander detuvo su plan de cercar todo su perímetro con concertinas, alambrada con cuchillas que ya ni se usan en la frontera 'caliente' de Ceuta y Melilla para frenar la entrada irregular de inmigrantes. No sin cierta condescendencia y arrogancia, sordo ante el requerimiento de instituciones como el Defensor del Pueblo y de partidos como el socialista, socio de gobierno de los regionalistas en Peña Herbosa, el Puerto detuvo la compra de varios kilómetros de alambre acuchillado, pero no desmanteló lo colocado, argumentado unos supuestos buenos resultados a la hora de disuadir del salto de la valla perimetral por parte de migrantes que tratan de huir a Reino Unido. 2022 se cierra, de este modo, con una vaga promesa de desmantelamiento y la imagen deprimente de una instalación portuaria erizada de cuchillas.

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En el teatro, el concepto de ‘cuarta pared’ hace referencia a ese muro invisible que separa en el proscenio a espectadores y actores. Derribar esa convención, esa ‘cuarta pared’, ha sido, por lo tanto, tarea transgresora por antonomasia tanto en el teatro como, metafóricamente, fuera de él. Hablar de Santander derribando esa ‘cuarta pared’ es confundir actor y espectador, testigo y decorado, de tal modo que los personajes de esta ciudad ensimismada con su reflejo den un paso atrás para dejar que el observador sea, si acaso una vez, el protagonista de su tragicomedia cotidiana.

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