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Perros de asistencia social para niños con autismo: reducen el estrés, ayudan a controlar sus crisis y disminuyen la ansiedad propia de este trastorno

Una mujer lee a un niño con la compañía de su perro.

Blanca Sáinz

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 “Su hijo tiene una sintomatología y unos comportamientos compatibles con el Trastorno del Espectro Autista (TEA)”. Muchos padres han tenido que enfrentarse a esa frase en algún momento de su vida y, aunque puede llegar sin esperarlo, en este caso llegó tras unos meses intuyendo que había algo que no marchaba como debía. Así, de esta forma tan obtusa, una sola frase logró cambiar por completo la vida de toda la familia de Martín, pero sobre todo la de sus padres.

Ellos, que prefieren no dar sus nombres, son los responsables de buscar incansablemente cualquier mecanismo que pueda mejorar la vida de su hijo de tres años, y a pesar de la atención especial en el colegio y de las visitas -ahora telefónicas- a la psiquiatra, sus padres aspiran a algo más: un perro de asistencia social.

Quizá el concepto suene novedoso pero realmente no es así. El ejemplo más conocido es el de los perros guía de las personas con discapacidad visual, pero hay muchos más casos como este en los que los canes son considerados como ayuda técnica o esencial para las personas con alguna diversidad funcional.

Ahora, tras años de estudios que lo confirman, algunos padres están empezando a conocer que este tipo de perros son “muy beneficiosos” para los niños con autismo. “Aumentan las habilidades sociales, evitan que los niños se escapen en una crisis y disminuyen su estrés y la ansiedad ante los cambios, uno de los rasgos más significativos en los TEA”, comenta Rocío Marín, adiestradora de la Fundación Kuné.

Esta fundación llegó a la vida de los padres de Martín de pura casualidad mientras buscaban los beneficios que podía ofrecer tener un perro para un niño con TEA: “Buscábamos un perro normal, pero nos apareció esto de los perros de asistencia social, lo investigamos y supimos que nos podría facilitar muchísimo la vida”. Sin embargo, había un problema: costaban 15.000 euros. Tras pedir ayuda pública tal y como se haría con cualquier otra terapia, esta familia de Parbayón (Cantabria) se dio cuenta de que el sistema público no contemplaba este tipo de subvenciones, por lo que decidieron embarcarse en la aventura de los crowdfunding, así como de la apertura de una cuenta bancaria (Kuné, perros de ayuda social: ES7221001928140200360164).

“Hay personas que nos han acusado de querer algo muy caro y hay otras que nos han dicho que nos vamos a quedar con el dinero, ¡si yo solo quiero mejorar la calidad de vida de mi hijo!”, señala la madre del pequeño con cierta rabia. Y es que estos perros, tal y como cuentan desde Kuné, deben someterse a un adiestramiento de dos años. “No es un precio tan alto como el de los perros guía, por ejemplo, que llega a los 36.000 euros, pero es que nuestro proyecto es social por lo que nos encargamos también de buscar parte de la financiación. Aquí lo importante es conseguir darle al niño la herramienta que necesita” explica Rocío Marín.

Y llegar a conseguirlo es el principal problema que ven ahora estos progenitores que tras tres años de lucha no tienen entre sus planes dejar de hacerlo para que su hijo consiga tener una vida lo más normal posible: “La mayoría de las madres con las que he hablado terminan por frustrarse con el sistema porque parece que ya no hay más opción que verlos como niños con discapacidad, y muchas no optan a estas cosas por lo difícil que es económicamente”, afirma la madre de Martín.

La complejidad de las crisis

Uno de los momentos que más suelen temer los familiares de los TEA es el de las crisis, sobre todo cuando comienzan a crecer y ya no es tan sencillo abrazarlos, evitar que se escapen y mirarlos a la cara -la madre de Martín explica que eso es lo que se debe hacer en esos casos-. Precisamente ella cuenta cómo hace poco Martín se agobió en un centro comercial, salió del carricoche y empezó a gritar y a pegarse golpes en la cabeza contra el suelo. Este es el ejemplo de una crisis en un TEA, y precisamente este ejemplo podría reducirse considerablemente con la ayuda de un perro de asistencia social: “Nos va a facilitar mucho la vida”, explica el padre del pequeño.

El cómo puede mejorar su día a día lo cuenta la adiestradora Rocío Marín: “El objetivo es dar seguridad, sobre todo en la calle. Los niños con autismo tienen cierta tendencia a salir corriendo, lo que genera a los padres muchísima inseguridad. Nosotros lo que hacemos es enseñar al perro a bloquear esa fuga de los niños y, ante las situaciones nuevas, los pequeños disminuyen su estrés porque al lado del perro están más tranquilos”.

Y ese miedo a las crisis es lo que termina por provocar que muchos progenitores se encierren en casa: “Salir es toda una planificación y no todo el mundo puede soportarlo, hasta para la familia cercana a nosotros es complicado quedarse con él, así que terminamos por no ir a lugares nuevos para que no haya problemas”, advierten estos padres.

El crowdfunding

Algo más de una semana después de haber lanzado el crowdfunding, esta familia espera que las buenas nuevas lleguen antes de lo esperado -la campaña durará un año- para poder empezar con el cambio en la vida de Martín y en la de todos lo antes posible. Pero entre tanto, esta familia procurará dar a conocer esta afección y visibilizarla para acabar con los prejuicios: “El Trastorno del Espectro Autista es muy amplio y ni todos los niños son genios, ni todos los niños son como los de El Sexto Sentido, y eso es lo que la gente no comprende”, señala el padre de Martín.

“Las familias tenemos que luchar para que no se estigmatice a un niño porque tenga TEA. Nosotros tenemos que ser los primeros en pedir que se le trate como a cualquier otro niño”, concluyen estos padres con cierta resignación pero también con muchísima esperanza.

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