Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Madridgrado, capital de la Unión de Repúblicas Socialistas Españolas
Desde una posición privilegiada, el coro del ejército rojo canta el Himno de la Unión Soviética al tiempo que miles de soldados, cientos de tanques y varias docenas de misiles con ojivas nucleares desfilan por la Castellana. Cada edificio del kilométrico recorrido está pintado con banderas rojas e infografías sobre la Revolución del 24 de mayo. Dos millones de personas (muchos de ellos portando el chándal con los colores de Venezuela) se agolpan a punta de pistola en las calles de Madridgrado mientras varios millones más lo ven mediante la única cadena de televisión que queda en la Unión de Repúblicas Socialistas Españolas (URSE).
En menos de seis meses, todas las iglesias (empezando por La Almudena) han sido profanadas, quemadas y derrumbadas; el ático exento de impuestos de Rouco Varela se ha convertido en una Casa del Pueblo y en los restaurantes se ha sustituido la tortilla de patatas y la paella por la ensaladilla y los filetes rusos.
-¡No más orujo de Liébana; arriba el vodka de Valenciasburgo!
Durante las últimas semanas, todos los partidos políticos han sido ilegalizados, se han ido utilizando sus sedes para las reuniones de los soviets y la mayoría de los religiosos han sido asesinados (o cosas peores). Se han construido cárceles en Vallecas y Malasaña para todos los disidentes y grandes empresarios. Los miembros de la nobleza han sido fusilados en El Retiro y algunos de ellos permanecen aún colgados para escarmiento de los traidores al proletariado.
-Gracias por el reparto de la tierra, la nacionalización de las empresas extranjeras, el pensamiento único y el trabajo universal-, dice con voz angelical una niña en mitad del desfile ante un micro de manera espontáneamente preparada. El pueblo enloquece unido y comienza a gritar eslóganes como “abajo el capital”, “Revolución o muerte”, “Stalin, el único demócrata” o “viva Kim Jong-un”.
La Revolución Comunista ha llegado… más o menos.
O es lo que deberíamos pensar que va a pasar al hilo de las declaraciones de Esperanza Aguirre (y de algún dirigente más del PP) respecto a los resultados electorales del domingo pasado. Eso es lo que deben de creer algunos que es dar la mano a su adversario político después de jugar un partido y de haber perdido. Espíritu deportivo y constructivo.
Lo cierto es que tampoco tendrían que extrañarnos mucho sus palabras, teniendo en cuenta los habituales intentos de movilización ciudadana que algunos partidos (no sólo el PP) impulsan bajo la amenaza del miedo: que si todo es ETA, que si es el fin España, que si son nazis, que si España nos roba, que si los inmigrantes nos van a quitar el trabajo, que si vamos a mantener sólo a vagos, que si el paro es una beca para no hacer nada, que si, que si ,que si… ya sabéis, lo de siempre. ¿Para qué vamos a molestarnos en desarrollar políticas e intentar explicárselas a los ciudadanos cuando es mucho más fácil atemorizarlos?
Debería preocuparnos la facilidad con la que algunos consiguen reducir la realidad a mínimos (o menos) y con la que intentan empujarnos en una y otra dirección sin pasar por nuestra cabeza. La mayoría de las veces, solo con levantar una mano, nos movemos, saltamos, paramos, gritamos y, si es necesario, orinamos donde se nos señala. Al final, todo se reduce a que aprendamos y repitamos los mantras que han diseñado para convencernos de que todo es del color elegido.
Para colmo, tras la derrota electoral, algunas voces del Partido Popular también claman por un cambio en el sistema electoral (y no para racionalizar el Senado o el método D’Hont, no). “Debería haber una segunda vuelta con las dos fuerzas más votadas”, dicen mientras olvidan a la vez el tiempo que han tenido para cambiarlo con mayoría absoluta y que han enfadado tanto a la mayor parte de los electores que da igual que hagan dos, tres o siete vueltas: los votantes de sus rivales políticos se unirían en masa con el objetivo de no seguir aguantando a los mismos ni un minuto más.
Quizá, antes de seguir metiendo miedo al personal, esos dirigentes deberían dejar de buscar enemigos del pasado para maquillar sus resultados y pensar en que no se le puede decir a un hombre que no consigue dar de comer a su familia o a una mujer que no tiene dinero para encender la calefacción en todo el invierno que no hay crisis y que todo va bien, que la reforma laboral va a mejorar sus posibilidades de encontrar trabajo, que se sabe gobernar pero no comunicar, que existen los despidos en diferido, que los hospitales están mejor privatizados, que los discos duros se borran solos, que...
Me entendéis, ¿no?
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