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Una ciudad sin escondites: la perspectiva de género puede acabar incorporada al urbanismo de Santander

Varias mujeres conversan en una parada de autobús de Santander.

Javier Fernández Rubio

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Santander puede acabar introduciendo una perspectiva de género en el próximo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que se traduzca en cambios en el transporte, en el uso de espacios públicos y en la visibilidad de la cara oculta de la ciudad que es la de la mujer. Santander mantiene espacios abandonados y disuasorios para la mitad de la población, que no se ve reflejada en la iconografía de sus calles y en unos servicios públicos adaptados a sus necesidades.

Desde la eliminación de espacios que generen inseguridad, hasta la mejora del alumbrado y la señalización, pasando por cambios en el callejero de la ciudad y una configuración distinta de las edificaciones, son algunos de los cambios a introducir para homologar a la capital cántabra con otras ciudades que ya tienen los deberes hechos. Una ciudad, en definitiva, construida sobre la base de la participación que sea más próxima, más representativa y menos insegura.

Gema Menéndez González, profesora de la Escuela de Caminos de la Universidad de Cantabria, es la firmante del informe 'Hacer una ciudad inclusiva desde la perspectiva de género' que busca dar respuesta a la conversión de Santander bajo un prisma androcentrista, en donde el ciudadano ideal es varón, blanco, de clase media, adulto, física e intelectualmente autónomo y con coche o moto. La mujer, con su singularidad, no entra en este rol-tipo. Sin embargo, su concepto del espacio y del tiempo no es el del hombre. El urbanismo bajo la perspectiva de género rompe el esquema en donde el espacio público es cosa del hombre mientras la esfera de lo privado es propia de la mujer y así tiende a construir una ciudad “inclusiva, literalmente, porque pretende incluir a la persona que estaba en una situación de vulnerabilidad, que no está incluida, también la planificación de la ciudad, pues si la ciudad es segura y amable para esa persona, lo será para todas”.

El informe se integra en el paquete de diagnósticos que han hecho una serie de profesionales en los trabajos preparatorios del nuevo Plan General. Es uno de los informes de 'sabiduría', que evalúa el desarrollo del urbanismo desde distintos puntos de vista. El relativo a la mujer, hace un diagnóstico y ofrece una receta somera, a la luz de las experiencias habidas en otras ciudades.

Como punto de partida, el diagnóstico de la ciudad actual no es positivo. En Santander “se ha construido vivienda 'sin hacer ciudad', espacios residenciales segregados, de un único uso y con pocos servicios que proporcionen vitalidad y seguridad durante la mayor parte del día, ecológicamente insostenibles, de difícil reintegración en la ciudad, individualistas, sin idiosincrasia y con poca o nula memoria popular”, dice el informe. Son “espacios con iluminación, identificación y señalización insuficientes, entre otras cosas, que producen una sensación de inseguridad o muy incómoda”.

Seguridad

La seguridad es uno de los aspectos en que más se hace hincapié. La conclusión es que, si la mujer no discurre por determinados espacios y viales públicos es por la inseguridad que le genera. De lo que se trata es de hacer que todo el espacio sea accesible a todo tipo de personas, acabando con la inseguridad que generan determinados ámbitos en la mujer, lo que provoca restricciones a la libertad de movimientos. Aunque la percepción de inseguridad sea subjetiva, la consecuencia es un retraimiento a la hora de usar los espacios y deambular por ellos.

Para reforzar el sentimiento de seguridad se propone una configuración de barrios que propicien que haya vida y gentío, combinando tráfico rodado y peatonal donde convenga, ocupando espacios abandonados y manteniendo en perfecto estado los públicos. Se propone erradicar los espacios que puedan dar lugar a escondites y mejorar todo lo concerniente a alumbrado y mobiliario urbano para que este no sea opaco ni reduzca la visibilidad (marquesinas, arbustos e instalaciones publicitarias). También se ha de propiciar una perfecta señalización del espacio público e introducir un diseño de líneas de transporte, terminales, paradas y aparcamientos que den seguridad y faciliten la autonomía personal. Por ejemplo, una idea que se propone es habilitar las paradas a demanda (conocidas como 'antiacoso' o libres) del transporte municipal durante la noche.

También insiste este estudio en que se ha de acabar con la percepción de inseguridad mediante vigilancia natural (y oír y ser visto y oído) y reforzando la identidad para generar afecto con el entorno, con un control natural de accesos, un mantenimiento continuo y participación comunitaria en las propuestas de diseño que afecten a todos. En las edificaciones, se han de evitar muros y vallas, despejando la visión, incluso en espacios como portales, escaleras y ascensores, que han de ser lo más abiertos o visibles y favorecer ver y ser visto.

Entroncado con los procesos participativos que den protagonismo a las ciudadanas, sugiere también la autora que pueden realizarse mapas del miedo de la ciudad, que identifiquen los espacios y viales que generen más desconfianza y miedo, lo que dé pie a introducir reformas. También se plantea recabar esta información mediante marchas exploratorias en los que grupos de mujeres hagan recorridos también identificativos.

Movilidad y transporte público

Las estadísticas ilustran que la mujer suele hacer desplazamientos más cortos vinculados a tareas domésticas del cuidado. Suele desplazarse a pie o en transporte público, muchas veces fuera de la hora punta y en compañía de personas a su cargo (menores y ancianos). El corolario lógico es que en el diseño de líneas, espacios y estacionamientos de transporte se tenga en cuenta lo que se conoce como la 'movilidad del cuidado'.

Uso del suelo

Se propone pasar de un modelo en que el suelo se considera prioritariamente productivo a un concepto de ciudad que favorezca la conciliación de tareas de la vida cotidiana. La propuesta en este campo es la reutilización de suelos infrautilizados y ocupación de solares vacíos, creación de redes de espacios públicos a escala de barrio y dotarlos de servicios de calidad y accesibles en cuanto a distancia y horarios. Dos propuestas concretas se realizan en el informe: caminos escolares seguros, diseñados para dar autonomía y seguridad a los menores y sus responsables en los trayectos de ida y vuelta de la escuela, y el 'metrominuto', que es un plano informativo sobre el tiempo que tarda en recorrer a pie determinadas distancias.

Vivienda

Los cambios han de extenderse al interior de las viviendas, en donde se pasa cada vez más tiempo y en donde hay espacios menospreciados pero que están directamente relacionados con las actividades domésticas. El espacio de la vivienda ha de reflejar en consecuencia un reparto más equilibrado de usos y roles, poniendo en valor las tareas domésticas, toda vez que estas han de ser compartidas.

Asimismo ha de tenerse en cuenta que cada vez hay más personas que viven solas y tienen una edad avanzada, destacando en este caso las mujeres, por lo que la autonomía y la proximidad son valores importantes. De fondo, el propio acceso a la vivienda ha de ser facilitado por las instituciones públicas, especialmente para aquellas mujeres que tienen dificultad para disponer de una en un fenómeno, el de la 'feminización de la pobreza', que no se puede soslayar.

Visibilidad

El informe recuerda que no se puede entender una ciudad en donde no haya referencias a la mujer, que vayan más allá “de santas, vírgenes, miembros de la realeza o personajes de ficción”. La propuesta hecha por la profesora de la UC es introducir en el callejero, en equipamientos y en señalizaciones e iconos como monumentos, a referentes femeninos para dar una visibilidad a la mujer, rehuyendo de estereotipos e imágenes sexistas, algo que se considera esencial si lo que se pretende es una ciudad más inclusiva.

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