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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

La felicidad desesperadamente

Un proyecto europeo permite medir el nivel de sonrisas de los ciudadanos de Santander y sus visitantes.

Marcos Díez

Se habla tanto de la felicidad que uno acaba hasta empachado y sin saber muy bien qué es eso de la felicidad. ¿Reírse todo el rato? ¿Estar siempre contento? ¿Que no existan el dolor o la tristeza? ¿Que no haya problemas? ¿La actitud con la que una persona afronta las cosas que le suceden? ¿Es la felicidad el optimismo? Y todo se llena de libros de autoayuda. Póngase usted las gafas de la felicidad y cosas así. Y uno no sabe muy bien si este artículo acabará cayendo en eso que critica. Pero el caso es que he caído en esta tentación porque acabo de leer un libro de André Comte Sponville en el que habla de estas cosas y no se me ha ocurrido, la verdad, algo mejor sobre lo que escribir.

Comte considera que “el objetivo de la filosofía es la felicidad. O, más exactamente, el objetivo de la filosofía es la sabiduría, y por lo tanto la felicidad, o al menos un cierto tipo de felicidad. Porque si bien el sabio es feliz, no lo es de cualquier manera ni a cualquier precio”. Comte considera que “la sabiduría es la máxima felicidad dentro de la máxima lucidez”. La felicidad, afirma, es el objetivo, mientras que la verdad es el camino o la norma. Esto significa, dice, que “si el filósofo ha de elegir entre una verdad y una felicidad, es filósofo, o digno de serlo, solamente si elige la verdad. Más vale una verdadera tristeza que una falsa alegría”.

El libro analiza el deseo y cuestiona la idea platónica de que el deseo es siempre una carencia (se desea lo que se no tiene) y que, en consecuencia, el hombre estará siempre insatisfecho. Frente a esa idea, Comte propone cultivar el deseo de lo que se tiene, desear lo que se hace y hacer lo que se desea. Y cuando se desea lo que no se tiene propone utilizar ese deseo, esa carencia, como una potencia para la acción, para la transformación, para el cambio. Es lo que llama la felicidad en el acto.

El libro se titula 'La felicidad, desesperadamente' porque el autor considera que la verdadera felicidad nace de lo lúcido, del que se asoma a la muerte, del que ya está decepcionado y nada espera. Según Comte solo tendremos “una felicidad proporcional a la desesperación que seamos capaces de soportar, de habitar, de atravesar. Esta desesperación no es el colmo de la tristeza, ni la desesperación del suicida, es más bien –dice- la desesperación del que ya no tiene nada que esperar porque lo tiene todo, porque el presente le basta o le colma”. Una felicidad, por tanto, que no reniega de la aspereza y que huye (un poco en línea de los estoicos y de las filosofías orientales) del deseo de lo que no se tiene, huye de la esperanza, de la recompensa que se anuncia, de la fantasía y se centra en lo que hay.

Un libro interesante porque, de alguna manera, va a contracorriente de una sociedad que cultiva (desde una lógica mercantil) el estado deseante de los individuos, la expectativa permanente y la insatisfacción derivada de tener siempre presentes nuestras carencias.

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