El periodismo lleva años inmerso en un periodo convulso marcado por la crisis económica global y la obligación de atravesar una transición hacia un mundo plenamente digital. Es una evidencia que el espacio de trabajo -ya no futuro sino actual-, y en el que nos esperan los lectores desde hace tiempo, es el netamente digital, con el ámbito impreso como un pequeño reducto que resistirá por nostalgia cual famosa aldea gala.
Muchos profesionales trabajamos desde hace tiempo convencidos de la importancia de esa realidad digital de la comunicación y de las posibilidades de este nuevo ecosistema de trabajo que nos obliga a dar, sobre todo, con una nueva fórmula de negocio rentable. Una luz al final de un túnel que se atisba lejos aún.
Durante los primeros años de internet se defendió, sin detenernos a pensarlo un minuto, que todo lo que allí encontrábamos era gratuito. Con la mayoría de edad de la red hemos empezado a comprender que los servicios, productos y, sobre todo contenidos de calidad, no pueden obtenerse de forma gratuita. Hemos comenzado, por ejemplo, a consumir música en streaming de pago, hemos perdido el miedo a realizar pagos electrónicos, a contratar servicios para alojar nuestros contenidos o a sacarle rendimiento a la incipiente economía colaborativa: Uber, Airbnb o BlaBlacar dan buena nuestra de ello.
Los medios de comunicación han realizado una transición al mundo digital emulando el modelo, tanto periodístico como de negocio, que durante tantos años había venido funcionando. Sin embargo nos estamos dando cuenta de que esas fórmulas no funcionan igual en el espacio digital. Hasta ahora hemos aprendido muy rápido a adaptar el formato del mensaje, hemos dado con múltiples herramientas digitales y descubierto la inmediatez como gran aliada, encontrando audiencias que crecen cada día y que no solo escuchan o leen.
Pero seguimos sin dar con la llave mágica del modelo de negocio que haga sostenibles las redacciones digitales aunque estamos encontrando pistas que nos dirigen hacia ella. Pistas como que la calidad de los contenidos y la confianza en la marca personal de quienes emiten el mensaje sigue siendo esencial, que los lectores no quieren verse saturados por publicidad intrusiva que han aprendido rápido a ignorar y borrar, pero sin ser conscientes del daño que eso supone para la supervivencia económica de los medios.
Las pistas también nos revelan que los muros de pago duros, aquellos que te obligan a pasar por caja para poder leer cualquier contenido, y planteados por muchos grandes medios, no son la solución en el mercado nacional. Todo contenido al que se limita el acceso e impide enlazar, la esencia de internet, pierde inevitablemente así toda la repercusión y la posibilidad de alcanzar nuevos públicos. Esta opción será el entorno para pequeñas comunidades. Sin embargo los muros de pago 'suaves', porosos, que permiten un alto grado de permeabilidad hacia los contenidos, pero que a la vez incentivan la exclusividad ante determinada información para sus lectores, sí están encontrando un nicho sobre el que seguir investigando. Es el modelo que exploramos en eldiario.es, tanto en su versión nacional como en la segmentación que podemos realizar las ediciones locales hacia la audiencia más cercana, y que tantos halagos y reconocimientos está recibiendo.
En España apenas un 10% de los lectores pagan por leer noticias y el 28% de los usuarios emplean programas para bloquear la publicidad, una cifra que crece imparable sondeo tras sondeo, auspiciado por el abuso que se ha hecho de todo tipo de banners.
Llega el momento de cambiar el chip. Desde nuestro lado hemos dado muchos pasos para poner en valor a los medios digitales, sobre todo a los nativos, los nacidos exclusivamente en este entorno. Es una apuesta fuerte por un periodismo independiente, incómodo y riguroso a la vez que necesario por la labor que realiza de control del poder y obligado a separarse de las influencias políticas y empresariales. Es un periodismo difícil sobre todo en entornos locales, en pequeñas comunidades, en las que esas presiones se ejercen fácilmente. Incómodo pero cercano, escuchando siempre las preocupaciones de la audiencia.
También debemos trabajar para cambiar el pensamiento de los lectores. El reto se centra en continuar concienciando de la necesidad de pagar por la información consultada en la red (trabajo de alta calidad, exclusivas, revelaciones de gran trascendencia…) haciéndoles ver que esa información que exige gran rigor, esa investigación que tanto tiempo lleva elaborar, o esa fotografía que logra el gran impacto, tiene detrás un trabajo que debe ser remunerado.
Esa labor pedagógica debe reforzar también la necesidad de construir una comunidad de lectores activos cuyo rol no sea de meros 'retuiteadores' o identificadores de emociones megusta-meencanta-meponetriste de cada noticia en redes sociales. Necesitamos que los medios tengan lectores comprometidos y cuya implicación económica no sea solo para leer informaciones en exclusiva, sino para que ellos se sientan partícipes de que esa historias salgan a la luz: 'accionistas' que hagan posible el trabajo de trinchera de los reporteros.
Esa entrega será devuelta con compromiso, con la construcción de una comunidad real en torno a ellos, con trabajo riguroso y cercano a los problemas que de verdad importan a los ciudadanos y no tanto de los intereses de los poderes económicos y políticos. En eldiario.es Cantabria lo tenemos claro: necesitamos activistas comprometidos, suscriptores que sostengan económicamente un medio libre e independiente y CÓMPLICES que se sientan orgullosos de formar parte de nuestro equipo.
Sobre este blog
Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
