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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Comprensión lectora

Un niño y una niña leyendo unos libros de la biblioteca de Misiones Pedagógicas, hacia 1932. | Residencia de Estudiantes, Madrid.

Marcos Díez

Hace unos días leí un artículo en el que un periodista al que admiro decía que echaba de menos a un político. En el texto había ironía, sentido del humor y referencias al cine, la música y a figuras míticas de la política en el siglo XX. El periodista en cuestión y el político son lo de menos. Lo que me llamó la atención es que algunos lectores interpelaron a través de las redes sociales al periodista al que echaban en cara que añorara a fulanito “con la de cosas malas de las que fulanito es responsable”. Es decir, habían leído el texto de forma literal. Es probable que la mayoría ni siquiera leyera el artículo y que se quedara sólo con el titular o las primeras líneas.

Algo parecido le pasó a Carolina Bescansa cuando publicó un tweet en el que se dirigía a la reina con una marcada ironía: “Letizia, si vas a llevar a tus hijas al hemiciclo, prepárate para una campaña de insultos y descalificaciones sin límite”. Las lecturas literales de lo escrito fueron múltiples y acusaron a Bescansa de amenazar a Letizia y de preparar una campaña de insultos contra ella. Hay que recordar que Carolina Bescansa había sido previamente muy criticada por llevar a su hijo al hemiciclo y que el contexto es clave para interpretar unas palabras con las que su autora remarcaba la diferencia de trato ante dos situaciones (llevar niños al hemiciclo) que ella consideraba idénticas.

Leer no es lo mismo que comprender lo que se lee. La comprensión lectora es algo más complejo que atribuir a las palabras unos significados. Comprender lo que se lee implica un dominio de la retórica, una capacidad para extraer la información explícita del texto pero también la que está implícita (la del sub-texto), una habilidad para ordenar las ideas, establecer relaciones dentro de lo escrito y relaciones también con el contexto que lo rodea, interpretar lo que se lee a partir de nuestros conocimientos previos, dialogar con los significados que extraemos, enfrentarnos con argumentos propios a esas ideas del texto y enriquecer así nuestro pensamiento.

Lo deseable es que tras una lectura se interiorice el resultado de ese proceso complejísimo y que, después, se pueda compartir todo eso través de textos escritos o de la oralidad o de las acciones. La comprensión lectora sirve para mucho más que disfrutar de un ensayo, un poema, un artículo o una novela (algo que, por sí sólo, ya es fantástico). La comprensión lectora se traduce en última instancia en una mayor habilidad para pensar de forma compleja (lo complejo no equivale a lo retorcido). También nos acerca a eso que llamamos pensamiento crítico, a algo parecido a las ideas propias.

Los datos, sin embargo, nos dicen que en España la población está alfabetizada pero que la comprensión lectora sigue siendo baja. Posiblemente haya sido así siempre, y quizá en el pasado fue mucho peor. Y es probable que la diferencia es que ahora, a través de las redes sociales y los medios digitales, nos asomamos a esos problemas de comprensión lectora que antes estaban ahí pero no se veían porque no había medios para que la gente opinara públicamente sobre lo que leía.

La OCDE divide en cinco niveles la comprensión lectora, siendo cinco el nivel más alto y uno el más bajo. Pues bien, en uno de sus últimos estudios el 67% por ciento de la población adulta en España se situaba en los dos niveles de comprensión más bajos, el 28% en el nivel tres y sólo el 4% en los niveles cuatro y cinco. Es decir, sólo el 4% de los adultos en España puede, según la OCDE, “integrar, interpretar o sintetizar información de múltiples tipos de textos, complejos o largos, continuos, discontinuos o mixtos, con inferencias complejas y aplicación de conocimientos personales previos, identificando y comprendiendo una o más ideas específicas y secundarias en el texto, para interpretar o evaluar evidencias sutiles o relaciones convincentes” (esto es parte de lo que se exige en el nivel cuatro, en el cinco la exigencia es un poco mayor: “buscar e integrar información de textos múltiples y densos; sintetizar ideas o puntos de vista similares y contrastados; evaluar argumentos verídicos; aplicar modelos lógicos y conceptuales”. Y etcétera).

No es de extrañar que, teniendo en cuenta la situación, se opte a muchos niveles (empezando por la política) por simplificar lo que se dice y lo que se escribe con el fin de poder llegar al mayor número de personas posible. Parece razonable que, si el objetivo es llegar a mucha gente, la baja comprensión lectora de un porcentaje muy amplio de la población empuje a la simplificación de los mensajes e ideas que se trasladan. Resulta más sencillo simplificar el mensaje que aumentar la competencia lectora de la población.

Porque ¿cómo se puede mejorar la comprensión lectora? Pues imagino que leyendo mucho, para empezar, aunque quizá no todo consista en sentarse a leer sin más. Son muchas las formas de enfrentarse a un texto y no todos los textos son iguales ni exigen lo mismo al lector. Que la lectura recupere su prestigio perdido puede ser un camino pero no tengo ni idea de cómo se hace eso.

Sí que creo que existe una brecha y que no es fácil de cerrar. Hace décadas, al menos, si no se sabía algo se aspiraba a mejorar o se era prudente o curioso en la carencia y ese afán contribuía a cerrar la brecha. Hoy, en muchos casos, no se interpretan esas dificultades como una carencia e incluso se puede manifestar públicamente el orgullo de no leer nunca, de no saber. Se va más lejos aún y se puede considerar a los que leen mucho, que es una de las principales fuentes de aprendizaje que hay en la vida, no como personas de las que aprender sino como personas a las que ridiculizar por pedantes, aburridas, resabiadas y prepotentes (que de todo hay). Puede que el éxito profesional o la fama, que tantas veces hoy se logran por vías que nada tienen que ver con la lectura, tengan mucho que ver en todo esto. El saber parece un estorbo dentro de algunos modos de vida contemporáneos.

Lo que parece claro es que el beneficio de leer (partiendo de la base de que hay muchas formas de enfrentarse a la lectura y muchas cosas distintas que leer y que no todo beneficia por igual) va mucho más allá del mero placer de leer un libro. Poniéndonos en el mejor de los casos una mayor comprensión lectora, además de abrir la puerta a un mundo lleno de placeres intelectuales y estéticos, nos ayuda a comprender e interpretar la realidad y a hacerle frente con la fuerza de nuestras ideas. O lo que es lo mismo, una mayor comprensión lectora nos ayudará a vivir con mayor libertad (concepto gastado y manoseado, sí) o, al menos, a ser conscientes de los límites que tiene nuestra libertad y del margen de intervención que tenemos para tomar decisiones que nos permitan cambiar las cosas en nuestras vidas y en el mundo. Cómo usemos esa libertad conquistada es ya otra historia.

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